Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que, a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
GOLPE A GOLPE, VERSO A VERSO (V)
En ocasiones María, frente a sus contemporáneas, se sentía “el patito feo” del cuento de Anderssen. Al menos así era en México: porque una virgencita es la madre de todos y como guadalupanas todas debíamos parir y dedicarnos a los hijos y al esposo.
El fotógrafo extranjero —se enteró mientras platicaban— era divorciado y no tuvo descendencia, porque su arte demandaba libertad de acción y apegos. “¡Qué alivio!”
Justo, semanas antes, nuestra protagonista había terminado noviazgo con alguien que, en apariencia, reunía todas las cualidades y características que le fascinaban. Un financiero talentoso, de muy buen ver, con la sensibilidad suficiente para jugar una “cascarita”, con los niños de algún barrio pobre; o dar clases de defensa personal, física y verbal a un grupo de niñas, para que en el futuro pudieran poner en su lugar a cualquier pelafustán. Todo iba viento en popa hasta que le dijo:
—Yo quiero tener, al menos, tres hijos. Es lo que más deseo en la vida y tú serías la madre perfecta.
Ni siquiera intentaron llegar a un acuerdo.
“¡Ay pobre! Debió embarazarse y, ya con eso, el hombre la hubiera tenido que mantener hasta que el hijo saliera de la carrera… ”
Muchas de sus amigas veían la manera de resolver sus vidas preñándose o casándose para que no se les pasara la edad. Algunas ni siquiera conocían al amor, a esa persona incondicional con la que uno puede apostar a lo que sea.
María se conocía a sí misma. Con el entusiasmo o la avidez de quienes no se rinden, explotaba su potencial y cada noche iba a la cama con la satisfacción de haber aprendido algo nuevo. Podía viajar sin ataduras… Y cuando William supo que visitaba Nueva York, con regularidad, la invitó a reunirse con él.
Tres meses después de la exposición se encontraron…
¡Nunca sabemos cuándo aparecerá un buen amigo en nuestras vidas! La Gran Manzana, con Bill como guía de turistas, resultó nueva. ¡Fueron días fantásticos! Recorrió la ciudad con un nativo culto, viajado, con miles de experiencias vividas y anécdotas inusuales para relatar. ¿Qué más podía necesitar?
A su regreso, la ráfaga de preguntas no se limitó al “qué tanto había disfrutado”:
—¿Entonces, qué? ¿Ya son novios?
—¿Cuándo viene a conocer a tu familia?
—¿No te ves con un bebito rubio, de ojos azules, entre los brazos?
—¿A este americano no lo dejarás ir, verdad? ¡Ha estado hasta en el palacio de Buckingham retratando a la realeza!
Pero William sólo era el amigo que, sin sexo o interés romántico de por medio, la acompañó a recorrer una de sus ciudades favoritas; para no sentirse la turista con el mapa, sino una neoyorkina más.
La percepción de quienes no han convivido con María, dista mucho de la realidad. No es una mujer triste, ni aburrida; mucho menos sola, ni ha sido pasada por alto. Simplemente, no le pertenece a nadie porque no es un objeto. Sabe que el amor verdadero existe de muchas formas. Ha tenido la gran fortuna de amar, al punto de dar la vida si hubiera sido necesario. ¿Y qué creen? Los receptores de los más profundos sentimientos que cobija en el corazón, no nacieron de sus entrañas.
La maternidad, por siglos, ha sido impuesta a las mujeres. Si una fémina no la ejecuta es porque algo está mal con ella, ya sea fisiológica o mentalmente.
María sabe que evolucionaremos y un día otras, como ella, se opondrán a la tradición o a la normativa social. Serán honestas, consigo mismas, y le darán sentido a sus vidas; sin el gravamen de un hijo que nació porque así lo mandan las leyes de Dios y de los hombres.
Joan Manuel Serrat, nos alimenta la confianza… No lo duden: “… se hace camino al andar”.
FIN