EN LAS NUBES
De mis bendiciones 20
Benditos sean aquellos que con una sonrisa amable se detienen a charlar conmigo por unos momentos
Es obvio que Club Primera Plana y Excélsior, como otros periódicos que existen o existieron, conjugan el intelecto, la cultura, la prosapia, el orgullo y la profesión que todos, de un modo u otro, compartimos. He hablado del periódico de la entonces Vida Nacional. Pero lo fundamental era la comida de los cuates en nuestro Club.
Es menester la razón de la creación de tal almuerzo. Hoy ya se convirtió en cena, pues la comida la sirven casi al anochecer, ante el disgusto de “nosotros los viejos periodistas”, ¿verdad Estrada Lang y José Carlos Robles?
Resulta que nos juntábamos para jugar dominó Teodoro Rentería, Fernando González Mora, Raúl Durán Cárdenas, Fernando Irala, Jorge Coo y yo, en diversas cantinas de la ciudad. Allí, obvio, bebíamos y comíamos los alimentos que daban como botana por los tragos, o de la carta. Nos salía, aún prorrateando la cuenta, como lumbre. Decidimos de común acuerdo –porque antes, debo advertirlo y admitirlo, no había discrepancias- realizar nuestra reunión en la sede del Club. Contratar una cocinera y ayudantes para hacernos una comida casera respetable. Sugerimos la mitad de la semana, los miércoles, para reunirnos, platicar, beber, fumar –hoy ya está prohibido- y comer prójimo.
No olvido que uno de los socios, autor de un proyecto constitucional, para 2018, don Arturo Salcido Beltrán donó al grupo, vaya al Club para ser precisos, dos mesas profesionales, de cantina, para jugar dominó. Que llenábamos cada miércoles.
Unos jugábamos las fichas, otros platicaban, los menos cantaban con Ramoncito, guitarrista invitado perpetuo. Ya hablamos de Coo, Trejo, Chávez Guzmán, que en verdad no cantaban mal las rancheras. Los dos primeros ya se adelantaron. El otro, Héctor, que fue nuestro presidente del club, se ausentó voluntariamente del grupo, como Salcido Beltrán. Luego surgió que a la comida de los cuates invitáramos a “gente bonita”. Al principio era padre. Pero luego la gente bonita, se convirtió en poco bonita. Tenerlos que soportar, o de plano mejor no asistir, porque de plano era fea.
Cómo me encanta el chisme. Pero a nadie le echo la culpa. Sino a todos, que como ahora nunca nos ponemos de acuerdo, hasta en lo más insignificante. Dicen que esa es la democracia, similar a la que se practica en el gobierno. Cuyo significado de la palabrita griega, ya lo descubrí ante el solaz de muchos colegas: Demo: atole. Cracia: dedo. Que uniéndola quiere decir, ni nada más ni nada menos que “ATOLE CON EL DEDO”. Y así nos las llevamos, adentro y afuera del Club. Pero eso sí hay buenos amigos, periodistas o no.
No me extraña que exista la envidia, cuando antaño esa palabra entre nosotros no existía. Nos reuníamos los amigos, deliberábamos para saber quién, cada dos años, podría ser nuestro presidente, y de común acuerdo se le elegía mediante votación. Hoy surgen candidatos a diestra y siniestra. Y como en las campañas políticas –¿de dónde habremos aprendido?- se arroja lodo a los candidatos. Y el que gana, tiene encima a todos los que no estuvieron en su favor.
Muy desagradable.
Tengo que referirme a cuando hace casi cincuenta años se fundó el Club. Desde entonces han desfilado como presidente Daniel Cadena Zepeda, Alfonso Argudín, Héctor Manuel Chávez, Raúl Durán Cárdenas, Rafael Castillejas, José Carlos Robles, Víctor García Solís, Francisco Rodríguez Díaz, Mauricio Ortega Gamberos, Juan José Bravo Monroy, Teodoro Rentaría Arróyave, Fausto Fernández Ponte, Julio Pomar y hoy la primera mujer: Rosaura Cruz de Gante.
Julio Pomar fue designado por Rentería para reemplazar a Fausto Fernández Montes, que renunció a la presidencia. ¿Y saben ustedes el por qué? Es de morirse de risa la causa: Haberle pedido que ordenara servir la comida de los cuates, a más tardar a las tres de la tarde. No olvido que nos dijo en la cantina del Club, airado: “miren yo soy el presidente, no la cocinera. Pídanselo a ella.” Ante su enojo lo comprometimos al insistir en que él era quien, al establecer por su jerarquía un toque de campana para comenzar a servir, que se ponía frente a su lugar en la mesa, la hiciera sonar a las tres.
De entonces, iracundo –por supuesto sin razón- se despidió, por carta del Club. Y fue entonces, repito, que a propuesta de Teodoro Rentería Arróyave la mesa directiva designó a Julio Pomar para que concluyera la gestión de Fausto. Así lo hizo. Pero se encariñó tanto con la silla de presidente, que pretendió designar sustituto, lo que nadie permitió.
Votamos. Y por una abrumadora mayoría ganó Rosaura.
No me acuerdo qué candidato salió derrotado, amén de la vanidad de Julio Pomar Jiménez. Pero debo reconocer que se llegó a tal problema, por los cambios que se han hecho al estatuto del Club. Muchos determinaron hacerlo en plural: estatutos, porque dijeron son muchos artículos que lo conforman. Y otros que no. Desde allí, y ya cambiado el como se diga, surgieron modificaciones.
Una de ellas en que se levantaba el veto por el cual el voto negativo de un socio, uno sólo, impedía el acceso a un nuevo socio. Roto eso, comenzó la estampida. Primero para entrar y luego para salirse, sin pagar cuotas, ni comidas, por supuesto.
El desorden resultó al determinar que una mayoría podía aceptar a nuevos socios, incluso sin ser periodistas, pero sí amigos de sus amigos.
Algo inicuo, sin razón y desordenado, como lo hemos visto recientemente. Creo que los nuevos estatutos ¿o estatuto? Reglamentan con justicia tal barbaridad. Debemos reconocer que entre el grupo de nuevos socios, (muchos de ellos ya emigraron, gracias a Dios) se encuentran excepcionales reporteros y mejores periodistas. Y también, por la pluralidad de caracteres o razas –¿se dice así don Héctor Manuel Chávez Guzmán? Él es mi corrector de estilo de cabecera –otros, también excelentes, fueron ahuyentados.
No se vale que en una sesión con damas (o sin ellas) alguien se levante y, perdón, chingue, con todas sus letras, a quien se atrevió a corregirlo. En un centro de cultura, en donde el intelecto, no la intelectualidad, sino la inteligencia (perdón por el pleonasmo) brinda alternancias gramaticales, fruto bendito de nuestra profesión. Y en presencia de señoras periodistas que alternan, con creces, con nosotros, los hombres. Ellas siguen siendo damas, hasta su muerte. Y así, insisto, hay que respetarlas. No digo quien fue el ofensor. Pero si digo, sostengo y afirmo que las ofensas, las malas palabras –salvo en la cantina- sólo sirven para defenderse de la incultura y gritarlo, -de qué otro modo puede gritarse don Nacho Zúñiga-, para ponerla en alto.
Repito una y otra vez que el Club Primera Plana cuando ya ha recibido a grandes reporteros, los antiguos periodistas , y no digo viejos para que nadie se ofenda, les aplaudimos. Tampoco digo nombres, pero todos saben de ellos. Ya lo dije antes, mucho antes. Los tenemos, aún en espíritu, aún cuando hayan sucumbido.
Somos, todos, una calamidad. Pero casi todos, moderados. Nos comprendemos; nos aceptamos, nos perdonamos. Y seguimos tan campantes.
Berta Hidalgo de Gilabert, ya finada, fue durante décadas la primera y única mujer, periodista, del Club Primera Plana. Con ella otros sobresalientes del periodismo, como José de Jesús Quesada, cronista taurino y editorialista; Alberto Domingo, Alejandro Iñigo, con sus ocho libros publicados, Ángel Torres González, César Córdoba, Antonio Flores Mazzari, Demetrio Bolaños Espinosa, cronista parlamentario y jefe de la oficina de los gobernadores; Darío Rodríguez Esquivel, Gustavo Ortiz Hernán; Daniel Ramos Nava, Joel Patiño, Humberto Luis Valdivia, el doctor Luis Varela y Cid, Raúl Hernández, Regino Díaz Redondo, Jorge Villa Alcalá, Javier Álvarez. Quién podría poner peros a este grupo. Fueron y, aún muchos son, exponentes fieles del periodismo escrito, hablado y también televisado.
Es menester informar que han ingresado como socios al Club Primera Plana numerosos directores de revistas. Este fenómeno se debió a la necesidad de obtener buenos periodistas que, salidos de los matutinos, hubieron fundar o ingresar a revistas que más tarde, por su capacidad llegaron a ser los directores generales. Puedo nombrar a Raúl Gómez Espinosa, Abraham Mohamed, Mauro Jiménez Lazcano, Miguel López Azuara, Elías Chávez, Alberto Cabot, Ángel Soriano Carrasco, Rubén C. Jáuregui, Othón Villega y Salvador del Río.
Son gente de primera. Conocedores. Pero sobre todo conscientes de que nuestro lema es la libertad de expresión, en cualquier manifestación. Pero enemigos, supongo del libertinaje, aún en boga en muchos diarios del país.
Los señores Rentería Arróyave y Villa tienen, amén de su profesión periodística en radiofonía, una revista “Libertas”, que hace honor a su nombre y al de ellos. Es igual la opinión de los otros que he nombrado y que manejan “Proyección Económica”, “Candelero”, -nombre de la columna política que durante treinta años mantuvo Mohamed en “Ovaciones”, “Gente”, “Brecha”, “Siempre”, “Macro Economía”, “Examen” y otras más.
Y por qué no mencionar a José Antonio Aspiros, Norma L. Vázquez Alanís, su esposa; Javier Álvarez Rodríguez, Ángel Torres, Alfredo Ruiz del Río, Juan Manuel Rodríguez, mi hermano; Fernando González Mora, Jorge Albarrán Jaramillo, Antonio Álvarez Jiménez, Carlos Estrada Lang, Salvador del Río, Aurelio García Oliveros, a quien recuerdo con gran afecto por su verticalidad política; Enrique Heras, Fernando Irala, Hilda Luisa Valdemar, María Teresa García Ruiz, Arturo Bárcena Bazán, Judith Álamo y su esposo Pedro Álvarez Villar, Jr.
El poeta chiapaneco Roberto López Moreno, merece mención especial.
Escribió la cuarta de forros de mi “Hombres de Negro dos” en donde me atribuye 16 libros. Consideró creo los diez argumentos de mi empresa fílmica y los siete libros, sin contar éste, que he escrito o pergeñado, como mejor se crea.
craveloygalindo@gmail.com
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