David Orozco de Gortari. Herencias. Nacido en la Ciudad de México, hizo sus estudios de licenciatura en la Universidad La Salle y obtuvo el título de Ingeniero Mecánico Electricista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre otras actividades extracurriculares, tomó un curso de metales en la Escuela de Artesanías del INBA.
Profesionalmente se desarrolló en la rama industrial. Participó, entre otros, en el programa OEA-92, para el fomento económico de comunidades indígenas en la Meseta Purépecha, en Michoacán. Participó en el Programa de Formación de Operadores de Maquinaria Agrícola para la preparación de tierras de cultivo y también en el Programa para el Rescate del Patrimonio Cultural y Artístico de los Ferrocarriles Nacionales (antes de su venta).
Actualmente explora el mundo de la literatura como vehículo para expresar inquietudes o reflexionar sobre la vida. Bajo la tutela del maestro Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró; adquiere las herramientas necesarias para narrar sus propias historias.
Herencias
Por sobre el ruido de la locomotora de vapor, que empezaba a moverse lentamente y las voces de la gente en el andén, deseaba que tuviera un buen viaje. Despedir a José María me costaba mucho…
—¡Cumplirás tu sueño! —grité, agitando la mano y el peso de conciencia arreció al asimilar, una vez más, lo egoísta que había sido con él.
Mi hijo marchaba a trabajar a un renombrado taller de metales artísticos en la localidad de Rivas-Vaciamadrid, porque yo nunca accedí a revelar que conocía los secretos del arte metalúrgico. Durante muchos años trabajé como administrador de inmuebles, pero en realidad deseaba vivir del trabajo de mis manos. Crear piezas artísticas de metal fue mi sueño y también era el suyo.
Cuando me saqué la lotería en México, vine a vivir a España y aquí aprendí a trabajar los metales. Mi esposa, poco después de dar a luz, murió intoxicada por el plomo y juré olvidarme del arte del metal. Cuando José María creció y comenzó a querer convertirse en artesano, hice todo lo posible para sacarle la idea de la cabeza.
Ahora tendré que reabrir el taller, cuando regrese, porque no podemos luchar contra el destino. ¡Nada es para siempre! Cada nueva etapa es un punto de partida para vivir con plenitud el aquí y el ahora.