Amelia Restrepo Hincapiè. Tercera Antología Internacional de Poesía (Sabersinfin)

Tercera Antología Internacional de Poesía (Sabersinfin)

AMELIA RESTREPO HINCAPIÉ. Nació en Santa Rosa de Cabal y reside en Pereira, Risaralda, Colombia. Educadora, poeta, escritora, investigadora, fundadora y presidenta de la Fundación Academia Colombiana de Historia, Literatura y Arte. Directora del Laboratorio de Historia y Memoria Histórica Martha Lucía Eastman Vélez. Maestra tutora del club de lectura Quijotes y de Teatro Histórico Molinos de Viento. Medalla Manuelita Sáenz como Mujer Líder de Risaralda otorgada por la Sociedad Bolivariana de Pereira y el Colectivo Risaralda Fuerza Mujer. Premio de Difusión Cultural otorgado por la Academia Latinoamericana de Literatura Moderna y la Sociedad de Historiadores de Latinoamérica. Medalla de Honor concedida por la Asociación de Escritores del Orbe (AEADO). Ha publicado tres libros relacionados con innovaciones educativas, tres libros de poemas: Amelia una voz puerta del alma, Piedra encendida y Corceles de fuego. Tiene poemas y cuentos publicados en varias antologías internacionales. Sus libros inéditos son: Cartografía de la Sangre y dos series de libros de cuentos infantiles. Coordina Sabersinfin Colombia y produce la emisión de aquel país para #Poesíaalasocho.

Ella fue su olvido

Se fue haciendo soledad, incertidumbre, ausencia.

Un fuego ya en cenizas, menos que eso, solo pavesa.

Un camino sin huellas. Fueron borradas por sus tormentas.

Era piel arrocada, fría. Su sol se ocultó y la dejó aterida.

Una fuente seca, un árido desierto. Alma sedienta.

 

Una cicatriz de heridas sanadas en falso,

Aun dolientes.

Un relato de días en las cuales fue vencida,

doblegada, una trabajadora más y sin salario.

 

Nadie advirtió la lenta y progresiva extinción de su lumbre,

ni comprendió su deliberada ausencia,

nadie la vio convertirse en sombra,

ni observó el desprendimiento de sus raíces.

 

Ella dejó de pensar para no llorar

y el caos ajeno que vivía, le fue calando tan dentro,

que su todo se fue esfumando hasta perderse su singularidad.

Y fueron cayendo en sus abismos pensamientos y emociones,

nada le causó ya sorpresa ni asombro,

hasta la ira y la amargura volaron lejos,

se volvió inerte, vacía, su mirada se fue

hacia adentro tan a lo profundo,

que ya nada recordó, ni le importó.

 

Ella que fue puro ardor y fuego,

solo dejó de ser, al verse convertida a pocos,

en mueble, en comodín, en banco, en remedio, en solución

sin recibir a cambio mirada dulce y tierna,

palabra que alabara, abrazo que abrigara.

 

Ella se convirtió en su olvido.  Perdió su mirada

y con ello la vitalidad que a nadie ya importaba,

empezó a habitar entre sus ruinas,

en sus grietas, en sus zanjas,

a desaparecerse entre las piedras de su río seco,

y se volvió silencio,

apagó a conciencia el último faro,

se consumió en un viaje sin regreso, sin luces ni sueños

y se tendió sobre el lecho de su muerto universo.

 

 

 

Y cantó el poeta

 

No buscó ser poeta                                                                                                                             Sí, en vuelo de palabras                                                                                                                                            enlazar   los sentimientos

y en frases aladas cual cometas

colorear muchas páginas

con el eco de lluvias y tormentas

 

La voz se desplegó sin miedos

cedieron el secreto y el silencio

y entre celajes de incendio

lanzó a los aires sus misterios

cantando himnos azules

entre abedules y viñedos.