David Orozco de Gortari. David Orozco de Gortari

 

David Orozco de Gortari. Nacido en la Ciudad de México, hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad La Salle y obtuvo el título de Ingeniero Mecánico Electricista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre otras actividades extracurriculares, tomó un curso de metales en la Escuela de Artesanías del INBA.

Profesionalmente se desarrolló en la rama industrial. Participó, entre otros, en el programa OEA-92, para el fomento económico de comunidades indígenas en la Meseta Purépecha, en Michoacán. Participó en el Programa de Formación de Operadores de Maquinaria Agrícola para la preparación de tierras de cultivo y también en el Programa para el Rescate del Patrimonio Cultural y Artístico de los Ferrocarriles Nacionales (antes de su venta).

Actualmente explora el mundo de la literatura como vehículo para expresar inquietudes o reflexionar sobre la vida. Bajo la tutela del maestro Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró; adquiere las herramientas necesarias para narrar sus propias historias.

 

David Orozco de Gortari

 

Caminaba una fresca mañana con mi perro Rex —formidable pastor alemán— y el rifle de municiones Sherif Mendoza que recién me habían regalado los Reyes Magos. Iba por aquel caminito de tabiques rojos, para abrir la llave del agua que regaba el inmenso jardín de mis abuelitos. De pronto, escuché un ruido en la enredadera del muro que me hizo voltear. Una rata intentaba subir e inmediatamente cargué el arma, apunté y disparé; pero, lejos de hacerle daño, la enojé y me enfrentó. No sé de dónde salió otra, chillando y dando saltos. Se me heló la sangre, porque ya era consciente de la ineficacia de las municiones en una escopeta para niños.  Aquellos feroces enemigos, no cederían; así que, sujetando al rifle por el cañón, lo abaniqué y con la culata, fuertemente, golpeé a la primera rata. Rex, notando el peligro, se abalanzó contra la segunda aniquilándola de un mordisco. Corrí a la casa, sintiendo que el corazón se me salía del pecho. Entré, fui a la cocina, abrí el refrigerador y, en agradecimiento, le di al Rex un jugoso bistec.

Ya en la sala, alcancé a leer el titular del periódico: “Bomberos alemanes rescatan a rata atrapada en una alcantarilla”. ¿Cómo era posible? ¿Qué razón tuvieron? ¿Estaban traicionando a la humanidad? Las ratas son una plaga y debemos exterminarlas: me dije y, aunque faltaban varios meses para el 6 de enero, preparé mi siguiente carta:

“Queridos Reyes, les agradezco el rifle de municiones que me trajeron la navidad pasada; pero como me he portado muy bien, ahora quiero un rifle de diábolos, calibre 4.5, de gran potencia…”

Me quedé esperando, navidad tras navidad, hasta que tuve la suficiente edad para comprármelo.