La Ofrenda
El sexo sin contexto es la ruina del alma
-Michel de Montaigne
Si algún día debo dejarte.
¡A ti a quien tanto amé!
Me desprenderé de tus labios, con la avaricia del silencio.
Con el sabor de agua y sal de mis lágrimas, descendiendo ajenas, pálidas…
por el muro que se irguió, sabía que ahí estabas,
en mi corazón; como una incontable historia.
Tendría que regresar, volver a la vera del camino…
aterido, derrotado, huyendo de tu prodigiosa mirada. —
de espuma y sal… blanca.
Derrumbaría el muro de silencio:
Me recordarás al romper la rama el vencejo, cuando…
emprende torpe el vuelo.
Cuando una hoja tierna sea llevada por el viento.
De aquella separación ha de quedar…
el recuerdo cuando zarpe de tu vida.
Los instantes que me obsequiaste.
La ofrenda que a mí cuerpo llegó como alforja generosa.
¡No, no, me entierres en el olvido!
No entristezcas en el recuerdo.
Pudimos hacer tantas cosas… decirnos otras más…
pero no debo volver la vista atrás.
Una costilla rota ha quedado en uno de mis costados,
mujer que cruzaste desnuda, con los ojos de agua.
¡Nos amamos tantos instantes!
Eras: el cielo en la tierra, la cordillera de albos, argivos… senos, eras manojo de cabellos rizados, hirsutos, selva virgen que hollé, manos de paloma.
Solo recuérdame…
Ni el viento podrá romper tus alas, tus manos.
Ni tus mejillas barnizadas de luna.
Ni el olvido ha de convertirnos en recuerdo.