David Orozco de Gortari. Nacido en la Ciudad de México, hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad La Salle y obtuvo el título de Ingeniero Mecánico Electricista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre otras actividades extracurriculares, tomó un curso de metales en la Escuela de Artesanías del INBA.
Profesionalmente se desarrolló en la rama industrial. Participó, entre otros, en el programa OEA-92, para el fomento económico de comunidades indígenas en la Meseta Purépecha, en Michoacán. Participó en el Programa de Formación de Operadores de Maquinaria Agrícola para la preparación de tierras de cultivo y también en el Programa para el Rescate del Patrimonio Cultural y Artístico de los Ferrocarriles Nacionales (antes de su venta).
Actualmente explora el mundo de la literatura como vehículo para expresar inquietudes o reflexionar sobre la vida. Bajo la tutela del maestro Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró; adquiere las herramientas necesarias para narrar sus propias historias.
Los recomendados
Sigo en la cama y no haré, ni siquiera, el mínimo esfuerzo por pararme. El cansancio, mezclado con cierta dosis de evasión, me detiene y levantarme solo implicaría enfrentar las consecuencias de haber descubierto que el cajero y la secretaria han venido sustrayendo dinero de la caja de ahorro de los trabajadores.
El cajero es un tipo distinguido y preparado, que vino muy recomendado por un buen cliente. La secretaria es joven y guapa: hija de una familia a la que conozco desde hace mucho tiempo. ¿Qué les paso? ¿Qué pensaron? ¿Dónde quedaron sus principios?
Ahora tendré que enfrentar al sindicato y a los contadores. Yo los coloqué en sus respectivos puestos y tendré que encargarme de la demanda legal de este caso.
Quizás, el cajero Gerardo solo se enamoró profundamente de Marielena la secretaria. Tal vez solo tuvieron la pésima idea de tomar “prestado” de la caja de ahorro una “pequeña” cantidad para casarse, porque ella quedó embarazada. A lo mejor iban a devolver el dinero y hasta pagarían los respectivos intereses. No podían imaginar que yo lo descubriría todo.
¡Qué vergüenza! ¡Qué desprestigio para nuestra empresa! ¿Y si solo me devuelven hasta el último centavo y evitamos los asuntos legales? ¡Eso sí: ya no volvería a confiar en ellos! Entonces, necesitaría despedirlos por uso indebido de las instalaciones laborales.
—La oficina no es lugar para mantener relaciones sexuales —le diré a Marielena. A Gerardo solo lo invitaré a recoger sus pertenencias. ¡Y que no osen pedirme cartas de recomendación!