Luz del Cosmos
Mi aire respira mis alientos,
inmensidad galvánica de mis aromas;
soy todos los actos y hechos.
Soy el vuelo exceleum…
el centro impronunciable
todo en la magnífica paradoja de vastedad contradictoria.
Crea muere, revolución si transforma.
El pensamiento de luz, bajo el ojo de Horus y su luz.
No mendiga más de los objetos materiales…
esto es materia de antimateria;
músculo del relámpago situado en la risa de los niños…
en la memoria del trueno.
Así es la inmortalidad de la presencia,
tiempo detenido como todo…
la historia de cosas perdidas insignificantes…
le digo al Dios neblina…
no fue creador del hombre, del barro rojo, o arcilla ámbar.
La deidad es el hombre a imagen y semejanza.
Densidad del maíz pleurica, luminosa.
Transita, ansiosa en ser en su totalidad en la existencia.
Deidad trascendente del antiguo polisifo,
polivalente inmensidad,
circunstancial al padre que anida en el viento.
No debemos engañar al dios del puerto…
por las mujeres tiradas en las calles y su destino turbio.
Ante humildes seres hacinados en una sociedad de castas y estratos.
Sientes que tu corazón inflama.
Rueda destino que gallardo extasía hidalguía…
venciendo al déspota a hachazos crueles con rebeldía.
Vencí a la muerte con mi canto…
de justicia y libertad social, consciente de mi mundo.
Al conocer la infamia, mordura, mentira.
Con el destino herido en quijotesco, obsequio,
capacidad de cumplir los sueños a pesar de calamidades.
Se que la profunda luz del cosmos…
aunque la noche muera, el alma de vida.
Pueda gritar, rugir,
pero la luz de mi Cosmos no ha de morir.