En el pasado proceso electoral, se jugaron literalmente la credibilidad y como en toda guerra electoral, hay ganadores y perdedores.
Como sabemos, la mayoría anticipó el triunfo de Alejandro Armenta, pero no todas fueron precisas en el margen de victoria respecto al candidato opositor.
¿Siguen vigentes las encuestas como instrumento para medir el estado de ánimo y la preferencia electoral de los ciudadanos?
En días pasados, se presentó un reporte elaborado por el equipo de estrategia del ahora gobernador electo, que da suficiente luz al respecto:
¿Qué tal lo hicieron las encuestas en este proceso electoral? En general bien, con la excepción de cuatro firmas encuestadoras que pretendieron engañar a la opinión pública, sin mucho éxito.
Y es que, casi todas las estimaciones advirtieron que el triunfo de Alejandro Armenta era altamente probable, y por un amplio margen. La mayoría de las encuestadoras acertó al ganador y el orden de votación de las coaliciones, pero varias se alejaron del margen de victoria (diferencia entre el primero y el segundo lugar), que fue de 26 puntos.
El error absoluto medio fue de 3.7 puntos, que es bastante alto, en comparación con los estándares en países como España, en donde en las últimas elecciones generales (junio 2023), las encuestas tuvieron un error medio de 1.9 puntos.
Es importante destacar que la mayor parte de las encuestas publicadas en mayo sobreestimó a la coalición de derecha, pues le asignaban un 38.1 por ciento de las preferencias; sin embargo, al cierre del PREP, Eduardo Rivera sumó 33.1 por ciento, es decir, una diferencia de 5 puntos.
Por el contrario, algunas firmas subestimaron la fuerza de la coalición de izquierda, representada por Alejandro Armenta, pues el promedio de las 18 encuestas publicadas en mayo le asignaba 56.3%; lo que equivale a un 3.1% menos que la votación reportada en el PREP, que asciende a 59.4%.
Si tomamos la última medición publicada por cada agencia, hay dos firmas merecen reconocimiento por su profesionalismo: Indicadores SC, de Elías Aguilar, y Consulta Mitofsky, de Roy Campos. Las mediciones de estas dos firmas en la última semana de campaña fueron las más precisas, ambas con una desviación media de 1.1% en relación con los resultados electorales. Sus mediciones a lo largo de la campaña también fueron acertadas, pues se movieron en un rango de 58 a 61 puntos para Alejandro Armenta y de 32 a 35 puntos para Eduardo Rivera, datos muy similares a los que arrojó el PREP.
Los mayores errores los cometieron cuatro encuestadoras: Massive Caller, México Elige, Campaigns & Elections y Demoscopía Digital, las cuales tienen desviaciones de entre 4 y 10 puntos en promedio. Estos niveles de variación serían inaceptables para la industria demoscópica en cualquier democracia consolidada. Las encuestas con niveles de error más elevados comparten una característica, varias de ellas utilizan las llamadas robotizadas para realizar las entrevistas, por lo que podemos inferir que ese método no es el más indicado para conocer las opiniones políticas de la ciudadanía.
Massive Caller merece una mención aparte. Es la empresa con los niveles más altos de error, superan los 10 puntos en promedio y fue la única que no acertó al ganador, en un proceso en el que había un claro puntero y un lejano segundo lugar.
Este podría ser el fallo demoscópico más recordado de ésta década, no solo por su pésimo desempeño en la elección de Puebla, sino por su pifia en la contienda presidencial, pues fue la única encuestadora que afirmó que Xóchitl Gálvez tenía una intención de voto mayor a Claudia Sheinbaum.
La última semana nos alecciona sobre lo que pasa cuando se apagan los sondeos con metodologías rigurosas: la alternativa no es un silencio reflexivo y pacífico, sino ruido, encuestas falsas e infodemia.
Sin encuestas, todos los partidos dirían que van ganando; todos asegurarían tener una posibilidad de triunfo; todos llamarían al voto útil.