Sin duda, la ecuación que definirá al candidato o a la candidata de Morena a la gubernatura de Puebla en 2024 tiene, irremediablemente, como factor crítico las elecciones de este año en el Estado de México y Coahuila.
En la primera entidad, al menos hasta este momento, la alianza lopezobradorista perfila un triunfo claro, mientras que en tierras coahuilenses el terreno se ha puesto sinuoso para el régimen.
El próximo 4 de junio los ciudadanos de esos estados acudirán a las urnas.
Unos meses después, entre noviembre y diciembre, se definirán las candidaturas de MORENA a la Presidencia de la República, a nueve gubernaturas, incluido Puebla, y a cientos de cargos públicos más.
La ruta a la sucesión en Puebla cruza, inevitablemente, por lo que ocurra en 2023.
La lógica parece sencilla, pues si en las elecciones de este año, sobre todo en el Estado de México, Morena arrasa, la lectura inequívoca será que la popularidad de Andrés Manuel López Obrador efectivamente sigue siendo muy fuerte.
Porque la candidata Delfina Gómez no es lo que se pueda llamar un dechado de virtudes. Tampoco una chispa de popularidad, al contrario, todos sabes que es una delincuente electoral, ya ha sido juzgada.
Quien compite en tierras mexiquenses es el Presidente de la República y su nivel de aceptación. Es el laboratorio para definir la salud de su base social. Correlativamente, se mide ahí la fuerza de la marca Morena.
Esto quiere decir que un triunfo arrasador en la entidad con la mayor Lista Nominal del país -12 millones de electores, equivalente a casi 13 por ciento del total nacional- marcaría la ruta de Morena en la definición de sus candidaturas en las nueve elecciones a gobernador o gobernadora para el 2024.
Con este resultado, el mensaje sería claro para Puebla y esas otras ocho entidades: se gana con cualquier perfil.
En cambio, si el triunfo mexiquense para Morena no es tan claro o incluso si el partido oficial sale derrotado, la lógica funcionaría a la inversa.
Es decir, si en Palacio Nacional, a la luz de lo que ocurra en 2023, ven que para Puebla debe ir el perfil verdaderamente más competitivo, el candidato será entonces el senador Alejandro Armenta.
Por el contrario, si López Obrador deduce que eso no es necesario, porque “Morena gana con cualquiera”, incluso con el menos popular o menos conocido, entonces el candidato será Nacho Mier.
El criterio de competitividad no será, en esta segunda hipótesis, el preponderante.
Este análisis, por supuesto, lo tienen claro en las trincheras de los aspirantes de Morena en Puebla.
Eso explica sus estrategias.
Por ejemplo, la desbocada y desesperada apuesta de Mier con sus anuncios espectaculares. Le urge crecer, como sea, al costo que sea.
Y a pesar de que tanta presencia de “marca” le salga contraproducente en el ánimo de los ciudadanos, hartos de ver su rostro “hasta en la sopa”.
Pero regresando al tema del 2024 poblano, no se pueden descartar otros escenarios.
Hay una tercera posibilidad: que, por alguna razón, Morena -es decir, AMLO- decida que para Puebla deba ser una mujer.
Ahí entonces se abre la puerta a perfiles como el de Olivia Salomón, la secretaria de Economía quien fue impulsada, en su momento, como aspirante por el gobernador Miguel Barbosa Huerta.
También ha aparecido en ese horizonte la titular de Desarrollo Rural del estado, Ana Laura Altamirano.
Se habla, incluso, de María Luisa Albores, la secretaria federal del Medio Ambiente.
Pero todavía hay que mirar con más amplitud el paisaje de 2024, porque el reino de la política es totalmente impredecible y realmente todo, ¡y todo es todo!, hasta lo impensable, puede ocurrir.
Nadie puede descartar a Julio Huerta, el secretario de Gobernación estatal, quien sin duda es la ficha de lo que queda del barbosismo y al que le urge crecer a pasos agigantados.
Tampoco, al delegado y sobrino político de Manuel Bartlett, el titular en Puebla de los Programas de Bienestar, Rodrigo Abdala, quien ha empezado a moverse fuerte, so pretexto del apoyo directo a los beneficiarios en Puebla, a nombre del gobierno federal.
Últimamente Abdala ha intensificado su trabajo político, como si le hubieran dado luz verde desde Palacio Nacional; no hay que perderlo de vista.