José Antonio López Sosa
Los Estados Unidos de América, se autodenominan una de las democracias más perfectas en el mundo. Si bien hay muchas variables que dicen lo contrario, por lo menos en lo electoral, con todo y su anacrónico sistema de democracia indirecta, habían sido un ejemplo con relación a los resultados electorales, es decir, hasta hace cuatro años, el perdedor reconocía sin pesar al ganador e incluso brindaban ese voto de confianza para que el presidente entrante, pudiera comenzar sin presiones.
Muchos programas de gobierno han ido más allá de los cuatro o los ocho años permitidos para que un presidente gobierne, eso también debe recalcarse.
¿Qué sucedió?, un individuo como Donald Trump rompió con esa tradición acusando de fraude y alborotando a sus violentas huestes a hacer lo que todos vimos hace un par de días, un ataque a la sede del Congreso.
Esto tiene varias implicaciones, la primera es el golpe a la soberbia de los propios estadounidenses que asumen ser el centro del mundo y jamás hubiesen creído, que algo así sucediera en su país. La segunda mostrar como el populismo y la polarización con un poco de pueblo ignorante resulta un caldo de cultivo muy peligroso. Quizás los Estados Unidos no tienen los niveles de pobreza que existen en otras latitudes, pero ello no implica que haya una gran cantidad de ciudadanos ignorantes, a pesar de tener posibilidades económicas.
La democracia en el ascenso al poder queda abollada en los Estados Unidos. Si no remueven al presidente Trump antes del día 20 de enero, el golpe será aún más difícil de borrar.
Estos hechos nos dejan claro, lo que son capaces de hacer los seguidores incondicionales de Donald Trump, si fue de susto ver los millones que votaron por él hace cuatro años, aún con su discurso supremacista y misógino, ahora es de peligro ver las turbas –no tan numerosas como sus votantes– enardecidas que son capaces de amedrentar legisladores y tomar sus oficinas de forma irracional. Esa parte de la población de los Estados Unidos ahí está, existe y siempre ha pensado así, solo faltaba alguien que legitimara sus ideas y les diera oportunidad de actuar de forma insurrecta, validando y justificando los excesos.
Los Estados Unidos están en un dilema, el reto es para el entrante presidente Biden, revertir la polarización y restablecer el orden y la tolerancia racial. Recordemos que tan solo hace 70 años, aún la Unión Americana era un país abiertamente racista, no es nada nuevo.
Lo peor: ver personas de origen latinoamericano en esas protestas.