Abel Pérez Rojas
Por algo, no siempre
se recuerda la primera vez.
APR
Casi todos recordamos muy bien nuestra primera vez en algo, pero hay experiencias y circunstancias en las cuales eso no es tal cual.
Por ejemplo, yo no recuerdo la primera ocasión que manejé una bicicleta, aunque sí recuerdo muy bien una de color rojo marca Vagabundo, en la cual me sentía como competidor de carreras Fórmula 1.
Fueron tantas experiencias y tan gratas en esa bicicleta, que, cuando pienso en una bici, siempre viene a mi mente esa que alguien de la familia fue modificando poco a poco para que se pudiera alcanzar más velocidad y fuera más cómoda.
Ahora que escribo estas líneas caigo en cuenta de la relación que conserva aquella bicicleta de antaño con la que actualmente tengo, una roja con manubrio y llantas muy parecidas.
Regreso al punto inicial: no siempre recordamos nuestra primera vez en algo.
Hay muchas cosas y circunstancias en las que no recuerdo mi primera vez, por ejemplo, mi primer dibujo o, al menos, uno de los primeros.
Sí recuerdo una acuarela que pinté cuando estudiaba la primaria.
Mi primer y única pintura fue una acuarela que realicé para una exposición escolar.
La figura central del cuadro fue Towi o Tohuí Panda, en brazos de su madre.
Towi fue el primer panda nacido fuera de China, su fama fue tal que se convirtió en una figura emblemática de aquel México de los primeros años de la década de los ochentas.
Aquella fue mi primera experiencia como pintor, cómo olvidar que mi hermana mayor Carmen, ya trascendida de este plano, fue quien me ayudó a darle los toques finales.
Lo anterior hacía especial esa pintura que gustoso la conservaría hoy.
Con el paso de los años y la formación como educador me permitió darme cuenta que una de mis predominancias es la visual.
Ese transcurrir me orilló a impartir clases de Apreciación Estética e Historia del Arte.
Aprendí mucho.
Algún día, no sé cuándo, pero empezaré a pintar, porque me fascina la idea de retomar aquella experiencia infantil.
Ahora, algunas décadas después de esos días que auxiliado por mi hermana Carmen quitaba las imperfecciones del lienzo robado a una sábana media blanca que mi madre me dio para la tarea escolar, vuelvo a una primera experiencia en las artes plásticas.
Sí, auxiliado por software generé mis primeras intervenciones a fotografías descargadas de bancos con imágenes libres.
Soy aprendiz de aprendiz en el tema, pero ya generé un primer lote de trabajos que fueron usados para vestir visualmente uno de los más recientes libros de mi querido amigo y hermano Salvador Calva Morales, se trata del poemario Efluvios de un octagelescente.
La confluencia de esfuerzos fue oportuna.
En Efluvios de un octagelescente Salvador dio un giro a sus publicaciones.
No solo sus poemas son combinación de versos amorosos con reflexivos, sino que buscó que la publicación fuera más elaborada, más tendiente a lo artístico en todos los sentidos.
Las imágenes que ilustran el texto transitan de fotografías de magnífica calidad a láminas intervenidas empleando herramientas digitales.
La labor genera modificaciones a las líneas realistas y las troca en trazos expresionistas, algunas con tendencias a lo abstracto a través de simulaciones en óleo, acuarela o lápiz.
Así, por ejemplo, una pareja abrazada da nacimiento a un vórtice, debido a su fusión de cuerpos y a la modificación.
El cuadro es rematado por unos versos que refuerzan la plástica; vocablos seleccionados por Luis Manuel Pimentel, coordinador editorial:
Necesito tenerte junto a mí / dormir en un abrazo eterno
Otra de las imágenes intercaladas en los poemas es el abdomen lleno de rocío –quizá sudor–, que debido a la intervención genera la impresión de que pudiera tratarse del mar captado por algún dron a varios metros de altura.
El texto que acompaña a la imagen apuntala la impresión inmediata que puede causar:
Sofocar pasiones en aguas mansas / inmensa dicha me provocas
Hay otra imagen que me parece va de lo expresionista con ciertos toques abstractos, la técnica que simula genera la sensación de que pudiera tratarse de una escena tomada de alguna experiencia bajo los influjos de LSD, porque el juego de luces del fondo provoca fragmentaciones; o colonias de miodesopsias –impresión de cuerpos flotantes captados por la vista– o, desde otro ángulo y refiriéndose a otra cosa, la filosofía oriental llama prana.
Esa imagen es una mujer volteando hacia su costado derecho con la cabellera en movimiento, como una especie de conexiones con el fondo plasmático al cual me he referido.
Robustece lo que parece un capítulo de algún pasajero de la nave Nabucodonosor que es conectado por la nuca para hacerle ingresar a la Matrix.
rayos de luz taladran mi cerebro / fuego a mi cuerpo
En fin, la experiencia plástica en Efluvios de un octagelescente es más amplia, porque desde la portada la apuesta es a lo artístico para romper con lo que se venía haciendo en el área editorial de la poética de la Colección Biblioteca Salvador Calva Morales.
Ésta es mi primera vez interviniendo digitalmente fotografías con fines artísticos y que terminan siendo parte de un libro.
Ahora estoy interviniendo fotografías tomadas por mí, es decir, estoy realizando el proceso completo.
Otra faceta de esta primera vez.
Hacer este registro dificultará que se me olvide y, además, hacerlo de manera consciente da un giro significativo a la experiencia.
Comparto esto para decir que seguramente tú que me lees estás haciendo también cosas por primera vez, si es para bien no desistas, al cabo de un tiempo descubrirás que al final del arcoíris está el tesoro.
Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com #abelperezrojaspoeta