Irvin Iván Vieyra Córdoba. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM. Sus campos de interés refieren en materia social, principalmente en recursos humanos, políticas públicas, derechos humanos, asistencia social, ética y perspectivas de género, por mencionar algunas.
Tiene algunos reconocimientos como: Mención honorífica (UNAM), Diplomas de colaboración (Instituto para el Desarrollo Humano y Lucha contra la Pobreza), Investigación para el Servicio Profesional de Carrera (FCPyS), Gobierno Digital (GobCDMX).
Sin lugar a duda, su mejor logro ha sido cuidar, educar y mantener, él solo, a cuatro adorables niños y todos son seres de bien. Aunque a veces roban la comida de la mesa, esconden los juguetes, ensucian mucho su ropa, destruyen las plantas del jardín y les encanta descolgar las cortinas, los muy mal agradecidos. Ah, y a veces ladran.
La disculpa: ¿escalera de aprendizaje o reconocimiento de debilidad?
Perdón, cometí un error, me equivoqué, lo siento, no debí hacerlo, disculpa, me arrepiento, lo lamento; son algunas expresiones que por sí mismas conllevan una carga emocional profunda y que pueden verse involucradas en una infinidad de contextos y, aun así, son expresiones que no se utilizan en la cotidianeidad.
Pero, ¿qué fundamenta su aplicación?
Día con día nos involucramos en situaciones que conllevan un proceso para tomar decisiones, sean éstas con enfoques de solución a problemas y otras menos racionales. En el día se toman alrededor de 35,000 decisiones[1], de las cuales, tan solo el 0.26% se toman de forma consiente.[2] Simplemente porque la mayoría son actividades tan automatizadas en la rutina o derivan de conocimientos empíricos que conforman patrones de ejecución. Con esto en mente, es normal errar en alguna de ellas.
Incluso si nos concentramos en las variables descritas y suponemos que tomamos dos o cuatro decisiones racionales por hora, ¿qué incentivo y justificación tienen?, la primera percepción sería que: el actuar se guía por la lógica, para tomar la mejor decisión. Sin embargo, las emociones también involucran circuitos neuronales que modifican, o eliminan ciertos enfoques lógicos.
La segunda refiere a la consideración de hacer lo que más nos beneficia, o, en otras palabras, lo que menos nos cause o pueda causar algún daño, con un análisis individual o colectivo que también implica consideraciones morales de lo que es bueno y malo.
Por otra parte, aquellas decisiones que nos posicionan en confrontaciones de alternativas y la derivación de pautas heredadas, es decir, patrones de comportamiento que guían nuestro actuar y la forma en cómo nos desenvolvemos para elegir hacer o no hacer algo.
Por último, decisiones que parten desde la impulsividad, hay un chiste muy famoso donde una persona pone en su currículum que es rápido en matemáticas y cuando el entrevistador le pregunta la raíz cuadrada de 1560, éste responde a la brevedad que la respuesta es 10, a lo que el entrevistador le comenta que no es correcto, y él le contesta “no, pero fui rápido”.
Comprender que durante el comportamiento cotidiano y en los escenarios que se nos presentan se pueden cometer, estadísticamente, una gran cantidad de errores, es un punto de partida clave para identificar los distintos enfoques de la disculpa.
Enfoques de la disculpa
Podemos considerar que la disculpa deriva como una medida integral para intentar reparar un daño. Sin embargo, considero que podemos interpretarla desde dos principales enfoques, uno externo y otro interno. El externo refiere a la responsabilidad de disminuir el daño de forma simbólica mediante un reconocimiento social, mientras que el interno se entiende como la capacidad de autorreflexión donde se admite un error que no debió ocurrir, sea cual sea el tipo de decisión empleada.
Ahora, una disculpa por sí misma no conlleva un proceso de empatía ni autorreflexión. Hay personas que se disculpan hasta por tropezarse solas y otras más que se disculpan ofendiendo. Cuántas veces hemos escuchado frases tan exageradas como “sobre mi cadáver tendrá mi disculpa”, “primero muerto antes que pedir perdón”, “prefiero morir a humillarme”, “mi orgullo no me deja pedir disculpas”, “nunca me equivoco”.
Recuerdo que hace tiempo, en mi anterior área de trabajo, mi director me encargó realizar modificaciones a algunas diapositivas para un curso que se ofrecería en una plataforma virtual, pero por falta de experiencia cometí algunos errores en el desarrollo y se me olvidó atender algunas instrucciones que me había dado. Cuando llegó la hora de revisar los resultados, casi inmediatamente se percató de las fallas y como un regaño me preguntó por qué no había atendido sus instrucciones. Yo estaba a punto de decirle una infinidad de excusas, que no llevaba mucho en el área, que me faltaba práctica en el proceso, que yo le había entendido otro formato, que nadie me había capacitado, entre otras más. Pero en la primera oración que expuse me interrumpió abruptamente y me dijo su famosa frase “no te justifiques”.
Posteriormente, en todo el tiempo que trabajé con él, cada vez que intentaba darle una explicación por alguna falla, me callaba con la misma frase “no te justifiques”. Algo tan simple como eso, me puso a reflexionar en cada situación, me di cuenta de que lo que realmente quería decirme era que no importaban las razones que dieron lugar al problema, lo que realmente importaba era reconocer el error, enmendarlo y aprender de él.
Muchas veces volvemos las cosas tan complicadas por evitar admitir un error, sea por la necesidad de un reconocimiento social, por miedo a las consecuencias, quedar bien con los demás o simplemente asimilamos la disculpa con la debilidad.
En otra ocasión, recuerdo que en una clase de guitarra no ajusté correctamente la base del atril, pues me daba pereza montar y desmontar todo, así que sólo lo sujeté con una pinza. Al poco rato, otro alumno accidentalmente empujó el atril con su mano y me cayó en el pie. Realmente no me causó lesiones, pero para que no me cobraran los daños me aferré al argumento de que por su falta de cuidado me había lastimado el pie, fue tanta la necedad que terminé internado en el hospital hasta que me dieran los resultados de los estudios, todo por falta de reconocer la culpa y no hacer las cosas bien.
He conocido casos donde las personas se dejan de hablar, pelean e incluso terminan con denuncias o demandas, todo por el simple hecho de evitar reconocer un error y disculparse. Cuando complicamos las cosas por falta de ello, pueden derivar dos situaciones, una con una resolución rápida, que no implica mayores afectaciones y otra, en un efecto que vulgarmente se conoce como “bola de nieve”. Un problema envuelve a otro, éste a su vez a otro y cuando menos nos dimos cuenta, se ha vuelto tan grande que lo único que lo detiene es el impacto.
A pesar de verse tan sencillo, una disculpa también implica un alto nivel de valentía. Es verdad que depende mucho del contexto, pero fuera del sentido simbólico, implica reconocer algo muy duro, no un simple error, sino que ese error lo cometí yo y cuesta más cuando derivó de una decisión racional que causo mucho daño.
En cualquier caso, la disculpa es una acción que debe involucrarse en la cultura, en cualquier situación y ámbito de vida, reconocer que erramos, pero nos arrepentimos de ello y mejoramos en el proceso, “la misma ciencia funciona de esa forma, se corrige a sí misma”. No hay decisiones totales ni ideas absolutas, actuamos conforme lo que se cree mejor en un determinado tiempo y contexto, tener la responsabilidad de disculparse no implica un acto de debilidad, al contrario, es el sentido de valentía por afrontar las consecuencias de las libertades que heredamos.
Me he equivocado y quiero ofrecer una disculpa por ello, y ¿tú…?
[1] Barbara Sahakian, Jamie Nicole LaBuzetta. Bad Moves: How Decision Making Goes Wrong, and the Ethics of Smart Drugs, 1ª ed. OUP Oxford, 2013, citado en Truist Bank. De qué manera la fatiga de decisión puede afectar su mente y su billetera. Truist Financial Corporation, 2024. https://es.truist.com/money-mindset/principles/mind-money-connection/decision-fatigue#disc1
[2] Lasexta. ¿Sabías que solo somos conscientes del 1% de las decisiones que tomamos al día? 2018. https://www.lasexta.com/noticias/ciencia-tecnologia/sabias-que-solo-somos-conscientes-decisiones-que-tomamos-dia_201812045c0664ac0cf222fc94ebb204.html