Cuauhtémoc Merino. Porque la pintura también es poesía

Cuauhtémoc Merino. Su mamá Chelo le dijo que nació en Cuautla, Morelos, y que es de signo Caprichornio. Dice él que es licenciado en Literatura Hispánica y Lingüística de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, BUAP, o del parque de Santo Domingo, Deefe, ya ni se acuerda, pero lo que no dice es que fue becado para estudiar literatura en Moscú, en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, 1986, de donde lo corrieron antes de que le cayera en la tatema un trozo del Muro de Berlín.

Por exceso de chelines fue profesor rural de secundaria, en preparatorias privadas, de razón, y de varias universidades como la UNAM, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y el Instituto Politécnico Nacional, IPN, y de otras universidades particulares de gran prestigio, patito.

 

Del erotismo de René Jiménez

o

Fuente de vida

 

 

A Edaly Arciniega y Ana Laura López

 

Guarda silencio cuando no tengas nada que decir,

cuando la pasión genuina te mueva, di lo que tengas

que decir, y dilo caliente.

Lawrence

Erotismo y poesía: el primero es una

metáfora de la sexualidad, la segunda una

erotización del lenguaje.

Octavio Paz

 

Las esculturas, pinturas, arte objeto y fotografías de René Jiménez son provocadoras y, además, también son “palabras peludas”, Julio Cortázar dixit: penes con alas, manos, labios vaginales sonrientes, perdón el pleonasmo, senos, piernas y nalgas al aire están hechos con delectación en madera, metal, cerámica o papel y forman parte de su universo creativo; son sus juguetes de niño viejo que lo mismo los pinta, esculpe, retrata o juega con las formas y que, como en obra de demiurgo, de sus manos, la materia inerte cobra vida con luminosidad sensible, biófila o jodona, para las buenas conciencias: “La perversión es sólo otra forma de arte. Es como la pintura o el dibujo o la escultura. Excepto que, en lugar de pintura, nosotros, los pervertidos usamos el sexo como nuestro medio”, decía Stunich.

Jiménez esculpe, pinta y diseña: De  un pene y testículos venimos, de una vagina salimos a la luz, pereciera gritar en su obra Fuente de vida, labios vaginales y pubis, pergeñados  en tela, óleo, en cera  o en papel hecho a mano, pintados con un rojo grana cochinilla, hechos en técnicas mixtas, o de Babosas, pero sabrosas, esculturas de cerámica, que surgen entre la destruktion universal del ser: “Las culturas sexualmente progresivas nos dieron las matemáticas, la filosofía, la literatura, la civilización y el resto. En cambio, las sociedades sexualmente restrictivas produjeron la Edad Media y el Holocausto”, nos recuerda Alan Moore.

Las obras de Jiménez, fiel reflejo de su mundo exterior, son el equivalente de la literatura erótica de Musset, Sade, Joyce, Nabokov, Miller o García Márquez, y a los voyeurs  nos dejan copular con la fantasía y la imaginación en movimiento, son los  frutos de un cerebro que palpita, el verdadero centro erógeno del cuerpo y, así, su obra se inserta en el erotismo artístico, “del griego ἔρως, ἔρωτος érōs, érōtos ‘amor sexual’…, el placer sexual” y en la creatividad desnuda y lúdica; él es, como todo artista, un homo ludus: “El hombre sólo juega cuando es libre en el pleno sentido de la palabra y sólo es plenamente hombre cuando juega”, nos recuerda Schiller.

Esta exposición de René Jiménez se inserta actualmente en otro de los momentos más tanatofílicos de la historia de la humanidad, donde “la muerte tiene permiso” y la sangre, el dolor, la mentira, la tortura, la miseria, el martirologio y la muerte gobiernan la tierra que se bambolea hacia el nihilismo, hacia la Nada de Kafka, de Camus o de Sartre, ya ni siquiera tenemos el consuelo del infierno cristiano, Juan Pablo II dijo que no existe, ni del Mictlán azteca ni del Hades griego: la nada como origen, la nada como fin y donde sólo el amoroso acto creador le da sentido a la vida del ser humano: Ah, las pulsiones de vida y muerte, sí, Freud, sí…

Sus obras son un murmullo de viento de fresco que repta lúbrico entre el vaho emponzoñado de la guerra y de la peor de las torturas: la incertidumbre.

 

Muestra de la obra de René Jiménez, pintor oaxaqueño

La sociedad actual está enferma, palabras más o menos, decía Nietzsche, y sí, según la UNESCO, un niño en Latinoamérica cuando ha cumplido doce o trece años de edad, ya ha visto miles de homicidios violentos en los massmedia, es a lo que los teóricos llaman “sensibilización ideológica de las matrices de violencia”  para hacerlo insensible a matar o morir en nombre de Mammón y del becerro de oro y que, ahora, éste se volvió manada universal, sin embargo, oh, paradojas, a la niñez se le prohíbe ver cuando un hombre y una mujer, un hombre con un hombre o una mujer con una mujer se dan amor: “Si te hace falta amor, me llamas y lo hacemos”, diría el poeta de barriada.

Así, la obra de Jiménez posiblemente sea negada, escondida, soslayada por “pornográfica” u “obscena”, quién sabe, así ha sido el comportamiento y la incomprensión  en cuanto a la sexualidad y al arte a través de la historia y en muchas latitudes del mundo y su Martajando el chile, un molcajete de cerámica a la alta temperatura o La vena picante, pero sabrosa, un metate de bronce a la cera perdida, nunca vean la luz en un museo y menos, menos al aire libre, como su Vuelo libre, donde penes alados de bronce a la cera perdida y cerámica a la alta temperatura, flotan en el aire y  aunque “el instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre… (pues) está relacionado con la más alta   forma del espíritu”, decía  Jung, a este elan se le emascula o se le niega calentarse con Febo.

Las culturas madres occidentales, de Grecia y Roma, así como los hindúes, los árabes y los japoneses han sido más abiertos a las manifestaciones estéticas del erotismo-pornografía en el arte: por ejemplo, Afrodita, la diosa del amor que en su etimología significa “la de las bellas nalgas”, ¿qué tendrá que ver el amor con las nalgas?; y también encontramos las esculturas, en posiciones copulatorias del Kama Sutra, en las fachada de los templos hindúes y qué decir de la sensual literatura árabe, v.g., en su Quitaf alif laila na laila, Las mil y una noches, pues, o en El jardín perfumado o en los dibujos y las pinturas japonesas del arte Shunga, recordemos a Utamaro, por ejemplo, son prueba de ello.

 

Artista: René Jiménez

Título: Labios vaginales

“Sin prohibiciones no hay erotismo”, decía Bataille y Diane Ackerman se cuestiona “¿Qué es erótico? El juego acrobático de la imaginación. El mar de recuerdos en que nos bañamos. El modo en que acariciamos y adoramos las cosas con la mirada. Lo que es erótico es nuestra pasión por la vitalidad de la vida” y sí, creo, pienso y siento que la obra de Jiménez cumple con otras de las características del arte, no sólo con la estética o con la belleza, sino también lo grotesco, la fealdad, el asco, la molestia, la disrupción, el miedo, la incomodidad, la provocación y el terror son catarsis del arte.

“Todo arte es erótico”, decía Klimt, y eso encontramos en la obra lúdica jimeniana: Conversando, ¿en qué palo nos quedamos? Es una lámpara de penes de bronce. Y claro, en la obra de René Jiménez, oaxaqueño irredento, no podía faltar la divina inspiración,  la mujer, del latín mulier, muliéris, muller, mugier y mujer, que significa suave, blando, agradable al tacto y  él, erotómano y hombre ancilar de las féminas, les honra con sus creaturas de niño viejo: Mujer universal, en técnica mixta y en Superorgásmica, una fotografía de labios vaginales y en ¿Qué mujer no la añora?, una escultura de cerámica de un pene con una mujer abrazándolo con sus cuatro extremidades y su sonrisa vertical, lo que, finalmente,  nos trae a la memoria a Simone de Beauvoir: “El cristianismo le dio al erotismo su sabor de pecado y leyenda cuando dotó a la hembra humana de un alma”. Un alma-hembra biofílica que recorre, malgré tout, el mundo.

Sí, eros y thanatos cohabitan en un perpetuo ollin…