Víctor de Regil
El PAN en Puebla es un desastre, no solo perdieron abrumadoramente el pasado proceso electoral, sino que además hay una fractura interna muy pronunciada y un alejamiento, por no decir divorcio, de sus bases y de la misma ciudadanía que, no en poca cantidad, salieron a votar por esta fuerza política.
Es una realidad, el PAN está en la peor crisis de su historia moderna y requiere una reforma de gran calado, pero quienes lo han dirigido las últimas décadas, excepción hecha durante el periodo morenovallista, han mostrado ser pequeños para emprender grandes cosas.
Las principales figuras del grupo sólo han vivido del partido y de los cargos que de este emanan. Así inició su decadencia moral y política, cuando sus integrantes asumieron que sobarse el trasero en una curul o despachar en “importantes puestos burocráticos” era estar en el poder. Terminaron conformándose con chambitas irrelevantes y actuando exactamente igual que sus antiguos adversarios políticos e ideológicos.
Luego de la debacle del pasado 2 de junio, la actual dirigencia encabezada por Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro deberá ser reemplazada.
Hasta hoy han levantado la mano: Marcos Castro, Adán Domínguez y Eduardo Rivera, los tres del mismo grupo cerrado que ha regenteado al partido los últimos años, con los resultados vistos en las pasadas elecciones y en varias anteriores.
Rafael Micalco y Mónica Della Vecchia (esposa de Pablo Rodríguez Regordosa), escindidos del grupo mencionado en el párrafo anterior. Genoveva Huerta, Guadalupe Leal y Mario Riestra/Jesús Zaldívar, quienes vienen del morenovallismo.
En tanto que Edmundo Tlatehui es una cara nueva, no vinculado a las diferentes facciones y que además se presenta como el único ganador en las elecciones del 2 de junio tras conservar San Andrés Cholula por la vía de su esposa, Guadalupe Cuautle.
Si en función de sus resultados viéramos sus posibilidades de lograr la dirigencia del partido, diríamos: Marcos, Adán y Eduardo quedan fuera. Micalco y Genoveva también ya fueron y no marcarían nuevos tiempos. A Mónica no le ayuda ser cónyuge de Pablo y por tanto su vinculación con una de las familias custodias de El Yunque, que independientemente de sus escisiones siguen obedeciendo a los mismos jefes.
Lo que respecta a Guadalupe Leal, muy ligada a Genoveva tiene nulas posibilidades, mientras que Riestra tiene presencia, relaciones y recursos, por lo que es visto como “un peligro” por el grupo dominante. Puede lograrlo, pero no la tiene fácil y no le ayuda haber sido arrasado en las urnas el pasado 2 de junio y su actual actitud titubeante. La figura más fresca es sin duda Tlatehui, pero muchos no le ven tamaños para el cargo.
Luego del 2 de junio, El Yunque en Puebla está en un momento de vulnerabilidad y hacen de todo para conservar el control del partido promoviendo a un Eduardo Rivera como su gallo por la presidencia del CDE y luego con la idea de proponerlo para el CEN.
Si sus opositores se unen, y si el proceso de sucesión del CEN es mediante elección abierta a toda la militancia, seguramente perderán.
No está claro con quién emprender el cambio, pero sí de que ni con Eduardo Rivera ni con El Yunque se avanzará. Porque sabemos que tienen por única “estrategia” la de controlar las candidaturas plurinominales y manejar las prerrogativas. El clásico: perder el poder, pero no el partido… con todo los beneficios y prebendas que ello significa.