Transición de seda

Gustavo Monterrubio Alfaro

Por primera vez en más de cinco décadas, la trasmisión de poderes en México será tersa, sin sobresaltos ni rispideces, no porque pertenecen a la misma matriz política la entrante y el saliente, sino porque el triunfo de Claudia Sheinbaum fue inobjetable, aplastante, y porque los fundamentos económicos que hereda están en equilibrio y con saldo positivo, esto le permitirá gobernar verdaderamente desde el próximo primero de octubre, en virtud que no necesitará invertir los primeros años en ajustes económicos, devaluaciones monetarias, la impresión de dinero papel, recuperar o mantener el saldo de la reserva de divisas; gestionar misceláneas fiscales, renegociar la deuda pública, tampoco solicitar créditos de urgencia para cubrir las obligaciones inmediatas, ni necesitará apelar al salvamento de organismos financieros internacionales, que imponen condiciones draconianas, la lista no es exhaustiva, pero sí ilustrativa.
Reitero, Claudia Sheinbaum, gobernará a partir del primer día de su mandato.
Además, sólo necesitará dejar que la inercia de las políticas públicas que hereda sigan su curso, con algunos ajustes, de ser necesario.
Hay amagos de voceros de las calamidades que amenazan con impedir que la transición ocurra en santa paz, pero lo mismo ocurrió en trasmisiones de poder precedentes: Calderón, Peña Nieto, son las que recuerdo y nada grave pasó. Lo simpático de este asunto es que, los que lanzan esas advertencias irresponsables, son los mismos que estaban del lado de los cuestionados de aquellos años.
Por último, creo pertinente recordarle a todos aquellos que no asimilan ni asimilarán la derrota sufrida en las urnas, que odian irracionalmente a AMLO y lo que representa, que se procuren una buena dosis de paciencia y de resiliencia, y adquieran una buena dotación de pasiflora y valeriana, para que aguanten hasta el 2036, porque según mi calculómetro Morena y aliados, con toda seguridad, ganarán en el 2030, después, no lo sé. Esto, claro, si no hay golpes de timón en las políticas públicas.
El estado en que quedó la oposición, abona a lo anterior, esto es, la recuperación y recomposición de la misma se atisba en lontananza, más aún con sátrapas del talante del tal Alito que se apropia, con malas artes, de los despojos del otrora partido aplanadora, en un período especial del PRI, que muy probablemente ni siquiera comprende; en el PAN no están en el paraíso, alguien tendrá que pagar la cuenta de la casi desaparición del otrora representante y orgullo de la derecha, la oligarquía azteca y segmentos importantes de la iglesia católica; hay amenazas de rupturas y diáspora de dirigentes y militantes si ningún valiente asume el costo de la borrachera aliancista en la que este partido extravió lo poco que le quedaba de identidad original, y bueno, el PRD, que descanse en paz; los Chuchos cosecharon lo que sembraron: mercenarios a porfía, mercaderes de la política por convicción, tenían como destino el mismo lugar que José Fouché: el basurero de la historia, aunque este último tenía estilo en lo que hacía: estar con todos y con ninguno.
Movimiento Ciudadano no salió tan bien librado del tifón Morena, pero enfrenta otros problemas que no son menos difíciles, porque fue el que sufrió menos daños, tal vez, porque contendió en solitario, lo que le ganó reproches de los otros que le acusaron de ser patiño de AMLO y Morena.
Pues bien, así se escribe la historia que los cronistas, analistas y observadores tratarán de registrar; con sus emociones, parcialidades y preferencias ideológicas, pero no hay de otra.