¿Se va a extrañar a López Obrador?

 

El sexenio del presidente López Obrador ha finalizado. Ahora se trata del expresidente, el cual concluye uno de los sexenios más intensos de la vida del país.

López Obrador ya no es más presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a partir del 1 de octubre se ha convertido en un ciudadano más aunque, ciertamente, no se tratará de un ciudadano común y corriente.

Será, probablemente, el hombre más poderoso del país después de la presidenta Sheinbaum. Algunos piensan que incluso por arriba de ella.

Recordemos que López Obrador llegó a la presidencia de la República por su persistencia en buscar incansablemente el cargo, pero también por la quiebra de la clase política.

El triunfo arrollador del 2018 se preparó a partir de la impresionante desacreditación del partido en el poder, y de la obstinación del presidente Enrique Peña Nieto, de atacar hasta donde pudo a un candidato opositor, Ricardo Anaya, favoreciendo así a AMLO.

Quizás aun sin ello AMLO hubiera ganado la Presidencia, pero probablemente lo hubiera hecho con márgenes que hubieran limitado su capacidad de remodelar el sistema político y económico, como lo ha hecho.

Su salida del poder formal se sentirá como una bocanada de aire fresco en la vida del país. López Obrador, como la figura carismática que es, asumió la visión mesiánica de que él era el señalado por el destino para realizar la ‘cuarta transformación’ de la vida nacional. Equiparó su sexenio a los grandes movimientos sociales del país, como la Independencia, la Reforma o la Revolución, y él se pensó como uno más de los héroes nacionales que pasarán a la historia.

Sería una mentira y un absurdo decir que no hubo ninguna transformación. Vaya si la hubo. Sobre todo, en el ámbito político. Se crearon las condiciones para revertir la descentralización del poder que comenzó a finales del siglo pasado y nuevamente se han creado las condiciones para volver a centralizarlo en manos del Ejecutivo.

En muchos ámbitos los saldos son claramente desfavorables: en educación, salud y seguridad, hay evidentes retrocesos.

La economía, medida por el PIB, uno de los grandes parámetros, se estancó. Pero, las políticas salariales y sociales permitieron un crecimiento de los ingresos de diversos sectores de la población y por tanto del mercado interno.

Las empresas exportadoras aprovecharon un entorno internacional favorable y lograron un extraordinario desempeño.

Pero quizá lo más lamentable del paso de AMLO por la Presidencia es el encono social que propició.

La historia muestra que las figuras, como el todavía presidente López Obrador, necesitan construir enemigos.

Sus partidarios deben identificar a aquellos que aparecen como los que quieren impedir el avance del pueblo, los ‘adversarios’, y AMLO dedicó gran parte de su actividad pública de estos seis años a atizar ese encono.

Destruyó la vocación negociadora. Le quitó todo mérito al diálogo. Desechó a una parte muy importante del capital humano del sector público, formado por décadas al desestimar la capacidad como atributo necesario para gobernar.

Termina con una aprobación impresionante, con lo que nos demostró que entendió mejor que nadie al elector promedio, a ese que él denomina “el pueblo”.

Con la presencia de una científica en la presidencia de la República; de alguien que no transmite odio y encono sino racionalidad, hay la oportunidad de reconstruir. Ojalá suceda.