David Orozco de Gortari. Herencias. Un amor en el recreo

 

David Orozco de Gortari. Herencias. Nacido en la Ciudad de México, hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad La Salle y obtuvo el título de Ingeniero Mecánico Electricista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre otras actividades extracurriculares, tomó un curso de metales en la Escuela de Artesanías del INBA.

Profesionalmente se desarrolló en la rama industrial. Participó, entre otros, en el programa OEA-92, para el fomento económico de comunidades indígenas en la Meseta Purépecha, en Michoacán. Participó en el Programa de Formación de Operadores de Maquinaria Agrícola para la preparación de tierras de cultivo y también en el Programa para el Rescate del Patrimonio Cultural y Artístico de los Ferrocarriles Nacionales (antes de su venta).

Actualmente explora el mundo de la literatura como vehículo para expresar inquietudes o reflexionar sobre la vida. Bajo la tutela del maestro Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró; adquiere las herramientas necesarias para narrar sus propias historias.

 

 

Un amor en el recreo

 

El camión se detuvo en la esquina, para bajar pasaje y subió un grupo de adolescentes con el uniforme de la secundaria. Todos reían estrepitosamente. Todos, excepto Ricardo que permaneció en silencio, con la mirada cristalina. No había reprobado ninguna materia o perdido un partido de futbol… Se trata de algo verdaderamente profundo.

En la mañana, el prefecto de la escuela interrumpió la clase para presentar a una chica que se integraba a destiempo. Le dieron la bienvenida y Ricardo quedó aturdido cuando sus miradas se cruzaron y advirtió que sonreía. Era el primer día y aún no le compraban el uniforme, lo que la hacía destacar mucho más.

Durante el recreo, Ricardo la vio sola y aprovechó para acercarse. Platicando, se enteró que Carolina era la mayor de tres hermanos y se acababa de mudar a la colonia. La llevó a recorrer la escuela y aprovechó para presentarla con los compañeros que encontraban en el camino. El dorso de sus manos chocaba al andar y eso bastó para que él fantaseara con las mieles del amor. Cuando regresaron al salón se sentía profundamente enamorado.

Al sonar el timbre de la salida, inmediatamente, fue a su asiento, le ofreció llevarle los libros y acompañarla a su casa. Fue entonces que ella, como cubetada de agua fría, le dijo:

—¡No, gracias! Mi novio pasará a recogerme.