Victor de Regil
Se trata ya de una realidad: estamos viviendo la desaparición del PRI. El único que no ve, o no quiere ver, la debacle del PRI en Puebla es el propio PRI en Puebla. Simular que no pasa nada, o que no está pasando nada, no parece ser la estrategia más inteligente de cara al 2024.
Presidentes municipales, regidores, operadores, militantes. Son legión los priistas que se están yendo a Morena.
La sangría es a cuentagotas, pero no deja de ocurrir. Fluye por todas las venas del oxidado y corrompido aparato tricolor.
Ignacio Mier, Alejandro Armenta y Julio Huerta son los principales beneficiarios de este éxodo. Estructuras completas del tricolor ya están operando para alguna de las “corcholatas” poblanas.
Nombres como Pepe Chedraui, Enrique Doger, Javier Casique, los Morales, Leobardo Soto, Pepe Márquez y un largo etcétera ya tienen candidato a la gubernatura y ese candidato no es precisamente del PRI.
En el colmo, ya hasta el hipotético candidato de la alianza PAN-PRI-PRD, el alcalde Eduardo Rivera Pérez, lo denunció en público esta misma semana.
“Hay más priistas en la 4T que en la oposición”, dijo. Y remató: “Si van a participar algunos de estos actores priistas dentro de Morena, pues está bien… Pero que lo digan”.
Pero los traidores nunca de los nuncas lo van a salir a decir. La crisis del PRI es profunda, pero aún no toca fondo.
Sólo un ingenuo como Néstor Camarillo, “dirigente” del tricolor en el estado, quien está dedicado solamente a consentir los caprichos de quien lo puso y mantiene en el puesto: “Alito” Moreno, puede creer o pensar que la asistencia de presidentes municipales emanados del PRI al destape-despedida de Julio Huerta, , se debió “a su buena relación” con el ex secretario de Gobernación y aspirante de Morena a la gubernatura.
Como diría el clásico: Está viendo y no ve.
Hay más, mucho más que una “buena relación”.
En Puebla, el PRI y sus factores de decisión están con Morena, operando para Morena, comiendo de la mano de Morena, y es muy probable que, en su momento, hagan lo posible, y hasta lo imposible, por reventar la alianza PAN-PRI-PRD, tanto en la pelea por la gubernatura como en la carrera por las alcaldías, las diputaciones locales y federales, y el Senado.
No son pocos los negocios millonarios que dan sentido a esta ecuación. Y que están y estarán en juego.
En el equipo de Ignacio Mier y Alejandro Armenta, ambos ex priistas, trabajan conocidos miembros del PRI desde hace muchos, muchos meses.
Ellos les operan desde alguna de las 58 presidencias municipales que el Partido Revolucionario Institucional ganó en las últimas elecciones.
Usan recursos públicos, personal municipal, insumos y estructuras gubernamentales, y casi siempre, a la luz del día.
Sólo algunos panistas y perredistas creen que el PRI es una verdadera oposición que, en Puebla, va a comportarse como oposición.
Hoy en el PRI hay más interés en que la gubernatura quede en manos de Mier, Armenta o Huerta, que en Eduardo Rivera.
En 2022 el tricolor alcanzó su registro de militancia más bajo en tres años: solo 3 mil seguían siendo del PRI, o decían pertenecer al PRI.
Con todo y firmas inventadas, o padrones inflados, pero en 2021 la cifra de militantes era de 20 mil 885.
Todo bajo la paciente mirada de “Alito” Moreno y su gerente en Puebla, Néstor Camarillo.
Lo peor es que el escenario nacional no ayuda en nada para frenar la desbandada.
La renuncia de Miguel Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu, Eruviel Ávila y Nuria Mayorga y la salida de otros 300 priistas es un duro revés al ex partidazo, aunque “Alito” y sus porristas lo nieguen.
¿Cuántos otros líderes comunitarios, presidentes y ex presidentes municipales, dirigentes locales, diputados y hasta ex gobernadores en Puebla seguirán el mismo ejemplo en los próximos días, semanas y meses?
No es difícil adivinarlo.
La sobrevivencia y el futuro de los priistas pasa por Morena y en esas precisamente andan.