Salvador Viveros Aguilera (El Zapotal Mpio. de Colipa, Veracruz, México. 1952)

 

Profesor de Normal básica, y Lic. en Física y Química por la Normal Superior de Puebla, Lic. en Educación Telesecundaria, con Maestría en Educación Básica, por la Universidad Pedagógica Veracruzana. Ha publicado los poemarios: Praderas del alma (2010), En busca del paraíso (2011) y con otros autores: Cuando la luz se descifra (2013) en Siena Editores de Puebla, Pue. Actualmente se desempeña como jefe de sector de telesecundarias en Veracruz.

 

En la larga avanzada de la noche

los ruidos son súbitos viajeros

ocultos en la niebla de un tren en fuga.

Estallan voces de riñas colosales

y entre las sombras callan,

como si nunca hubieran existido.

El silencio tendido las devora,

volviendo a su imperio interrumpido,

vaciando su murmullo entre la nada.

Lejanas carcajadas se redoblan

como orates ladridos de conciencia

y de pronto su voz se desmorona,

hasta hacerse canto inaudible.

 

Un chorro de agua afina sus cuerdas

tras la hermética llave:

inquieto ritmo de próxima cascada.

Un viejo ventilador suspira oxidado

y calla con un verso ondulado.

Llanto y risa se funden a lo lejos,

muriéndose en un cálido acecido

que se pierde en el olvido.

El duelo de mujeres y hombres

enredados en su propia pena

se hunde en el regazo del silencio.

Así, todo ruido es sólo recuerdo,

como si nadie existiera,

sólo mi respiración en vela;

es mi pulso que se adueña del todo

y descubre que se ahoga entre la nada,

de un sueño plagado de esperanza.

Los muros de las calles han cesado

sus clamores y extraños desvaríos,

volviéndose silencio y más silencio.

Mientras, la noche avanza y se ha curvado,

poco a poco con su melancolía,

en ese afán de continuar muriendo.

 

No ha sucedido nada extraño

en esta nueva y breve eternidad,

en este sueño de amores infinitos.

La noche adormecida cierra sus ojos

soñando que las pecas de su rostro son estrellas.

El sueño acalla los dolores del alma

y suaviza los estertores del cuerpo.

Entonces la esperanza ha germinado

más allá del silencio establecido,

surgiendo entre el destello de las sombras

el claro manantial de un nuevo día.