Claudia se sacó la rifa del tigre

Gustavo Monterrubio Alfaro

AMLO heredó a CSP una economía con saldo positivo y en equilibrio, todo manejable, plausible, ¡pero en inseguridad!, le heredó un oneroso fardo que contrapesa negativamente el saldo positivo de la economía; porque si bien las penurias económicas causan privaciones, angustia y desesperanza, los desaparecidos, asesinados, mutilados y lisiados causan quebrantos económicos, traumas, incertidumbre, inseguridad y rabia, que dañan el patrimonio, la salud física y mental de quienes tienen en su haber uno o más de estos eventos funestos, que por añadidura quedan impunes, y por si lo anterior fuera insuficiente, quienes se empeñan en exigir información de sus familiares y encima realizan el trabajo que es obligación de las autoridades, que por corrupción, complicidad, indolencia e ineptitud se niegan a realizar, corren el riesgo de ser agredidas, secuestradas, desaparecidas y asesinadas. Y aquí es donde inicia el problema.
No quiero ser pesimista, pero esta ciclópea empresa es la de un simple mortal, luchando con una simple adarga contra la Hidra de Lerna.
Omar García Harfuch se parece a un Teseo abandonado a su suerte, sin la complicidad de una Ariadna que le provea del ingenio y el medio para salir del intrincado y escabroso laberinto, más oscuro, lóbrego e insondable que el de Creta, más aún, en el laberinto mexicano no hay sólo un Minotauro, sino decenas de éstos.
Empecemos por el origen. Felipe Calderón, siguiendo instrucciones de la entonces secretaria de estado, Hillary Clinton, declaró la que llamó “guerra contra el narco” que no fue tal, sino un ardid para encubrir la represión a movimientos y líderes sociales, a periodistas, militantes de partidos opositores y todo disidente que desafiara al gobierno; pero sobre todo, este fue el quid de la trama, impulsar el trasiego ilegal de armas, el negocio que faltaba para complementar el de las drogas, que ha crecido en paralelo a la incapacidad gubernamental para combatirlo, y que a partir de entonces, los presidentes que le sucedieron, por la razón que sea, permitieron que alcanzara los explosivos niveles actuales.
Al grado que los criminales controlan bastos territorios e imponen sus códigos y leyes en éstos, y amplían su influencia hasta en regiones, como dice la gente, donde hay gobierno; imponiendo el terror y controlando por miedo y desamparo a la población; hacen pública ostentación de fuerza y presencia; obligan a ciudadanos pacíficos a desplazarse de sus tierras; imponen tarifas por kilo de aguacate y limón cortado; exigen derecho de piso a negocios; afectan las actividades económicas en ciudades enteras; desaparecen, asesinan, mutilan y secuestran con total y absoluta impunidad y libertad; desafían al gobierno y ¡no pasa nada!
Aunado a lo anterior, nos estamos acercando peligrosamente a una “normalización” de la violencia, porque casi nadie se sorprende ni escandaliza de las masacres cotidianas, del asesinato de infantes y bebés, de la violencia extrema, de los narco mensajes; por otro lado, cada vez más particulares evaden los tortuosos, corruptos y laberínticos procedimientos judiciales y optan por la solución de los litigios a tiros: por problemas pasionales, financieros, personales, laborales, vecinales, por la posesión de tierras e inmuebles, demarcaciones territoriales, en suma, todo litigio que se empantana entre necios y porfiados.
Es probable que el incremento de los actos delictivos y de las exhibiciones de fuerza, se deban a que el sexenio inicia y las organizaciones criminales están midiendo la reacción del gobierno o están enviando mensajes de que es conveniente sentarse a negociar.
Reitero las preguntas que he formulado desde hace muchas lunas, ¿cómo se explica que a diario ingresen a territorio del tío Sam toneladas de drogas de todos los olores, colores, sabores y efectos; se almacenen y distribuyan con absoluta impunidad y libertad? ¿Cómo se explica que a diario crucen ilegalmente la frontera decenas de miles de armas hacia México? Yo mismo respondo: por la profunda y extendida corrupción, desde las más altas esferas del poder político y económico, hasta el anónimo narcomenudista callejero.
Insisto que mientras Estados Unidos siga beneficiándose del mercado de estupefacientes, del trasiego ilegal de armas y del lavado de dinero, aunado a que en tanto los gobiernos, entre ellos el mexicano, acepten acríticamente, no cuestionen la hipócrita estrategia del gobierno norteamericano de culpar a factores exógenos de la creciente demanda de drogas y muertes por sobredosis, a los cárteles extranjeros y a la corrupción ajena, y no atienda los factores endógenos, esto es, en tanto no se comprometa realmente a combatir el consumo de drogas, enfrentar a las mafias domésticas de narcotraficantes, traficantes de armas y personas, y mire de soslayo a los cárteles financiero y político de todas las razas y estratos sociales, no habrá plan, estrategia ni recursos humanos y materiales suficientes para combatir a la hidra del crimen organizado y desorganizado.
En suma, mientras ellos ponen la diversión y los muertos por superabundancia de estimulantes, nosotros ponemos la destrucción del tejido social y patrimonios, los muertos, secuestrados, descuartizados, mutilados, lisiados y desaparecidos por los líos entre criminales, entre éstos y las fuerzas gubernamentales, en virtud que la estrategia que aplican en todo el mundo las instituciones públicas encargadas de combatir las actividades ilícitas, consiste en proteger a unos y combatir a otros.
En lo interno, en tanto no se reduzca la corrupción a niveles tolerables, que no impacte la estrategia para combatir al crimen organizado y desorganizado, esto es, mientras presidentes municipales y gobernadores, militares y policías federales, estatales y municipales y funcionarios de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, sean cómplices, protectores y socios de los criminales, alguien podrá objetarme: ¿quién cerrará la puerta?, pues de esta magnitud es el acertijo a resolver, en este contexto, no creo que se obtengan resultados espectaculares; con que fuera contenida la espiral de violencia que azota al país, con eso me conformaría. Pero, ¿será posible?
¿Funcionará la coordinación informativa para mapear las zonas de incidencia delictiva, sí gobernadores y presidentes municipales están del lado de los malos?
El gobierno debe poner especial atención a los gritos de desesperación que se escuchan a lo largo y ancho del país, sobre la ya insoportable actividad criminal en sus rancherías, comunidades, pueblos, colonias y ciudades; no debe soslayar que el estoicismo azteca tiene límite y éste ya alcanzó el punto de inflexión.
Cuando Juan Pueblo llega al límite de tolerancia, explota, y como todo evento de esta naturaleza es incontrolable una vez activado; no creo que el gobierno espere a que esto ocurra, porque sería demasiado tarde.
Vuelvo a proponer que se organicen grupos élite de reacción rápida en cada una de las entidades federativas, con militares y policías seleccionados rigurosamente, con la capacidad, formación, capacitación, equipamiento y tecnología e incentivos atractivos que atiendan las emergencias de contención que se presenten, y que se legisle respecto a hacer corresponsable al capo detenido de los desmanes que sus huestes provoquen como quema de móviles, negocios, bloqueos de rúas, homicidios y demás.
La otra opción, que encuentra una fuerte oposición, particularmente de los hipócritas que se benefician de las actividades ilícitas, no obstante, el gobierno debe reflexionar seriamente sobre la conveniencia de legalizar la portación de armas para defensa personal, porque si el gobierno es incapaz de resolver el gravísimo problema de la espiral de violencia que crece sin cesar, debe humildemente aceptarlo y permitir que el pueblo se defienda a sí mismo, porque en esto, parafraseo un eslogan de AMLO: solo el pueblo armado, puede salvar al pueblo desarmado.
Otra propuesta que repito, tan espinosa como la anterior, consiste en negociar con los grupos criminales, trazando líneas rojas e imponiendo reglas, por ejemplo, todo aquel que las cruce, descargar contra él todo el peso del estado.
En Estados Unidos, China, Rusia y Japón, por poner unos ejemplos, es seguro que hay acuerdos tácitos con las mafias anglosajonas e italianas, la triada, la mafia rusa y la yacuza, respectivamente, que se someten a las reglas, o sea, valores entendidos.
Estas reglas pueden ser: no masacres, no tocar a quien no esté involucrado, no generar caos ni afectar las actividades económicas legales, no levantones ni secuestro de inocentes; no extorsión, establecer corredores de tránsito libre, y cualquiera que coadyuve a reducir los índices delictivos.
Los gobiernos priistas aplicaron una estrategia que funcionaba para México, no para Estados Unidos, que consistía en cada sexenio proteger a un solo grupo criminal y al alimón combatir al resto, esto es, no dejar que creciera en la medida que acumulara recursos para disputar la hegemonía al protegido, y funcionó, hasta que Calderón, a instancias del gobierno norteamericano, dio un golpe de timón, y hoy tenemos un país en llamas que es justamente lo que el gobierno gringo quería.
Hay una realidad que no se ha sopesado y es el hecho que la guerra de todos contra todos no beneficia a nadie -excepto a Estados Unidos- y menos a los capos de los grupos en liza; para empezar, viven a salto de mata, pernoctando cada noche en diferente lugar, permanecen unas horas en cada sitio, viven en la clandestinidad, ni para ir al baño gozan de privacidad, son protegidos por decenas de guaruras, además, familiares y colaboradores cercanos son perseguidos, encarcelados, heridos y asesinados.
No se le puede llamar vida o por lo menos no es nada cómodo vivir las 24 horas del día, los 365 días del año, acosado por tres miedos: miedo a ser traicionado, miedo a ser arrestado, miedo a ser localizado por sus enemigos.
Si se encuestara a los capos respecto a cuál sería su mayor deseo, estoy seguro que la mayoría estaría dispuesto a cambiar parte de su riqueza por unas horas de libertad y tranquilidad.
Su fortuna se tasa en decenas de miles de millones de euros, pero, ¿de qué les sirven? ¿La felicidad, la tranquilidad, la paz, la unidad y la seguridad familiar, se adquieren acaso en la tienda de conveniencia más cercana a su domicilio?
Y al final, ¿quién gana? Los criminales con fuero, o sea, los políticos y los prestanombres que se apropian de los bienes una vez muerto el capo o incluso apenas cae en chirona.
Y los encargados de combatirlos, las fuerzas del orden, a las que les encanta reventar casas, porque las diligencias son un festivo saqueo.
Y los jueces y abogados que cobran cara su asesoría.
¿Qué pasó con los 25 mil o 30 mil millones de dólares de la fortuna estimada de Pablo Escobar Gaviria? Su finca insignia Nápoles quedó abandonada y en ruinas, del fabuloso zoológico nadie se hizo cargo, las exóticas especies vagaban sin rumbo; miles de millones de dólares fueron encontrados accidentalmente por particulares en las llamadas caletas, algunos no quisieron líos y los entregaron al gobierno, otros más listillos se los quedaron.
Una de las esposas de Pablo Escobar afirmó que la mitad de la fortuna se le entregó a los Pepes, acrónimo de Perseguidos por Pablo Escobar, este grupo formado por ex socios y enemigos del capo, fue clave en la persecución, acoso y muerte del mismo, a cambio de cesar la persecución de familiares de éste.
Una sobrina de Pablo Escobar, Laura Escobar, declaró que el capo dejó testamento, pero que nadie sabía a cuánto ascendía la fortuna.
“El 50 % para mi esposa y mis dos hijos, las obras de arte y las joyas para mi hija, los carros de colección para mi hijo Juan Pablo. Del otro 50 %, un 1 % para una tía abuela que se llama Luz Mila y el 49 % restante, para mi papá, mi mamá y mis hermanos en partes iguales». (El Tiempo. 19/IX/24)
Una última pregunta para todos: ¿quién trabaja para quién?