Cuauhtémoc Merino. Día de Muertos o de las Letras vivas

 

Cuauhtémoc Merino. Su mamá Chelo le dijo que nació en Cuautla, Morelos, y que es de signo Caprichornio. Dice él que es licenciado en Literatura Hispánica y Lingüística de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, BUAP, o del parque de Santo Domingo, Deefe, ya ni se acuerda, pero lo que no dice es que fue becado para estudiar literatura en Moscú, en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, 1986, de donde lo corrieron antes de que le cayera en la tatema un trozo del Muro de Berlín.

Por exceso de chelines fue profesor rural de secundaria, en preparatorias privadas, de razón, y de varias universidades como la UNAM, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y el Instituto Politécnico Nacional, IPN, y de otras universidades particulares de gran prestigio, patito.

 

Día de Muertos

o

de las Letras vivas

 

In memoriam de Carlitos Merino y Efraín, Fincho, Ruvalcaba

A Andrés y Néstor Quiñones por compartirme de su jardín

 Y, claro, a Gonzalo Valenzuela y Moisés Arenas, por lo que ellos saben

 

El amor es una de las respuestas 

que el hombre ha inventado para 

mirar de frente a la muerte.

Octavio Paz

 

¿Qué es la muerte? Si todavía no

sabemos lo que es la vida, ¿cómo

puede inquietarnos conocer

la esencia de la muerte?

Confucio

 

El México profundo vive la muerte y la vida en un ollin eterno e infinito, sin pausa y con interludios en los campos de los susurros carnales donde las letras están vivas, donde se agazapan búhos, lechuzas y tecolotes que festinan con sus picos la entrada en el Mictlan y el renacimiento de  Tlalchi Tonatiuh, El Sol de abajo, que asciende con los primeros rasguños del sol junto con el séquito de mujeres caídas durante el parto y de los guerreros muertos en la batalla que renacerán en colibríes y con su sangre darán vida a los cempasúchil dorados, a las flores terciopelo o a las  cresta de gallo de  “intensos rosa, naranja o violeta en el Día de Muertos: Abre sus pétalos de terciopelo, mientras la cubre gélido rocío, hecho de lágrimas que forman río, de los que sufren sin tener consuelo”.

México vive y crepita en sus bosques, playas y desiertos dulcemente ensangrentados y en sus escritoras y escritores, como tú, Ricardo que divisabas, cuando eras niño, a un México de tus ensoñaciones, y que acabaron en pesadillas y tú, mientras, te despeñabas como agua cristalina, cayendo iridiscente de las cascadas de las sierras sí, querido Flores Magón, caías refulgente de las montañas oaxaqueñas en la búsqueda del santo grial: la libertad: “Mientras el pobre se conforma con ser pobre; mientras el oprimido se conforma con ser esclavo, no hay libertad, no hay progreso. Pero cuando la discordia tienta el corazón de los humildes; cuando viene y les dice que mientras ellos sufren, sus señores gozan, y que todos tenemos derecho a gozar y vivir, arden entonces las pasiones y destruyen y crean el mismo tiempo; talan y cultivan, derriban y edifican. ¡Bendita sea la discordia!”.

 

Escritoras y escritores de México y del mundo han poetizado la trascendencia de escribir, como el gran novelista ruso que amaba a los niños y a los animales, León Tolstoi: “(En) veinte años, los que ahora son niños, leerán mis escritos, y que esa lectura les hará reír, llorar y amar la vida, (entonces) dedicaría todo mi tiempo y todos mis esfuerzos a esa tarea”.

 

Y hoy, mis caras, Inés Arredondo, María Elvira Bermúdez,  Nellie Campobello, Elena Garro, Luisa Josefina Hernández y, claro, nuestra Juana de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz, no están olvidadas: Ustedes, quienes escribieron para vivir y no morir en la vida-muerte machista de plenilunios que les tocó llevar como caída de velos y desvelos de nuestra Llorona y tú, Nellie Campobello, rememoras tu niñez: “Salieron de los treintas diez fogonazos que se incrustaron en su cuerpo hincado de alcohol y cobardía. Un salto terrible al recibir los balazos luego cayó manándole sangre por muchos agujeros. Sus manos se le quedaron pegadas en la boca. Allí estuvo tirado tres días; se lo llevaron una tarde, quién sabe quién…”

 

Y qué decir de esa pérfida persecución y negación de tu exmarido, después de tanto amor, Elena, hasta te desterró no sólo de la República de las letras, sino hasta intentó desterrarte de ti, mi Elena Garro: “Perdíamos cuerpo y el mundo había perdido cuerpo. Por eso andábamos con el amor desesperado de los fantasmas: le dejaste por escrito a él , ¡ah!, y esto también: No todos los hombres alcanzan la perfección de morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver…”  ¿Y él, y él?, Elenita…

 

¿Y, te acuerdas, Rulfo, te acuerdas de Comala, Juan, en tanto buscabas a tu padre ausente, ausente, para sólo encontrar a La inefable?: Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor que es hambre de vida es anhelo de muerte, Octavio Paz dixit. ¡Ah, ah!, pero Madre sí está presente y omnipresente, ¿verdad, Coyote hambriento, Netzahualcóyotl:

 

 Nonantzin ihcuac nimiquiz/ motlecuilpan xinechtoca/ huan cuac tiaz titlaxcal chihuaz,/ ompa nopampa xichoca./Huan tla acah mitztlah tlaniz:/ Zoapille, ¿tleca tichoca?/ xiquilhui xoxouhqui in cuahuitl,/ techochcti ica popoca.

 

 Madre mía, cuando yo muera,/ entiérrame junto a tu hoguera, madre mía/ y cuando vayas a hacer las tortillas,/ ahí llora por mí, madre mía./ Y si alguien te pregunta:/ madre mía, ¿por qué lloras?/ Respóndeles: Es que está muy verde la leña/ y tanto humo me hace llorar.

 

“Comencé a escribir para vivir y ahora escribo para no morir”, confirma nuestro Carlos, sí, Fuentes, y qué decir del otro Carlos, Monsi, como le decían sus amigos, militante gay, activista, de prosa brillante y pulida, siempre preocupado por la gente del sótano de la patria, ¿por qué no Matria?: “¿Hasta qué punto es responsable de sus actos una persona abandonada, sin recursos ni capacidad específica, enloquecida por los malos tratos, la indiferencia y la imposibilidad de alimentar a los suyos?”

 

Y sí, Octavio, sí: “Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor que es hambre de vida es anhelo de muerte”. Y tu apellido no lo llevaste con serenidad porque, finalmente, te negaste a ti mismo y a tus palabras, tus palabras, Paz, ay, tus palabras, ya sabes, por eso de “la cercanía con el príncipe”.

 

Y bien, José Emilio Pacheco: “Es verdad que los muertos tampoco duran/ Ni siquiera la muerte permanece/ Todo vuelve a ser polvo/ Pero la cueva preservó su entierro/ Aquí están alineados/  cada uno con su ofrenda/ los huesos dueños de una historia secreta/ Aquí sabemos a qué sabe la muerte/ Aquí sabemos lo que sabe la muerte/ La piedra le dio vida a esta muerte/ La piedra se hizo lava de muerte/ Todo está muerto/ En esta cueva ni siquiera vive la muerte”.

 

Nosotros, tal vez, estamos muertos y muertas.

Ustedes están vivas, ustedes están vivos…

 

La Quiñonera, La Candelaria, Coyoacán, Ciudad de México, 1 noviembre 2024