Gabriela del Puerto Brito. La decisión más difícil

 

Gabriela del Puerto Brito. Gabriela del Puerto Brito (Veracruz, México, 1962). Ha dedicado su vida al cuidado y amor del hogar, siendo esposa, madre de tres hijas y abuela de tres nietos.

La creatividad y el espíritu aventurero la han llevado a explorar diversos hobbies y pasatiempos, destacando su pasión por el cajón y el baile flamenco. Durante seis años, formó parte del grupo «Cajón Five»: quinteto que compartió su música y energía con audiencias de todo tipo.

A los 62 años, Gaby ha decidido incursionar en el mundo de la literatura, asistida por la experiencia de Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró. Compartir historias y experiencias con el mundo es la intención de esta mujer entusiasta que continúa sondeando sus talentos.

 

La decisión más difícil

 

Rodeada de lujo y comodidad, a bordo del avión que me llevaría al aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, no imaginé recordar uno de los episodios más difíciles de mi vida. Había sido invitada a dar una conferencia sobre salud mental en la era digital y el interior del avión, en primera clase, era impresionante: con paneles de madera oscura y alfombras gruesas color burdeos, que amortiguaban el ruido de los motores. Las grandes ventanas permitían una vista despejada del cielo azul.

Mientras esperaba el despegue, la azafata se acercó y me entregó un periódico. Lo abrí y me encontré con la noticia de portada:

UN LOGRO PARA LAS MUJERES Y LA SOCIEDAD: EL ABORTO ES LEGALIZADO

Después de años de debate, el Congreso aprobó ayer la ley que despenaliza el aborto en el país. La ley, que fue aprobada con una mayoría de votos, permite a las mujeres acceder a un aborto seguro y legal hasta las 12 semanas de embarazo.

La noticia me golpeó como un rayo. De repente, volaba, pero en sentido contrario…

Muchos años atrás había estado locamente enamorada de un hombre casado y, a pesar de los cuidados, quedé embarazada. Nunca se lo dije a nadie. Sola, con mi dolor, tomé la difícil solución. ¡Aborté! No quería, de ninguna manera, dañar su matrimonio, ni separarlo de sus hijos.

Sumida en las reflexiones con las que ataca el monstruo del remordimiento, reviví el sufrimiento y la culpa que había sentido en aquel momento. ¿Por qué no me atreví a ser madre? Idealicé en la mente, como muchas otras veces, qué sería de mi vida si ese bebé hubiera nacido. ¿Sería un niño? ¿Tal vez, una niña con los hermosos ojos verdes de él?

Contuve las lágrimas frente al recuerdo de aquella triste decisión y, como si supiera que iba a salvarme del llanto, la azafata se acercó de nuevo ofreciendo la comida. Sacudí el dolor y, centrada en el presente, con una serenidad que me sorprendió a mí misma, pedí una ensalada y un vaso de agua.

Mientras comía, se disiparon las posibles dudas. Hice lo correcto en ese momento de mi vida. Quería ser independiente, me convertí en una mujer exitosa y soy feliz ayudando a muchas personas con los conocimientos que adquirí.

Terminé de comer y me recliné en el asiento, sintiéndome en paz. Sé que siempre llevaré, conmigo, el recuerdo de aquel momento doloroso; pero también sé que este bebé, ahora creciendo en mi vientre, va a sentirse orgulloso de su madre.