Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir. Su libro Entre vidas (selección de cuentos publicado por Ediciones Mastodonte, en CDMX) explora los dilemas del ser humano a través de cada uno de los personajes que habitan sus historias. Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró y, recientemente, fue incluida en la Antología del III Concurso Nacional e Internacional de Relatos Breves, a que convoca el Ático, en Israel. Hoy, a Tere, escribir se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
No me dejes sola
La hija, recostada sobre el viejo colchón, de espaldas, ni siquiera se inmutó.
Lupita había llegado a la casa, cansada como todas las tardes, pero con el portaviandas lleno, ese que cada mañana cargaba el padre, cuando se iba al trabajo, llevando los alimentos que su mamá le preparaba. ¡Qué lindos recuerdos!
─La señora Marcia les mandó comida. Hicimos arroz con mole y también me dijo que trajera un taquito de carne para cada uno. ¿Quieres que te lo caliente? ─preguntó sin obtener respuesta.
La hija, absorta, apretaba la almohada entre sus piernas. El drama cabía en el escenario de cualquier teatro: la cama matrimonial y, junto a un lavabo, la mesa con una hornilla eléctrica, la tele y algunas cacerolas; tres sillas, dos baúles de colección y tras una cortina, el sanitario y la tina. El espacio de 30 m² no alcanzaba para que su mirada se perdiera en otros horizontes.
─ ¿Y ora tú qué te pasa? ¿No quieres comer? ¡Está bien sabroso! ─insistió Lupita, mientras se cambiaba de ropa─. ¿Ayudaste al Toño con su tarea? ¿Hiciste la tuya? Ay m’hija, qué más quisiera yo poder estar aquí con ustedes todo el tiempo, pero pues hay que trabajar mamita. Si tu papá no hubiera tenido ese accidente horrible… ─miró al techo y con nostalgia hizo la señal de la cruz─ ¿Qué tienes? ¿Por qué no hablas? ─insistió─. ¿Pasó algo en la escuela?
─ ¡No! En la escuela no pasó nada, pero cuando viene mi tío Pepe…
─ ¿Vino otra vez?
─Quesque a ver si necesitábamos algo. Mi hermano estaba en la calle jugando y se puso a decirme que soy su sobrina favorita y que él me va a cuidar en nombre de mi papi…
─Es el único que nos ha echado la mano… ─interrumpió Lupita y en medio del suspiro entró Toño diciendo que tenía hambre.
Comieron, vieron un rato la televisión y cayeron agotados. Les esperaba otra larga jornada: la madre trabajando por claras necesidades y la casi adolescente haciendo el papel de ama de casa, luego de la escuela; responsable de su hermano pequeño que debía crecer sin la presencia masculina.
Pasaron las semanas y a la niña se le veía cada vez más triste. Abrazaba a su mamá y lloraba. ¿Quizás extrañando al papá?
─ ¡Él sigue aquí, cuidándonos! ─la consolaba Lupe, pero al final terminó dudándolo. Y coincidentemente la tristeza de la hija se esfumó cuando el infame tío Pepe, se fue para los Estados Unidos. ¿Qué iban a hacer sin la ayuda de él?
Cierto día la dueña de la casa, donde trabajaba como empleada doméstica, la vio haciendo sumas en un cuaderno. Después de muchos años de relación laboral, la señora Marcia le tenía cariño a Lupita y, viendo su cara de angustia, cómo mordía el lápiz y se restregaba las manos, le ofreció ayuda.
─Es que, si apenas puedo con tres bocas, con cuatro será imposible ─admitió Lupe, entre sollozos.
─ ¿Estás embarazada? ─preguntó doña Marcia, escuchó la confesión y en la tarde salió con Lupita a la puerta y le metió en la bolsa de la chamarra un rollo de billetes.
─Tómate el tiempo que necesites para resolver este asunto ─dijo benévola, porque no todas las patronas son crueles o incomprensivas, como las pintan en las novelas. Algunas son solidarias con el género.
A Toño lo llevaron unos días con la abuela materna. Lupe y la niña acudieron a uno de los hospitales de gobierno, pero solo recibieron miradas burlonas y comentarios hirientes:
─A ver señora, todas esas que están afuera se dejan llevar por la calentura y luego vienen, chille y chille. ¿Primero andan de p**as y ahora esperan que nosotros le resolvamos el problema? Debió tener más cuidado, ¿no cree? Si quiere le puedo dar fecha para dentro de seis meses ─anunció con sorna el doctor en turno.
─Perooo… En seis meses ya será demasiado tarde ─recalcó nerviosa Lupe.
─ ¿Quién anduvo de ofrecida? ─concluyó el servidor público.
Alguien les recomendó la casa de una señora a la que le decían «espanta cigüeñas» y allá fueron. Un chiquillo las hizo entrar al patio y se perdió en el oscuro umbral de una puertecita. Madre e hija se sentaron a esperar ser atendidas. Eran las únicas ese día. Después de un rato salió aquella mujer que, lejos de inspirar confianza, daba escalofríos. Con una bata vieja, manchada y percudida, más que enfermera parecía carnicera:
─Tiene que pasar solamente la paciente ─ordenó.
Lupita tomó a la niña por los hombros:
─Déjeme pasar con ella, es mi hija y solo tiene trece años.
El semblante adusto de la «espanta cigüeñas» se mantuvo invariable:
─No hay espacio para otra persona ─dijo y tomó a la muchachita del brazo.
“No me dejes sola, mamá”: escuchó Lupe, con el corazón encogido, cuando cruzaron el umbral de la puerta y se perdieron en la oscuridad.
México ocupa el 1er. lugar mundial en abuso sexual infantil. 70% de los casos ocurren en casa. 75% de los abusadores son personas que el niño o la niña conocen y en las que sus padres y madres suelen confiar. Al año se registran 5.4 millones de casos de abuso sexual. Solo 1 de cada 10, lo contará. El 99% de los casos quedan en la impunidad.
FUENTE: UNICEF, INEGI Y Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes.