Una breve remembranza de un buen hombre y mejor periodista
Adios, Gabriel Sánchez Andraca
XAVIER GUTIÉRREZ
En víspera de Navidad muere Gabriel Sánchez Andraca. Un gran amigo, un entrañable colega, un reportero de muchos ayeres a cuestas.
Infinidad de veces reporteamos juntos, tomamos café incontables ocasiones, otras tantas al no poder arreglar el mundo le pusimos parches.
Una de sus cualidades era la anécdota. Vivió un mundo de ellas, con políticos, personajes célebres, compañeros de la pluma. Pero el valor de estas historietas de circunstancias es que él las actuaba. Imitaba personajes, gesticulaba como lo hiciera el protagonista de la charla, salpicaba el recuerdo con sonoras carcajadas.
Eso le daba a su compañía un sabor especial. Condimentaba la charla como pocos. Era un devoto del reporterismo diario. Recuerdo que cubrimos como reporteros la “fuente” de la Universidad Autónoma de Puebla, aquellos años calientes, candentes, ideologizados. Tiempos polarizados por la izquierda y derecha.
En esa época acordó el Consejo Universitario vetar a El Sol de Puebla por lo parcial de su información, fue un acuerdo de Consejo. Sólo los representantes de La Opinión, Novedades (con Andraca) y El Heraldo de México en Puebla (donde yo estaba), teníamos libre acceso a la sesión del Consejo y a los asuntos universitarios.
Las sesiones eran debates intensos, largos, a veces lúcidos, había brillantes tribunos. Terminaban a las doce de la noche o de madrugada con frecuencia. Los reporteros salíamos como testigos de primera fila de enfrentamientos acalorados, de posiciones encontradas y de estupendos oradores.
Otra vivencia con Gabriel eran nuestros recuerdos pueblerinos, tan semejantes en muchos aspectos. Él de un pueblo guerrerense, Chilapa, yo de uno poblano, Tochtepec, coincidíamos que nuestra oriundez común nos había aportado una riqueza formativa singular, por haber vivido y saboreado una infancia y adolescencia tan nutrida en las tradiciones de pueblos mexicanos, costumbres y valores diferentes a los de un gran centro urbano.
Con cientos de tazas de café de por medio, intercambiábamos anécdotas de infancia, recuerdos de personajes folklóricos, escenas pintorescas de provincia tan comunes, tan parecidas, a pesar de la gran brecha geográfica que separa a su pueblo y el mío.
Recorrimos y presenciamos juntos como reporteros cientos de pueblos, conferencias de prensa, giras, discursos. Gabriel era muy cortejado por los políticos de la vieja guardia, le tenían respeto. Los reporteros jóvenes lo veían también con una admiración especial. Gabriel era serio, pero no solemne, humorista fino, pero no chistoso. Manejaba la ironía y terminaba con una carcajada en el grupo que lo escuchaba.
Recuerdo una de sus simpáticas frases cuando fingía aleccionar, sentencioso, a un grupo de reporteros más jóvenes, simulando darles un sabio consejo:
– “El buen reportero al escribir no espera el boletín de prensa…va por él”.
Su carga irónica en esos y otros asuntos reporteriles lo hacían célebre.
Un camarada -como él nos decía- sencillo, directo, noble. Practicante y conocedor de la homeopatía. Permanente lector de diarios, revistas y libros. Su cercanía con el PRI durante muchos años, hizo que muchos políticos lo vieran a veces como un consejero, además de un acucioso reportero.
Gabriel nos deja a muchos un vacío en el campo de la amistad, del periodismo, de la camaradería.
Adiós mi querido Gabriel…
xgt49@yahoo.com.mx