José Antonio López Sosa
No cabe duda que el contagio del presidente Andrés Manuel López Obrador de Covid-19, ha desatado el odio y encono de buena parte de cibernáutas, algunos reales y otros granjas de bots.
También es claro, que leer tantos mensajes de odio, disfrutando con el contagio del presidente, asegurando teorías conspiratorias habla de la sociedad que somos y del por qué estamos como estamos.
Sí, el presidente López Obrador ha sido un pésimo ejemplo para el manejo de la pandemia, se ha rehusado a portar cubrebocas y ha incidido en que sus propios funcionarios –López-Gatell incluido– descalifiquen la necesidad de su uso.
Sí, el presidente López Obrador no ha contribuido a guardar la sana distancia al no renunciar a sus conferencias de prensa matutinas en la parte más álgida de la pandemia, así como a seguir con sus giras no obstante los complicados momentos que vive el país.
Sí, el presidente López Obrador ha revuelto la política con la ciencia al afirmar que «no mentir, no robar, no traicionar, eso ayuda mucho para que no dé el coronavirus».
A pesar de todo lo que podamos remembrar, informar y analizar sobre la actuación del presidente frente a la pandemia desde lo personal, me parece que nadie debería congratularse, burlarse o sentirse satisfecho con que otro ser humano se contagie de SARS-CoV-2.
Los mensajes de odio y burla, hablan más de quién los emite que de la propia coyuntura polarizada que existe en el país.
El odio y el encono no ayudan a nada, ni siquiera al desahogo que creen tener quienes vierten visceralmente todo tipo de insultos y comentarios del estilo en redes sociales.
¿Hay que exigirle al presidente? (a pesar de su contagio), sí, es momento de presionar para que use el cubrebocas, para que guarde la sana distancia y se tome más en serio el tema del Covid-19 con relación a sus acciones, sus dichos y su estilo. No hace más o menos presidente a una persona usar cubrebocas. No hace más o menos líder a un ser humano guardar la sana distancia y aislarse mientras pasa la pandemia. No tendrá más o menos votos si respeta los lineamientos (y no los impone) de las autoridades sanitarias.
En fin, cualquier gozo con la enfermedad y la desgracia del otro, en forma personal, habla de una deleznable y miserable calidad de ser humano.