Cualquiera esperaría una febril actividad de ofertas e iniciativas del partido a su gobernante
Xavier Gutiérrez
Los gobiernos morenistas, nacional y estatales, están en lo suyo con la curva de aprendizaje según el caso. Eso está bien, digámoslo en términos generales, pero da la impresión de que nadie está pensando en el futuro.
Y el futuro son las próximas elecciones, que en realidad no son algo lejano. No nos referimos a las de magistrados y jueces porque ese ejercicio es más una consulta que una competencia.
Y es verdad. La elección derivada de la reforma judicial no tiene el carácter de competencia, no contienden partidos, no hay cotejo de propuestas, no hay estrategias de disputa por la conquista del poder en cualquier nivel. Será, con una votación muy inferior a las tradicionales, una especie de refrendo a la propuesta de cambio gubernamental, punto.
Pero, en año y medio habrá preparativos de contiendas competidas y es ahí donde el partido en el poder no da muestras de preparativos.
Los tiempos de gobernar parecen idílicos. Largos, cómodos, con altibajos. Se vive, con matices de variados colores, una suerte de luna de miel con el electorado, pero ver esto con esa perspectiva es engañoso.
Gobernar expone al desgaste en todas partes del mundo. Ya se ha dicho: las campañas son poesía, gobernar es prosa.
Y más allá del día a día del quehacer gubernativo, no hay referencias de aprestos para la contienda seria, la primera gran prueba para los gobiernos morenistas.
Por ejemplo, no se tienen noticias de que Morena, ni en el plano nacional ni localmente, esté poniéndole lupa y trabajo a tareas sustanciales como la preparación de cuadros, capacitación ideológica de los militantes, formación de elementos profesionales para el desempeño de cargos públicos, adiestramiento de elementos para el debate, etc.
Se da por hecho de que los puestos de la administración están ocupados, pero eso no es sinónimo de eficiencia y resultados. Por ejemplo, Morena en Puebla debería ser un hervidero de consolidación profesional de sus funcionarios, con cursos de postgrado, seminarios, diplomados, conferencias, etc.
Un trabajo de esta naturaleza, con previsión y calidad, debería ser una gratísima oferta de Morena al gobernador, brindarle opciones visibles y tangibles de que su partido es sensible, trabaja, se anticipa y le prepara herramientas al responsable del poder.
No sería propio que el gobernador se dedicara a esas tareas. Para eso está la estructura de su partido. Pero es ahí, en la burocracia partidaria, donde se advierte una condición de comodidad, lejanía, imprevisión, carencia de visión política y previsión.
Y fuera del gobierno debería ocurrir lo mismo. No se ve, por parte de Morena, ni local ni nacional, un ambicioso programa dinámico de preparación de elementos en materia electoral, en el desempeño de tareas de gobierno, en áreas de investigación, en promoción de organización comunitaria, en asesoría a los alcaldes en sus múltiples responsabilidades.
Sencillamente no se nota Morena en lo que en teoría debería ser: una organización en la sombra, aceitando en todos los terrenos del quehacer político al ejército que debiera darle sustento y tranquilidad al ejercicio de gobierno.
La maquinaria electoral que arrasó de modo notable en el estado y el país, como que luego de la contienda se durmió en sus laureles. Y nadie osa interrumpir el grato letargo de este equipo, si es que existe, o sólo está en el papel y organigrama.
No se advierte que le estén cumpliendo al gobernador.
Y si esto ocurre en el nivel partidario, no es distinto lo que sucede entre los diputados morenistas. Navegan en el comodino oleaje del quietismo, guardan silencio ante el cotidiano vivir y poco contribuyen al clima de trabajo que se advierte en el Poder Ejecutivo.