Mariana Melo Serrano. Desde los 10 u 11 años empezó a escribir historias de fantasía y pequeños cuentos, pero nunca había publicado, es escritora de fantasía, novela histórica, y a veces algo de poesía.
Cursa el sexto semestre de la Lic. de Psicología en la UV. Escribe para crear un lugar seguro para las personas, mostrarles que a veces por más inusuales o incomprendidos que se sientan, hay alguien afuera que siente el mismo caos, que no están solos y que los raros deben estar unidos.
“Aya” – Melody
La noche es tranquila o al menos creo que lo será.
Una luciérnaga se cuela por la ventana, hacía mucho que no veía una luciérnaga; realmente espero que no termine siendo la cena de la araña que se ha instalado en la esquina de mi habitación.
La voz de Vera Lynn cantando «we’ll meet again» resuena suave mientras los primeros indicios de sueño llegan a mi cuerpo, hace rato que te di las buenas noches deseando dormir a tu lado, no dormiré contigo hoy, pero sin duda no dormiré sola.
A la izquierda de mi cama hay una pared, a la derecha hay un librero, en ese librero hay un pequeño espejo, de quizá 20 x 10 cm, apenas del tamaño suficiente para ver mi rostro por la mañana sin embargo aquello no parece representar ningún impedimento.
La música de los 20’s puede resultar realmente tétrica, especialmente para una luciérnaga que se ha enredado en una telaraña, pero también para cualquier pobre diablo que hubiese espiado por la ventana de mi habitación, como el idiota que justo ahora vigila mi cuerpo somnoliento desde afuera esperando el momento perfecto para entrar… aunque si lo hace, quizá tenga el mismo final que la luciérnaga.
Muchos creen que los espejos son traicioneros y tramposos portales entre mundos y dimensiones, que jamás debes tener espejos mirando a las puertas o a tu cama porque son una invitación a los espectros a entrar a tu vida o a verte dormir. Ventanas dispuestas para cualquiera que sepa cómo cruzarlas.
Mi conciencia se apaga despreocupadamente mientras aquella oscura palomilla se posa sobre el espejo haciéndolo vibrar como si de agua se tratara para después volar asustada por cinco largos, pálidos y mugrientos dedos que se abren camino por el espejo hasta apoyarse en el librero.
A los dedos les sigue un brazo, un hombro, un cuerpo, un ser que parece tener cada hueso dislocado bajo su piel, ser que con dificultad camina a mi estirando sus dedos para apartarme el pelo del rostro con maternal cuidado.
La araña casi termina su nocturno bocadillo.
Aquella criatura ha llevado su existencia a la ventana desde donde agita lentamente sus largos y quebrados dedos saludando al pobre diablo que me ha estado acechando, el viento de mi ventana mueve el enmarañado pelo de la criatura haciendo visible la retorcida sonrisa que le regala al hombre que repentinamente recuerda cómo funcionan sus piernas mientras aquel ser se lleva un dedo a los labios en petición de silencio y corre mi cortina hasta cerrarla.
Frank Sinatra suena calmadamente a la par del anhelante tarareo de la garganta del espectro que ya ha tomado asiento mirándome dormir.
La noche es tranquila y afortunadamente no voy a dormir sola.