- Académica de Arte de la IBERO investiga las prácticas artístico-políticas en el espacio público
- Entre otros, aborda el archivo del Comité ¡Eureka! y los ‘murales posrevolucionarios’ en las normales rurales
Pedro Rendón
Las gráficas disidentes y de lugares de memoria son importantes para conocer y establecer otro tipo de dimensiones de estudio de los problemas del terrorismo de Estado y la guerra sucia, señaló la Dra. Ana Torres Arroyo, académica del Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
En su participación en el conversatorio ‘Desaparición de personas en México: historias y trazos’, Torres compartió con otras y otros académicos de la IBERO que siempre han sido parte central de sus líneas de investigación las relaciones entre arte y política, específicamente, las prácticas artístico-políticas en el espacio público que generan trabajo colectivo, independiente, autónomo y sin autoría.
Es así que en los últimos años las corrientes artísticas en las que ha trabajado son las de la gráfica expandida: carteles y murales, pues para ella “el documento visual es un documento de memoria”, al arrojar mucha información que a lo mejor otros documentos no, como son las invaluables narrativas que hacen los colectivos y colectivas sobre los sentimientos y afectos que tienen sobre sus seres desaparecidos.
Como parte de esta actividad investigativa, en 2019 la doctora tuvo la oportunidad de revisar el archivo del Comité ¡Eureka! (organización de familiares de desaparecidos creada en México a raíz de la persecución y detención ilegal de militantes de movimientos políticos, armados y sociales en las décadas de 1970 y 1980), a resguardo del Museo Casa de la Memoria Indómita.
En ese proyecto la investigadora encontró carteles que habían estado guardados durante años que, “como dicen algunos autores, eran la memoria pasiva, y cuando los sacamos a la vista, pues se convirtieron en memoria activa, en lugares de memoria”.
Algunos de esos carteles se seleccionaron y reprodujeron para montar en la IBERO una exposición, después de la cual, esas reproducciones -así como los carteles originales- se regresaron al Museo, con la idea de que “itineren” en otras exposiciones.
La otra corriente artística que la docente ha trabajado como lugar de memoria es la de los murales posrevolucionarios y, a partir de las desapariciones forzadas de los últimos años, sobre todo los murales en las escuelas normales rurales -elaborados por docentes y por colectivos voluntarios-, como la Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, que “está plagada de murales”.
Esos murales en las normales rurales -cuya ideología no coincide con la ideología estatal- son estudiados como imágenes visuales y como memoria, lo que arroja información contraria a la verdad histórica.
Y, en la actualidad, la Dra. Ana Torres encabeza el grupo de investigación ‘Memorias visuales’, conformado sólo por mujeres, quienes están trabajando en un entrecruzamiento metodológico y teórico entre la memoria visual o la memoria cultural, la cultura visual y la teoría de la imagen o el estudio de la imagen.
Su interés es que esta metodología de investigación-creación “nos acerque a saberes reflexivos y a transformaciones que incidan en la generación de memorias y de conciencias críticas, a través de lo visual”.