Gabriel Sánchez Andraca
El gobernador del Estado, Sergio Céspedes Peregrina, ha demostrado, con su desistimiento al recurso que su antecesor Miguel Barbosa Huerta tramitó contra amparo a favor del aborto, tener mejor sensibilidad política y social, porque el problema no es de moral, sino de salud pública.
La prohibición del aborto y las sanciones que se aplican a quienes lo practican, pone en riesgo vidas humanas, porque muchas de las jovencitas o mujeres que deciden abortar carecen de recursos económicos para recurrir a servicios médicos calificados y no solo ponen en riesgo sus vidas, sino además sufren un castigo de cárcel que avergüenza a sus familias y se provocan verdaderos dramas hogareños, que causan afectaciones psicológicas en varias personas.
La prohibición de esa práctica, pueden hacerla las instituciones religiosas y combatirla entre sus fieles mediante educación y sanciones morales o religiosas, pero no el Estado, que está obligado a intervenir, para buscar la mejor solución, en los problemas sociales de las comunidades que gobiernan.
EL ESTADO MEXICANO ES LAICO Y POR lo tanto no está sometido a los designios de ninguna autoridad eclesiástica. Debe respetar a todas las religiones que practiquen los ciudadanos y respetar sus posturas en asuntos que a las iglesias les competen, pero hasta ahí las cosas.
Los asuntos de gobierno, son exclusivos de las autoridades civiles, que podrían coincidir algunas veces, pero las coincidencias no son ni sometimiento, ni complicidad.
EL PROBLEMA DEL ABORTO, HA EXISTIDO SIEMPRE. Cuando México se constituyó en un Estado Liberal y Laico, siendo Presidente don Benito Juárez y Secretario de Gobernación, don Ignacio Ramírez, El Nigromante, ocurrió un hecho, en la capital del país, que alguna vez ya relatamos en este espacio: Practicando una diligencia en un convento ubicado en la capital del país, que había sido desocupado por los miembros de una orden religiosa, el Secretario de Gobernación se trasladó al inmueble y llevó a sus dos pequeños hijos dejándolos en el patio enlozado para que jugaran. Una de las canicas con la que los hijos del Nigromante se divertían, rodó hasta meterse en una oquedad que había ente las lajas. El niño se puso a llorar y quería recobrar su canica, lo que obligó a una de las personas que los cuidaban, a levantar la laja. Sacaron la canica, pero notaron que había una pequeña caja que por curiosidad abrieron y era el cuerpo de un pequeño recién nacido que tanía un cordón en el cuello.
De inmediato dieron aviso y el propio Secretario de Gobernación fue a ver de lo que se trataba. Ordenó que se levantaran más lajas del patio y oh sorpresa, aparecieron en total 30 cajas con niños recién nacidos. Don Ignacio llamó a los religiosos que estaban entregando cuentas después de la desocupación del convento y explicaron que eran niños de muchachas de buenas familias, que ayudaban económicamente a la institución colonial y que solicitaban permiso para sepultar ahí a los pequeños que habían muerto al nacer.
Este asunto que ya había reunido a una gran cantidad de gente de la zona de la Merced, que se agolpaba en la calle y quería entrar. Se llamó a la policía para evitar un desorden y don Ignacio Ramírez fue personalmente a informarle al Presidente Juárez lo ocurrido.
A las 11 de la noche fue el presidente. El sitio estaba profusamente iluminado por cientos de veladoras que los vecinos habían llevado y ahí mismo don Benito Juárez ordenó que a todos los infantes encontrados, se les diera cristiana sepultura. Fue al día siguiente cuando fueron sepultados los treinta cuerpecitos en nuevos ataúdes en un templo cerca del bosque de Chapultepec y el cortejo fue enorme, pero de gente humilde.
Este tipo de problemas pues, no es nuevo. Seguramente ha existido siempre y es preferible abordarlo abiertamente, que ocultarlo con hipocresía sin ninguna sensibilidad social.
Prohibir el aborto