Teresa Vázquez Mata.
Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que, a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
Teresa Vázquez Mata. Golpe a golpe, verso a verso (IV)
Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
GOLPE A GOLPE, VERSO A VERSO (IV)
Muchas eran las personas que se le acercaban a María. Algo en ella atraía a los demás. Aunque tímida, una vez en confianza, su plática se tornaba interesante. En cambio, de niña le huían, la señalaban por ser pariente del que infringió la ley o era un mal ejemplo para la sociedad. ¿Por qué la culpaban? ¿Vivir en la misma casa, junto al primo, implicaba vestir el mismo saco?
Las llamadas “buenas mamás” les prohibían a sus hijos jugar con ella. Cuando salía a montar bicicleta, la abordaban para reclamarle: “¿sabes lo que hizo, hoy, Juan?” Sólo agachaba la cabeza, se tapaba el rostro con la larga cabellera y mordiéndose los labios, para no llorar, pedaleaba a toda velocidad para escapar de las malvadas progenitoras.
A los 12 años comprendió que no toda la gente es bien intencionada y que ser madre no resulta ser, necesariamente, una experiencia positiva en cada mujer. Hay quienes, aun siéndolo, no nacieron para ello.
“¿Somos máquinas productoras de personas?” —pensaba cuando le decían: “¡Al menos embarázate en una noche de copas!”
—¿Ya te pusiste a pensar qué vas a hacer de vieja? ¿Quién te va a cuidar? ¡Al menos tener a alguien que te acerque un vaso de agua!
“¿Cómo? ¿Creen que el hijo es como invertir en un seguro para la vejez?” —definitivamente, no lograba comprenderlas. Beneficiarse o realizarse como mujer a través de otro ser humano, se le hacía algo absurdo. ¡Los hijos no son camisas de fuerza! Ni han de nacer por respeto a la religión o temiendo al qué dirán; mucho menos para que sea nuestro enfermero en la senectud. Un hijo debería ser el más grande y preciado tesoro. Tendría que haber un reglamento al respecto:
- Engendrarán si —y sólo si— pueden tratarlos con amor y respeto; ofreciéndoles educación, diversión y oportunidades.
- Deberán prepararlos para afrontar adversidades: aceptándolas como parte de la vida y no como un castigo que el cielo nos manda si nos portamos mal.
- Llevar a término un embarazo no deseado, con consecuencias negativas para el inocente que no pidió nacer: será penado por la ley.
- Antes de tener descendencia, asegúrense de tener solvencia económica y moral —las dos—; no pueden ir la una sin la otra.
- Aborte, antes de arruinar una vida. Ya ni siquiera el Papa lo considera pecado.
“Si no se creen partidarias de la maternidad, como es mi caso, busquen otras alternativas para trascender. No hagan infeliz a un niño que, probablemente, repita el patrón que experimentó en su vida”.
María no se concentraba en el diálogo con Bill y es que, además, constantemente los interrumpían para pedirle autógrafos al artista.
—Se me antojó visitar Nueva Guinea. Esa mujer que retrataste parece de otro mundo. Los ojos llenos de esperanza… La alegría reflejada en su rostro sin edad, por sobre la boca sin dientes, muestran que la felicidad no requiere de mucho —dijo retomando la plática.
Él, que ha recorrido el planeta acompañado únicamente por la cámara y una mochila a sus espaldas, reveló cómo podemos conocer la esencia de cada persona, a pesar de los diferentes contextos culturales. “Si aprendemos descifrarlas, ellas dejan lindos instantes o gran enseñanza”.
—Te vi unos minutos y miré que ah… te detenías ante las fotos. Tu expresión… diferente con cada una. Me interesó saber tu opinión… Y ahora, aquí conversando tú y yo… —trataba de obtener algo más que simples palabras, pero la gente seguía dificultándolo.
CONTINUARÁ…