Se va Francisco , ¿llega Tagle?

Víctor de Regil 

Con tristeza, el Vaticano anunció la muerte del primer Papa latinoamericano, el argentino Francisco que, con su lamentable partida, tiene al cardenal filipino Luis Antonio Tagle al candidato de la continuidad y de la renovación generacional.

Ciertamente, la sucesión papal se trabaja con antelación, porque dentro del colegio cardenalicio conviven corrientes con distinta visión sobre el rumbo que debe tomar la Iglesia y entre ellas protagonizan una auténtica lucha por el poder.

No se trata de ninguna casualidad, pues Francisco puso a Tagle en la primera línea de la sucesión. Como hizo Juan Pablo II con Ratzinger, como hizo Benedicto XVI con Jorge Bergoglio. Con 67 años, nacido en Manila, Tagle es filósofo y teólogo y llegó a Roma llamado por el cardenal Joseph Ratzinger en 1977 para integrarlo a su equipo en la Comisión Teológica Internacional que encabezaba el purpurado alemán en la época de Juan Pablo II. Ya como papa, Benedicto XVI lo nombró obispo metropolitano de Manila y a finales de 2012 lo hizo cardenal.

También es importante preguntarnos, ¿de qué manera será recordado Francisco?, El papa reformó la Constitución del Vaticano, y entre los cambios hubo uno sobresaliente: en el organigrama subió de rango al Dicasterio para la Evangelización, que se encarga de la iglesia misionera en el mundo, sobre el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio, es decir la Inquisición.

La misericordia y la atención a los más vulnerables eran la prioridad del papado de Francisco. Al frente de ese dicasterio, puso al cardenal filipino Tagle.

Los marginados por su pobreza, por su edad, por su salud vulnerable, por sus preferencias sexuales, por su estado mental, por sus ideas políticas o religiosas, fueron el objeto central de su trabajo. No entendía de otra manera la función de la Iglesia y vivió de manera consecuente con lo que pensaba. Ya como cardenal y arzobispo de Buenos Aires, no tenía chofer, ni coche, se lavaba sus calcetines, se preparaba la comida e iba diario a los barrios bravos de la capital porteña, a sus cárceles.

Era humilde de corazón y eso chocó a los farsantes de la izquierda enriquecida de su país y con la iglesia vertical como la española.

Los que lo conocieron de cerca, decían que Francisco no era un demagogo, sino que le gustaba poner el ejemplo. Cierta vez recibió en Buenos Aires la visita del cardenal mexicano Norberto Rivera. Luego de las conversaciones, le dijo que fueran a cenar. Bergoglio le dijo que sí, por supuesto, y lo invitó a su departamento donde comieron pollo cocido con verduras hervidas, y siguieron la plática.

En dos semanas, empieza el cónclave donde habrá de salir el sucesor de Pedro. Cuando Bergoglio obtuvo los dos tercios de la votación de los cardenales en el cónclave del día 13 de marzo de 2013, le dijo a sus colegas: “¿cómo? Yo soy un pecador”. Lo decía en serio, y lo repitió tiempo después, ya como papa: “Si yo tuviera que definir quién soy, diría que soy un pecador”. Se equivocó una y diez veces durante su pontificado, lo admitió y ofreció disculpas.

La clave para su pase a la historia es no haberse equivocado en su sucesión. Él nombró a la mayoría de los cardenales que asistirán al cónclave que arranca los primeros días de mayo. Su lucha es con la Iglesia tradicional, no pocas veces corrupta y encubridora de las peores atrocidades, pederastia, por ejemplo. Ratzinger también se enfrentó a su poder y fue vencido. Pero el sabio Benedicto XVI tuvo la inteligencia para darle la vuelta con una maniobra política victoriosa que pareció “concertada” entre Maquiavelo y el Espíritu Santo.

Benedicto XVI, ya no tenía fuerzas para hacer frente a los escándalos de corrupción, crímenes y pederastia cometidos bajo el manto protector y la complicidad de la curia vaticana. Anunció su salida del papado, pero no en un ataúd, sino que en una acción deliberada dimitió para manejar en vida su sucesión y vencer a los poderosos adversarios internos.

Dentro de poco conoceremos el desenlace de esta larga batalla por el corazón de la Iglesia católica que Francisco quería humilde, misionera, fortalecida con nuevos bríos y creyentes. Y ese horizonte ya no está en Europa, sino en Asia.