Víctor de Regil
Alejandro Armenta y es gobernador constitucional en funciones de Puebla. El oriundo de Acatzingo, ha sido todo lo que la política puede ofrecer: presidente municipal, diputado federal y local, Senador, dirigente partidista, secretario de Estado y, ahora, en su máxima responsabilidad, gobernador de Puebla.
Recordemos que en los últimos años de la historia de Puebla, ha habido gobernadores que, intencionalmente o no, han sido amados y odiados, lo que ha dependido no sólo el éxito o fracaso de sus gestiones, sino también el paso de sus nombres a la historia.
Entre los ex gobernadores que impusieron una mano dura y que prefieron ser amados que temidos, con una visión reduccionista, se puede decir que Manuel Bartlett Díaz, Rafael Moreno Valle Rosas y Luis Miguel Barbosa Huerta eligieron conscientemente ser temidos. Y vaya que lo lograron con creces.
Estos personajes gobernaron con y a partir del miedo; sobre todo en el caso de estos dos últimos, imperó la “ley del garrote”; la máxima de: “estás conmigo o contra mi”, y la vieja teoría de: “a los amigos, la gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
Lo que respecta a los ex gobernadores Mariano Piña Olaya y Mario Marín quisieron ser amados; de verdad lo intentaron, pero sus historias no tuvieron el final feliz que soñaron debido a los graves errores que cometieron en el camino.
En contraste, dentro de los ex gobernadores mejor recordados, incluso queridos, podría haber cierto consenso en que Melquiades Morales Flores, Tony Gali, Guillermo Pacheco Pulido y Sergio Salomón optaron por ser amados.
El nuevo gobernador, Armenta, ha dado pistas de como piensa gobernar: “Llego sin fobias ni filias. Llego sin odios ni rencores. No tengo por qué perseguir a nadie, me tengo que dedicar a lo mío. Yo no traigo retrovisor, no tengo interés en buscarle algo a alguien. Si hago eso, voy a perder el tiempo. No tengo rencores ni afán de persecución”.
Ha habido, sin embargo, gobernadores que en sus discursos inaugurales han hablado de reconciliación, de paz, de estabilidad, de gobernar por y para todos, pero han hecho todo lo contrario, acabaron dividiendo o polarizando a todos los poblanos. El caso más emblemático es el de Barbosa.
Ha habido otros que, desde el arranque de su sexenio, fijaron sin simulaciones el tono y el modo, la intención y el objetivo, y desde el primer día han perseguido y encarcelado a sus enemigos, como fue el caso de Moreno Valle. El miedo como arma de poder. El terror de los súbditos para mantener el control político.
En el caso de Alejandro Armenta, al menos hasta hoy, sus palabras, sus actitudes, su lenguaje corporal, su entorno, sus decisiones, sus compañías, hablan de un estilo personal de gobernar en el que el diálogo, pero sobre todo la política -el arte de lo posible- prevalecerán… siempre y cuando nadie quiera o pretenda pasarse de listo.
Otra de sus declaraciones que definen a Armenta ha sido: “Me comprometo a continuar con la tarea de reconciliación a favor de Puebla (…) Refrendo mi compromiso de ser un gobernador justo, honesto e incansable (…) ¡El poder solo se vuelve virtud cuando se pone al servicio de los demás!”, dijo en el edificio legislativo de Los Fuertes al convertirse en el gobernador 118 de la historia de Puebla.
Se sabe que la mayoría de los hombres, por naturaleza, se transforman en el poder, y que las tensiones, ocupaciones, obligaciones y problemas de la compleja tarea de gobernar, van modificando tanto comportamiento como ideas iniciales.
Alejandro Armenta no es un improvisado, ha bebido experiencias de otros sexenios y seguramente de ellas, ha aprendido.