Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Su libro Entre vidas (selección de cuentos publicado por Ediciones Mastodonte, en CDMX) explora los dilemas del ser humano a través de cada uno de los personajes que habitan sus historias.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró y, recientemente, fue incluida en la Antología del III Concurso Nacional e Internacional de Relatos Breves, a que convoca el Ático, en Israel. Hoy, a Tere, escribir se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
Hubo empate
En el Olimpo, los dioses disfrutan del verano, descansando sobre camastros; con un séquito de sirvientes que los atienden. Ven desde arriba a la pobre humanidad.
—¿Te imaginas ser mortal y levantarte temprano todos los días? Limpiar tu casa, cocinar e ir a trabajar ocho horas… ¿para mantener a una familia? — reflexiona Apolo, mientras uno de sus criados lo afeita escrupulosamente.
—O enfermarte e ir al doctor y usar medicamentos que, a veces, solucionan un mal y provocan otro… —replica Zeus—. ¿Qué harías, si te enamoras de alguien y te rechaza? —dice y lanza un par de rayos a la alberca donde emerge una estatua de Afrodita.
En ocasiones, para pasar el tiempo, hacen apuestas en las que, claramente, ninguno compromete sus propios poderes. Artemisa nunca arriesgaría a su venado, Hermes no sacrificaría las sandalias aladas y Poseidón tampoco pondría en juego su tridente… ¡Eso jamás!
¿A qué jugaremos hoy?: se preguntaron, aquel día, los elegidos del Dodecateón.
—¡Pondremos a prueba a los seres humanos! — cantaron, a coro, algunos.
—¡Ay, no griten! Son tan desafinados —dijo Apolo, tapándose los oídos con las manos y no escuchó que quedaba abierto el debate:
—¿Qué es lo más valorado por las personas? —cuestionó Zeus.
—¡El amor! —proclamó Afrodita, sin perder tiempo, acariciando una nube con forma de corazón.
—El conocimiento, que nos hace libres —dijo, pausadamente, Atenea.
—La satisfacción de sus necesidades básicas: ¡estoy segura! —afirmó Deméter y sopló una ramita de trigo.
—¡El placer! —corrigió Apolo, molesto porque se le adelantaron y él siempre tenía la razón.
Nadie quería reconocerse derrotado.
—Sin duda, lo más valorado es la astucia que les abre tantas puertas —replicó Ares.
—¡Viajar! —añadió Hermes sobrevolando—. Solo viajando se conoce, verdaderamente, el mundo.
—Sin procrear, la humanidad llegaría a su fin —advirtió Artemisa.
—¡No tienen idea! Los mortales solo intentan llevar una vida sin errores, para no caer en el infierno — dijo Hades, con la enorme sonrisa burlona que lo caracterizaba. Sabía lo difícil que se les hacía, a los hombres, librarse de culpas; por eso tenía bajo su yugo a tantas almas perdidas.
—Pues yo pienso que la gente no valora nada —aseguró Poseidón. Creé a los caballos para que les sirvieran como medio de transporte y aligeraran sus labores diarias; pero ahora los utilizan para conquistar otros territorios y alimentar al odio.
—Buscan la venganza, cual fieras. La infidelidad y la destrucción de la familia, producto de la ambición: es lo que mueve a mujeres y hombres —la mirada incisiva de Hera recorrió el rostro de cada uno de los dioses.
El murmullo, producto de la discordia, creció y el Olimpo comenzó a temblar…
—¡Orden, por favor! —pidió Hefesto. Su naturaleza pacifista invitaba siempre a la reflexión—. Le hemos echado demasiada leña al fuego —avisó—. ¿No será que los mortales valoran el equilibrio? Nadie es enteramente bueno y hasta los más villanos tienen su corazoncito.
—¿Ustedes qué creen? —intervino Zeus— Es hora de sacar la balanza —. El juego concluiría—. ¿Ganará el amor o el odio? —interrogó—. ¡Qué corran las apuestas! El equipo ganador dominará a la humanidad, bajo los preceptos del amor o el odio, hasta el fin de los tiempos.