Efigenio Morales Castro. Nació en 1956 en Papantla de Olarte, Veracruz. Estudió en la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN), Ciudad de México, egresado de la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica, facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Alumno de la licenciatura Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de la UBBJG sede Papantla. Ha publicado en diecinueve antologías en México, cuatro en Madrid, España, y dos en Buenos Aires, Argentina. Libros Publicados: Vientos encontrados (1995), La apariencia perpetua (1999), Muros aparentes (2001), Coágulo (2009). Ganador del Premio Internacional en Narrativa, convocado por el Instituto Cultural Latinoamericano, Junín, Buenos Aires, Argentina, 2021.
Quetzalcóatl y el cabello blanco
Pausada la calumnia
de diez pensamientos:
intelectuales durmiendo sobre libros
sin aprender nada: armoniosos en su pasado
por decir que fueron –algunos de ellos-
guerrilleros: ahora monaguillos del viejo sistema.
Bocarriba, sentados o parados… da lo mismo.
Malvados, hipócritas en su negrura,
buscando patear a la patria.
De ese agujero negro son
los que sonríen con la falsedad
de su río en baba. De su aceite
para hacer de este puñado de tierra
un colesterol social.
Prietos que se sienten gringos
y gringos que son gringos usurpando
nuestra tierra.
Allá en el horizonte,
mira el hombre cabello blanco
para descubrir la maldad en zánganos
impostores de un cambio
pronosticado por Quetzalcóatl y su primo
Cronos.
La mirada descubrió ropa verde
guardando huesos podridos de malevolencia
infectados en educación lejana.
¿Cuándo pararán los proyectiles
que entierran corazones limpios
recién salidos de raíz?
Miles de ojos están pendientes
para defender su libertad.
¿Libertad?
Sí… libertad bajo palabra,
en el viento atrapado con pedazos de sol
para darle calor a las almas.
¿Almas? ¿O es que no somos eso?
¿Para qué nuestra bondad si no somos almas?
El hombre de cabello blanco es alma…
Lo estrecharemos con nuestra sangre
de lealtad.
Hemos unido diferentes manos de pieles
armoniosas
para cultivar la rosa blanca… como escribió Martí.