Armenta y Chedraui, ¿hay unidad?

Victor de Regil

 

Aunque muchas voces aseguraban lo contrario, y contra todo pronóstico incluso dentro del partido morenista, la relación entre el gobernador Alejandro Armenta y el alcalde de Puebla, José Chedraui, goza hasta hoy de cabal salud.

Lo que es una realidad, y nadie puede negar, es que en las primeras semanas, se dieron algunos malos entendidos al arranque de la administración municipal, sobre todo cuando el edil anunció a los integrantes de su gabinete, en donde pagó facturas y coló a varios perfiles totalmente ajenos a Morena, las dudas se disiparon por completo y, al menos hasta la fecha, las cosas entre ambos marchan correctamente.

Y es que, aunque muchos esperaban un escenario de rispidez, golpes bajos, peleas abiertas o encubiertas; es decir, una guerra de baja o alta intensidad, similar o peor a la que ha marcado la convivencia, en otras épocas, entre el gobernador y el presidente municipal de la capital, en funciones.

Inevitables cohabitaciones en las que los egos, los rencores, las envidias, las intrigas; en esencia, la lucha por el poder ha marcado la pauta. Como prueba de esto, recordemos lo sucedido entre Manuel Bartlett y Rafael Cañedo, Mario Marín y Enrique Doger, Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera, y Barbosa Huerta y Claudia Rivera. Todas las mencionadas, se trato de relaciones ríspidas, que no permitieron un buen gobierno.

Pero, al menos hasta ahora, en el caso de Armenta y Chedraui, sorprendentemente, ha habido un trato terso y generoso del primero hacia el segundo, y de aprecio y reconocimiento del segundo hacia el primero, y ello se ha reflejado en dos temas puntuales.

El primero: durante la crisis de fin y principio de año por la invasión, tolerada al 100% y fuera de control, de vendedores ambulantes en las calles del Centro Histórico, el gobernador escuchó el llamado de apoyo del alcalde, reaccionó positivamente y ello permitió el operativo que, a la postre, derivó en la recuperación de la vía pública, con la participación de la Policía Estatal, la Guardia Nacional y la Policía Municipal.

Ahí la mano de Alejandro Armenta se notó, y quedó como registro de buena voluntad y colaboración.

Respecto al segundo tema, en el equipo del gobernador ha habido sin duda enorme preocupación y permanente monitoreo a la situación de inseguridad que, expresada en una aparentemente interminable ola de atracos y asaltos, sufre la ciudad de Puebla desde el inicio de la administración municipal. No obstante, pese a ello, no sólo se mantiene la confianza en que más temprano que tarde la estrategia planteada por el ayuntamiento acabará dando resultados, sino que en ningún momento se ha regateado desde el estado todo el apoyo.

Reflejo de ello, ha sido la asistencia del titular del Ejecutivo al zócalo de la ciudad, donde ha encabezado con el alcalde, pases de lista a las fuerzas de seguridad del municipio y en los honores a la bandera, en un obvio espaldarazo a José Chedraui y especialmente a su cuestionado secretario de Seguridad Ciudadana, Fernando Rosales Solís.

Y no sólo eso, pues se han celebrado en el ayuntamiento capitalino la Mesa de Trabajo de la Coordinación Estatal para la Construcción de la Paz y Seguridad, con la asistencia de los representantes o titulares de la Secretaría de Seguridad Pública, la Guardia Nacional, la Marina, el Ejército mexicano y la fiscalía general del Estado. El mensaje es claro: gobierno del estado y gobierno municipal van de la mano en el tema prioritario de los poblanos.

A nadie escapa que Armenta y Chedraui son indudablemente de grupos políticos diferentes con origen distinto y que, por coyuntura, conviven hoy dentro de la denominada 4T.

La suya, no es de ninguna forma una relación perfecta, ni una relación idílica, ni nadie en su sano juicio espera que lo sea; en el camino habrá, por supuesto, diferencias y problemas, sobre todo cuando se  vayan acercando los nuevos tiempos electorales.

Pero, al menos hasta este momento, las cosas caminan correctamente entre ambos niveles de gobierno, para sorpresa de propios y extraños.

Y es que la premisa ha sido una y ha sido básica: cooperación, esa prima hermana de otra pieza clave: respeto.