Victor de Regil
Es una realidad que, aunque han tenido un discreto éxito como alianza legislativa, PRI, PAN y PRD juntos no han podido concretar las expectativas de convertirse en un contrapeso electoral al lopezobradorismo. Desde su conformación, para el proceso federal intermedio, sólo han podido ganar cinco de 21 gubernaturas en disputa. Tampoco lograron la mayoría simple en San Lázaro, aunque sí les alcanzó para ser obstáculo a las reformas constitucionales. ¿Valdrá, entonces, la pena reeditar en Puebla esa coalición para 2024?
Cómo pintan las cosas hacia las elecciones del próximo año, en la contienda por la Presidencia de República y la mayoría de las nueve gubernaturas, pareciera que esos partidos van apenas a una campaña testimonial.
Al “dimos la batalla como nunca, pero perdimos como desde 2018”.
Las expectativas con que comenzaron su maridaje realmente no se han cumplido.
En la guerra en las urnas, salvo algunas excepciones, van derrotados de antemano.
Se disputaron 15 gubernaturas en 2021 y la alianza PRI-AN-PRD apenas pudo rescatar tres triunfos y con candidatos albiazules: Baja California Sur, Chihuahua y Querétaro.
En 2022, esa alianza sólo ganó las gubernaturas de Aguascalientes (con candidato del PAN) y Durango (con candidato del PRI).
Son 16 derrotas en 21 elecciones de gubernaturas. Es una realidad que se trata de un pésimo porcentaje de bateo.
Hoy, el país es prácticamente guinda en el mapa político.
Si se concreta la proyección de las encuestas, en este 2023, la alianza opositora apenas rescatará la gubernatura de Coahuila.
El Estado de México, que ha tenido solamente en su historia contemporánea gobiernos del tricolor, se prevé que queda en manos del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y eso teniendo a una de las peores candidatas, la maestra Delfina.
Las derrotas de la coalición opositora se concretan, incluso, si los morenistas mandan candidatos débiles.
Cuando la oposición ha enviado abanderados fuertes y populares, en la mayoría de los casos apenas alcanzan una decorosa derrota. Un “dimos la pelea tú a tú”.
En días pasados, el presidente municipal de Puebla capital, el panista Eduardo Rivera Pérez, urgió a los partidos opositores a definir si habrá o no alianza en Puebla para 2024. Palabras más, palabras menos, dijo que de eso dependerá su decisión de participar, sin la alianza la decisión sería el No participar.
Ya antes ha coqueteado Lalo Rivera con la idea de que Movimiento Ciudadano (MC) pueda sumarse a estos partidos. Seguramente, en su proyección, la suma de todos le augura una posibilidad firme de ganar esa elección.
Tiene razón Eduardo. PRI, PAN y PRD no le pueden exigir que sea él quien dé el primer paso. Porque todo dependerá de que los partidos garanticen unidad.
Una alianza fuerte y real. Sin simulaciones. Sin dobles juegos. Sin un PRI ayudando en lo oscurito a Morena. Sin un panismo de brazos caídos y dividido.
El PRD da igual participe o no. Porque, ¿quién quiere ir a una campaña testimonial? Eduardo Rivera es la mejor opción para 2024 en la oposición.
Tiene buenos números en conocimiento y en opinión positiva. Está en muy buena edad para jugársela ahora. O también para esperar mejores épocas y quizá amarrar ir al Senado en una plurinominal o, como se ha mencionado, repetir en la capital donde , posiblemente, gane con facilidad.
Por eso es importante la definición en estricto orden de factores. Primero el sí de la alianza.
Luego el posible sí del mejor posicionado. Bien decía aquel sabio político priista: “Primero está el uno y luego está el dos”.
Aritmética y filosofía esenciales.