Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Que hablen de nuestra super remendada Constitución, hoy, en Querétaro, los que dicen respetarla y cobijarse en ella. O con ella.
Por lo mismo, Benditos sean los padres de la patria.
Oportuna fecha para hablar de la integridad, la rectitud, la honestidad, la moralidad, la lealtad, la probidad. Vaya como ahora lo sintetizan los “intelectuales” como resiliencia.
Nos preguntó Borbolla:
¿Cómo observas hoy la corrupción en los juzgados? ¿Peor o mejor que antes? ¿Hay más o menos corrupción?
“Ahora es más sofisticada. Las Naciones Unidas acaban de emitir un informe sobre la corrupción en el Poder Judicial Federal. En el fuero común es peor. Antiguamente a un juez le decían, ¿qué quieres, plata o plomo?, pero nunca los mataban. Y había jueces dignos y honestos, pero a muchos que dictaban sentencias en favor de los intereses del gobierno, los hacían magistrados, y a éstos, ministros.
Sigue igual.
“Había un magistrado excepcional. Hablo del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal: Alberto R. Vela, padre del penalista Sergio Vela Treviño, quien ya falleció y abuelo del hoy Director General de Conaculta, Sergio Vela. Un día me dijo: Mira, Ravelo, cuando me muera lo único que pido es que en mi tumba pongan: “Aquí yace un juez justo”. Lo publiqué en mi columna.
Hace ocho años, su hijo, un ingeniero químico, entre los papeles de su papá, encontró el texto en donde yo decía lo que deseaba al fallecer. Y me habló para decirme: para su satisfacción, ya cumplí su voluntad. Gracias Carlos.
“Eso es lo que todos los jueces deberían ser: justos porque ni son jueces ni son justos. Yo fui testigo de cosas terribles. Las publiqué en Excélsior.”
-¿Qué opinas de los sistemas penitenciarios que se implantaron en Lecumberri? ¿Supiste de algún reo que en la cárcel decidiera dejar el camino del crimen, que se volviera bueno?
Antes de contestar, Ravelo ríe con ganas, y luego suelta una carcajada. Lo piensa y exclama: “Bueno, sí. David Alfaro Sequeiros”. Vuelve a reír con más ganas. “Hasta me hizo a mí un retrato cuando estuvo en la cárcel. Cuando salió en libertad, ya no delinquió… Pero, acuérdate, estuvo varias veces preso. Lo acusaron de una serie de delitos, inclusive del asesinato del segundo esposo de Margarita Vélez, la que fue viuda de Maximino Ávila Camacho. Lo liberaron. Julio Scherer inclusive publicó en 1965 el libro, “La piel y la entraña”, la historia de David Alfaro Sequeiros”.
Ya en la conversación entre periodistas, Carlos Ravelo, sincero, platica: “Llegué a Excélsior con sexto año de primaria. Pero he leído mucho. Me dediqué a estudiar para superarme, para cultivarme, porque no pude hacerlo en una escuela, por mis propias necesidades. Por eso me han dicho que sé mucho de leyes. Acuérdate, antes los reporteros estudiábamos y nos formábamos sobre la marcha, en la práctica. Cuando nos ordenaban trabajar un asunto noticioso del tema que fuera, hacer una entrevista, antes nos empapábamos del tema para aprender y saber hacer preguntas, para no llegar con la clásica pregunta: “Señor, ¿qué opina usted de ese asunto? Hay que saber qué preguntar, sobre todo cuando se entrevista al Presidente de la República, a un cardenal, a un rabino, a un secretario de Estado, a un banquero o a un cartero. Si es necesario; hay que llevar acordeón para preguntar lo que el pueblo, los lectores desean saber, para no ser simples trasmisores de la información que nos quieran dar. Ni más ni menos.
El redactor reencontró a Carlos Ravelo, reitera, en la sede del Club Primera Plana, asociación civil fundada hace 44 años, por verdaderos profesionales del periodismo: los jefes de redacción, lo que forman y cabecean la primera plana de los diarios, entre ellos Víctor Manuel Velarde Gorostieta, quien llegó a ser director técnico de Excélsior; así como por Miguel Tomassini Salcedo, Rogelio Rivera Sauceda, Ricardo Pinelo Ríos, Daniel Cadena Z., a los que se unió después Eugenio Múzquiz Orendain, todos ellos profesionales respetados y respetables, como lo son sus socios y dirigentes de hoy: Teodoro Rentería Arróyave, su anterior presidente, y Fausto Fernández Ponte, su nuevo capitán, el primero pionero de los noticiarios de radio y televisión de México, y el segundo con un prestigio a nivel internacional, pues fue mucho tiempo corresponsal de Excélsior en Washington.
Carlos Ravelo Galindo, después de ser muchos años reportero en todas las fuentes de información, ascendió a jefe de información de Últimas Noticias de Excélsior. Cuando la vida lo llevó a otras fuentes de trabajo, fue jefe de información nacional de El Universal.
Y todo esto viene a cuento porque Excélsior ha sido una de las mejores “universidades” de periodismo de México. Muchos de sus grandes reporteros empezaron como Carlos Ravelo, desde abajo, como ayudantes de la Redacción, una verdadera escuela para los que tenían vocación para el oficio. El de la tecla presume de que hizo su “doctorado” como periodista investigador precisamente en El Periódico de la Vida Nacional. Y como dice Ravelo, hay que reconocerlo y agradecerlo tanto a los que fundaron Excélsior, Cía. Editorial S.C.L., como a quienes después trabajaron para fortalecerla y hacer de Excélsior el más importante diario de circulación nacional y uno de los primeros veinte en el mundo.
Cómo no iba a ser uno de los veinte mejores periódicos del mundo y el primero en América Latina, con sus directivos, don Rodrigo de Llano, don Gilberto Figueroa, don Jesús García de Honor, don Joaquín Díaz González, don Luis A. Ross, junto con el aguerrido cuerpo de reporteros que no escatimaban esfuerzo para llevar al público lector las últimas noticias, sin retoques o malabarismos. Eran simple y sencillamente escrupulosos con la verdad. Así lo advertía el lector común y corriente. Por eso o prefería.
Llegaron después de don Ignacio Morelos Zaragoza otros jefes de información. Manuel Ratner, Jesús M. Lozano, Rogelio Cárdenas y luego don Armando Rivas Torres.
Reforzaban el elenco nada menos que don Manuel Becerra Acosta, jefe de redacción; don Víctor Manuel Velarde, secretario de redacción, don Roque Armando Sosa Ferreiro y don Javier Sorondo, subdirector editorial.
Eran tres áreas sustantivas: editorial, administrativa y talleres. Como un solo puño se desenvolvían bajo la egida de los señores Rodrigo de Llano y Gilberto Figueroa. Eran ellos el eje central del Periódico de la Vida Nacional.
El cuerpo de redacción ya lo he mencionado.
Así transcurrió Excélsior hasta que en 1962 murió don Gilberto Figueroa. Y dos años más tarde, don Rodrigo de Llano. Comenzó entonces la intención de un grupo de apoderarse de, primero, la gerencia general, sin lograrlo. Porque se impuso la decisión de la mayoría y nombramos a don Jesús García de Honor. Luego, a la muerte de don Rodrigo, surgió otra división para encumbrar a un personaje idóneo para mantener la línea editorial en forma vertical, a la que estábamos acostumbrados.
Fue en 1964 la primera asonada en Excélsior, que logramos atemperar y despedir a quienes querían apoderarse del timón, editorial, administrativo y talleres, en beneficio personal, no de los mil cooperativistas, que entonces éramos.
Unificamos opiniones y formamos un grupo compacto de reporteros para enfrentar a los “revolucionarios”, que derrotamos enana asamblea celebrada en Reforma 18. Allí, la mayoría de los cooperativistas expulsamos a los forajidos y luego de muchos enfrentamientos verbales y físicos, el orden se impuso y con efectiva mayoría se nombró director general a don Manuel Becerra Acosta. (Este continuó con el día de la madre, 10 de mayo, y lo celebró con gran festival cada año, hasta su muerte. Scherer lo suprimió).
Se mantiene así la fuerza, la verdad y la armonía de Excélsior ante el mundo. Y continuamos entonces con el calificativo de ser el mejor Diario de Latinoamérica.
Don Manuel muere en 1968. Surge entonces un problema. Dos candidatos a ocupar el cargo de director general: don Víctor Manuel Velarde y Julio Scherer García. Ambos, entonces, disfrutaban del afecto de casi todos los cooperativistas. De modo que en una asamblea se propuso una elección con boletas, que ganó Scherer por seis votos. Yo fui el jefe de la elección.
Don Víctor, que a la muerte de don Manuel y a petición del grupo fuerte del diario se hizo cargo técnicamente de la dirección general, se incomodó. Posiblemente, yo lo reconozco, se inclinó la balanza a favor de Julio. Sin embargo, a petición de un grupo, incluido yo, lo convencimos de seguir como director técnico y apoyar a Julio, lo que hizo.
Excélsior, quién lo duda, llevaba una inercia extraordinaria por el trabajo de sus anteriores dirigentes. Así siguió. Pero alguien olvidó que se pueden denunciar errores de los gobernantes políticos, pero no ponerse los guantes con ellos. Y menos con el Presidente de la República, en México, hasta que llegó Vicente Fox Quezada, que permitió hasta ofensas personales. En 1976, no se enteró Julio que se había equivocado, hasta que perdió. Y ante el pánico de que los cooperativistas perdieran su patrimonio, lo desconocieron, y nombraron a Regino Díaz Redondo, que duró en el cargo 25 años, con una imagen aún digna del Excélsior que heredaron de don Rodrigo y don Gilberto. Julio sólo estuvo como principal siete años. Creo, y lo digo con conocimiento, equivocó el camino. Sirvió a un círculo de amigos personales, y olvidó a quienes lo encumbramos, y nuestras advertencias. Hoy. Sí, cree él, equivocadamente que es Dios.
No olvido que en 1976 se culpó a Echeverría de la salida de Scherer de Excélsior, al que acompañamos muchos. Tampoco que no fue gente extraña a la cooperativa quien lo desconoció. Sino precisamente la mayoría de la Casa Excélsior. Recordaron que la fuerza, el vértigo editorial que implantaron don Rodrigo, don Gilberto y don Manuel, tuvo un tropiezo, grave, muy grave, con Julio. Y aceptaron, durante 25 años la labor de Regino que bien o mal, mantuvo en alto el nombre de Excélsior.
Fue la inercia, la fuerza de aquellos titanes la que siguió, (con una interrupción de ocho, durante veinticinco años.
Prevalece en la memoria de todos, incluso quienes salieron con Julio Scherer, y que luego lo abandonaron, que Excélsior se formó insisto con los señores Rodrigo de Llano, Don Gilberto Figueroa y don Manuel Becerra Acosta. Funcionarios y reporteros de aquella época, ya mencionados o no, como algunos sugieren, que fue hasta que llegó y salió Julio.
Es la peor mentira de la historia contemporánea.
Honor a quien honor merece. A los que mantuvieron Excélsior en las nubes durante primero treinta años, y luego, con Regino 25 más.
Soy el primero en llorar por el que fue Excélsior y lo que es hoy.
craveloygalindo@gmail.com
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