María Angélica Siadous Ayala. Pedido concedido

 

María Angélica Siadous Ayala. Seudónimo: La poeta paraguaya. Nació el 21 de diciembre en la ciudad de Asunción capital de Paraguay y radica en Veracruz (México) desde hace 22 años. Desde muy niña ha participado en eventos de declamación, poesía, teatro, arte y cultura, de manera aficionada pinta y dibuja con diversas técnicas, siempre y cuando pueda hacer volar su imaginación y liberar sus emociones a través de sus manos.

Es una mujer de pensamiento libre e independiente y la mueve su pasión por el Arte la cultura y la poesía.

Hoy a sus 47 años, tiene una gran colección de poesías donde en su gran mayoría refleja sus emociones, sentimientos y sueños. El romanticismo y el amor son siempre el hilo conductor de sus escritos.

 

Pedido concedido

 

Señor, tú que pintas de colores mis días,

y que con dedicación

estampas de locuras y pasión mi estadía,

me llevas por lugares desconocidos

y me obligas a abrirme camino.

 

Hoy me tienes errante,

no conozco mi destino.

Soy amante de la luna y fugitiva del dolor,

y tú de un modo para mi irracional,

me sostienes para no estar a la deriva.

 

Me llevas y me traes,

a veces me elevas y otras me dejas caer

y quedo de rodillas ante mis tropiezos.

Y cuando el maligno asecha y saca de mí,

mis más perversos pensamientos,

tú con un suspiro

haces que escriba los más dulces versos

convirtiendo mi desespero,

en una mansa y tranquila melodía.

Tú ya tienes todo listo,

te sientas y me observas,

mientras recorro el camino

que has trazado con amor a mi destino.

¡Señor! tú me has consentido,

y me has dado mucho más de lo que he requerido,

ahora sólo quiero decirte que necesito otro pedido.

En este mundo que tú me has elegido,

sólo quiero, que empalmes mi camino con otro corazón perdido

y aunque sé que no debo,

¡yo te ordeno!

que dibujes en ese nuevo pergamino,

un arcoíris enriquecido.

A él tenlo listo y protegido, porque lo quiero conmigo,

porque su corazón y el mío son de un gran parecido.

Mira cómo siempre me levanto

y con el cuerpo herido decido alabarte.

¡Oh Señor!

Hónrame con tu gracia, y hazlo mío,

hazme suya que quiero su compañía,

verás como nuestras vidas

a pesar del libre albedrío

caminarán contigo sin ningún desvarío.

¡Señor!

Solo dime…

¡Pedido concedido!