La Mtra. Graciela Saldaña Hernández afirma que promoviendo la aceptación de las diferencias es equivalente a ocuparse de la dignidad humana
¿En qué consiste que, para muchas personas, los rostros y cuerpos indígenas sean sinónimo de fealdad y la fisonomía anglosajona sea considerada como bella, siendo esta no sólo aceptada sino imitada?
Esta pregunta admite muchas respuestas, dependiendo de la perspectiva en la que se posicione el investigador. Desde un enfoque sociológico se considera que los estándares de belleza contribuyen a formar los criterios estéticos en una sociedad y a través de ellos se emiten juicios estéticos. En este sentido, lo que es bello y atractivo es el físico de las personas, lo que incluye el color de la piel, el peso corporal, el estilo y color del cabello, el perfil, el tipo de labios, etc. A pesar de ser reglas no escritas, los estándares de belleza muchas veces se siguen más fielmente que cualquier otra regla o incluso ley.
En muchos sectores de distintas sociedades la belleza anglosajona se ha convertido en un verdadero culto. El caso de México no es distinto. Para muchas mujeres, no teñirse el cabello de un color más claro al suyo, no maquillarse con base más clara que su piel es impensable y para otras tantas, es de mala educación presentarse con “la cara lavada” a una reunión de trabajo. Pareciera que sin maquillaje las mujeres no se consideran bellas, en todo caso da la impresión de se sienten obligadas a hacerlo. Y cómo no sentirse presionadas si muchas veces se piensa que ser bellas a la anglosajona, es un deber.
J. Novoa Valdebenito (2006) señala: “… históricamente [las mujeres] se han visto determinadas e influenciadas por las distintas modas y tendencias para cumplir su rol de ser bellas, exigencia que tradicionalmente no existe en tal grado para los hombres, que si sienten la inclinación por la belleza a la hora de elegir una mujer…”.
La exigencia de ser bella a la anglosajona representa una gran carga simbólica para las mujeres, llegando al extremo, que quizás ya es un hecho normalizado, de blanquear la piel, aumentar el volumen de los labios, cambiar la forma de la nariz, levantarse los glúteos, aumentar el tamaño de los senos, practicar dieta tras dieta de manera obsesiva, entrenamientos compulsivos en gimnasios, usar pastillas que suprimen el apetito, etc. En esos espacios la belleza indígena es una gran ausente.
La polémica que causa la belleza indígena remite a lo que representa para muchos sectores del mundo occidental. Postulo que la crítica y el desprecio hacia los rasgos indígenas no es más que miedo a parecerse a lo pobre, a lo despreciado, a lo no exitoso, a la visión de los vencidos y también por qué no, a algo doloroso y ¿quién se quiere parecer a eso?, ¿quién quiere transmitir tal mensaje?
En este sentido, ¿quién se quiere parecer a lo considerado feo? ¿Ha visto usted lector alguien que se haga una cirugía para lucir más feo/fea de acuerdo con los estándares de esta sociedad? Sin embargo, sí ha escuchado sobre algunas o muchas personas que realizan cirugías en sus cuerpos siguiendo un estereotipo muy bien definido, recortando su nariz, o quitándose grasa para afinar sus pómulos, quitarse ‘gorditos’ de las caderas o cualquier parte del cuerpo que pueda usted imaginar.
¿Por qué? Quizás porque sería lastimada, porque sería excluida. Lo importante es dejar un mensaje de inclusión, de poder. Seguramente hay muchas respuestas a esta pregunta. Yo sólo quiero abocarme a una y es la siguiente: somos seres sociales viviendo desde hace siglos en comunidades en grupos y la exclusión no es parte de nuestro ser y nos incomoda. Siendo anglosajones los estándares de belleza aceptados, podemos decir que muchas mujeres ‘deciden’ por esa vía.
Sin embargo, si profundizamos más en este análisis, pronto descubrimos que esa ‘decisión’ no ha sido auténticamente conformada, sino que es influenciada por alguien más, y que es moldeada diariamente por quienes tienen el poder de hacerlo… y ¿quiénes son esos entes que tienen el poder de crear e imponer los estándares de belleza?
Los medios de comunicación, a través de anuncios recurrentes, se han encargado de transmitir modelos de belleza que dejan de lado a lo indígena. Esto conlleva a numerosos problemas de frustración entre muchas mujeres indígenas o con rasgos tales, pues llegan a conformar una percepción errónea de su fisonomía, cosa que provoca una autoestima frágil o completamente dañada. Las consecuencias sobre su salud física y mental no se hacen esperar. Así, en muchos casos, manifiestan sentimientos dolorosos por sus cuerpos y el cuerpo de las demás, no hay aceptación de ellas mismas y muchas temen mostrarse tal como son.
Para Negrete Aguirre, 2015, existe una relación directa entre el branding personal de líderes mediáticos y la autoestima de los adolescentes: “… el branding personal de líderes mediáticos como factor causante de imitación de estándares de belleza de los jóvenes adolescentes en México, deteriorando su autoestima”. Estos problemas no quedan solamente en el ámbito individual, sino que favorece la formación de una sociedad enferma.
Desde una perspectiva capitalista, hacer creer, a través de la ley del perico, fomentada por anuncios firmes y decididos, que sólo hay un tipo de belleza es muy redituable, y existe toda una industria al respecto, pareciera entonces que estamos frente a formas de control a través de las cuales la belleza se ha convertido en un objeto de comercio.
Para vivir en una comunidad que permita el crecimiento y desarrollo de sus integrantes es necesario reflexionar colectivamente sobre las estrategias de superar el miedo a la exclusión sin tener que cambiar forzadamente la apariencia, sin despreciarnos y sin despreciar al otro, al prójimo, al próximo.
En un primer momento, creo que se necesita mucha fortaleza interna para tolerar la exclusión. Pero ¿cómo ser fuertes ante sociedades invadidas constantemente por mensajes en donde la belleza anglosajona se vende como ‘lo de hoy’? ¿Qué estrategias diseñar para que un Estado incluya un presupuesto conducente a la formación de la población desde esta perspectiva, si no cubre totalmente las necesidades básicas, como la salud, la educación, la capacitación la formación profesional, por solo mencionar algunas áreas de oportunidad?
¿Debemos entonces pensar en otro ente que se encargue de esto? ¿Soy yo, es usted, quienes debemos comenzar a cambiar? Y si así fuera ¿cómo hacerlo? ¿Tenemos los medios para llevarlo a cabo exitosamente?
Si no es el Estado ni usted ni yo en solitario, pueden ser las organizaciones de la sociedad civil… Considero que las empresas que han hecho de la belleza toda una industria, a través del establecimiento de estándares de la belleza, tienen enorme responsabilidad en torno a esta problemática. Ocuparse de esto es equivalente a ocuparse de la dignidad humana, promoviendo la aceptación de las diferencias, porque esas son quizás las verdaderas bellezas.