Enrique Gabriel Bret Rodríguez. Nació en Cuyoaco, Puebla, México en 1945. Estudió Ingeniería Química en la Benemérita Universidad Autónoma Puebla (BUAP). Su primer cuento titulado Cuento sin nombre fue ganador del primer lugar del Concurso de Cuento Infantil (1979) organizado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y publicado en la revista mensual TODOS en diciembre de ese año. Su inquietud y curiosidad lo llevaron a incursionar en la literatura en el año 2014, participando en diversos talleres de estilo y género, redacción, novela, cuento y poesía. Su segundo cuento titulado Cíclico, apareció publicado en 2016 en el libro Cuentos de la 5 oriente -Nuevos cuentistas poblanos (Editorial El billar de Lucrecia). Su primera novela titulada: Brunilda, bruja de dos mundos (Editorial de otro tipo. Agosto, 2022). Su cita favorita: Escribir para mí es simplemente pensar con los dedos.
A la vida
Vida veleidosa y diamantina, misterio indescifrable,
lluvia torrencial que se acompaña de penumbra y truenos,
de granizo que al golpear nuestra cabeza nos recuerda
esos coscorrones de corrección dados por nuestra madre.
Llovizna que reconforta el alma cuando flota en el ambiente,
chubasco fecundo que hace brotar el llanto del recién nacido,
lluvia convertida en aguanieve que en invierno escurre por la cara,
plagada de arrugas de una anciana que espera ansiosa despedirse.
Remolino existencial que sumerge en aguas frías y turbulentas,
revuelca sin piedad. Se burla de nosotros y al final nos saca a flote.
Chistera donde el Supremo Mago oculta conejos pletóricos de sorpresas,
mascadas de colores unidas con nudos de problemas que desata y resuelve.
Esperanzas y sueños vertidos en el crisol del finito y azaroso tiempo,
granos de arena y barro que el divino aliento inflama cada amanecer.
Así comienza todo, hasta que el destino cambia el rumbo. ¡Es perverso!
Al final la vida es callejón sin escape, henchido de aciertos y errores.
Breve como el relámpago que con su resplandor alucina e inquieta,
frágil y fuerte como telaraña, incierta como la oscuridad de la noche.
Navío que a través de olas venturosas y tranquilas nos conduce
para hacernos caer por la borda y sumergirnos en un mar de dudas.
Vida, árbol de cinco estaciones, joven y florida en primavera. En verano
hermosa e inquieta mozuela, en otoño cambiante y plena de madurez.
En invierno el afeite nunca olvida; pretende retroceder en el tiempo,
pero no puede, así que su último aliento lo espera en la quinta estación.
Mi pueblo
Mi pueblo, encrucijada de mitos y leyendas,
misterio subyugante de los tiempos idos.
Un par de centinelas pétreos lo atestiguan,
castigo de los dioses sumergidos en el olvido.
Es refugio de golondrinas en vuelo,
sarcasmos hirientes de pies descalzos,
cascada turbulenta de sollozos extraviados
entre laberintos y vericuetos del destino.
Susurro de agónica alegría en el ocaso fugaz,
cual lúgubre lamento el irónico viento esparce.
Transforma en arcoíris el corazón de sus paredes,
donde la lluvia pocas veces se digna a visitarlo.
Cactus, biznagas, chapulines y lagartijas,
transitan jubilosos por sus faldas agrestes.
Arrecife de cal y canto que un susurro cruel
conspirando con el tiempo pretende derrumbar.
Su amanecer es estornudo bullanguero
al compás de un arado y aperos de labranza.
Neblina que, al despuntar el día, respira
aroma a ocote en medio de la tierra húmeda.
La reja al roturar la tierra abre sendos surcos,
semillas que se arropan con lágrimas de noche
convertidas en rocío. Y sus brotes cubrirán el llano
donde la guadaña espera degollar la mala yerba.
Aullar lastimero de coyotes que la radiante luna
irrumpe para soslayarse en la tranquila noche.
Remolino multicolor de mayates, catarinas y avispas
que alrededor de un jaramago danzan y sonríen.