María de los Ángeles González Ruiz. Amigos

 

María de los Ángeles González Ruiz. Estudió Licenciatura en Derecho en la UCC (Universidad Cristóbal Colón), en Veracruz. Ha tomado diferentes cursos y diplomados de Historia de México e Historia Universal. También ha participado en clubes y círculos de lectura.

Desde pequeña disfruta el deporte, en especial la carrera y las actividades acuáticas. Obtuvo certificaciones en Buceo Avanzado por parte de FMAS (Federación Mexicana de Actividades Subacuáticas), PADI (Professional Association of Diving Instructors) y SSI (Scuba Schools International). La Generalitat de Cataluña le otorgó el título de Patrón de Embarcaciones de Recreo. Además, tomó un curso de Introducción a la Arqueología Submarina por NAS (Nautical Archaeology Society ­— México).

Actualmente se adentra al mundo de la literatura en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por el maestro Miguel Barroso Hernández.

 

Amigos

 

Cuando, instintivamente, Ángel alzó la vista a su departamento quedó petrificado. Era la tarde de un viernes y volvía dispuesto a descansar, después de una pesada semana con exámenes. Esperaba que el semáforo cambiara a verde para cruzar al edificio y vio a Jaime subido sobre el parapeto del sexto piso, donde vivía, dispuesto a lanzarse al vacío.

Jaime y Ángel se habían conocido en Puebla, 4 años antes; porque llegaron a estudiar la carrera de Derecho y, desde el primer día, congeniaron y hacían equipo para estudiar. A los pocos días, decidieron compartir departamento en un edificio a escasas cuadras del campus.

Ambos eran excelentes estudiantes, pero también buenos para la fiesta. Y tristemente, con el tiempo, Jaime comenzó a abusar de la bebida. Poco a poco, fue perdiendo el control y buscó sustancias más fuertes hasta que se volvió una adicción. Ángel, notando la gravedad, informó la situación a los padres del amigo y estos internaron a su hijo en una renombrada clínica de desintoxicación y rehabilitación.

Tras un mes de tratamientos y terapia, los médicos consideraron que Jaime podía salir. Ciertamente, las primeras 3 semanas se enfocó en los estudios y solo salía a la facultad o a las reuniones del grupo de apoyo. A veces, sin embargo, hay necesidades que superan al deseo de bienestar… Pese a los consejos y regaños de Ángel, a escondidas, Jaime volvió a consumir alcohol y drogas. Por eso estaba a punto de lanzarse a la calle.

Aquella tarde sus padres lo trataban de convencer para que regresara a la clínica.

—¡Prefiero morir a volver a ese maldito lugar!

Desesperado, se había subido al muro del balcón y fue en ese momento que Ángel lo vio desde la acera de enfrente. ¡Debía evitarlo!

Todavía con el semáforo en rojo, corrió al elevador del edificio, como alma que lleva el diablo. Y ya en el departamento intentó tranquilizarse para poder trasmitirle paz al amigo.

—¡Jaime, no lo hagas, te necesito conmigo! —dijo, reflejando en su voz el enorme cariño que le tenía—. Nos prometimos que terminaríamos la carrera juntos, ¿recuerdas?

La mirada de Jaime transitó de la ira a la tristeza y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Yo me convertiré en tu sombra. ¡Juntos lo lograremos! —aseguró Ángel, ya cerca, extendiéndole la mano.

Entre risas, aún siguen recordando ese abrazo con el que, aquel viernes, celebraron la vida.