Armando Gómez Morales. Un día quise ser inmortal

Armando Gómez Morales (Tierra Blanca, Veracruz, México/1970)

Lic. en Administración por el ITSTB, mediador de lectura profesionalizado, Diplomado por la UAM y la Secretaria de Cultura, e integrante de la red de mediadores voluntarios del país desde el 2010, capacitación en arte y práctica de los géneros literarios (Plataforma Académica), promotor y gestor cultural con capacitación permanente por el IVEC, Actor y director de Teatro desde hace más de 20 años con diplomado en arte dramático y teatro musical por AMDA (American Music and Dramatic Academy con sede en los Ángeles California USA), docente desde hace 15 años del TecNM campus Tierra Blanca, amante del cuento corto y la poesía libre, aficionado a la creación literaria y la dramaturgia, fundador del centro Cultural y Fomento a la Lectura “La Casa Naranja”, autor del libro “Relatos de Nostalgia y algunos poemas libres” edición independiente…

 

UN DÍA QUISE SER INMORTAL

 

Había escuchado que el diablo ofrecía inmortalidad, me lo había contado un día un tal don Conde, eso me dejó intrigado, y un buen día que estaba de ocioso decidí bajar hasta el mismo infierno y preguntarle qué tenía que hacer para ser inmortal, fue muy fácil llegar, sólo pensé y de repente ahí estaba en la entrada de ese candente lugar, toqué la puerta y el  mismo satán me abrió muy amablemente, parecía que ya me estaba esperando; que alguien le hubiera dicho que yo iba a llegar.

 

Pensando un poco llegué a la conclusión que el señor don Conde le había avisado, pues con toda esa amabilidad que tenía y con una sonrisa cautivadora me hizo pasar a su infernal oficina, me ofreció sentarme en uno de sus mejores asientos muy cómodos, hizo traer unas bebidas, una para él y otra para mí a través de un infernófono, en cuestión de segundos entró una diablesca monumental, daba la impresión que la había sacado de alguna revista de Playboy.

 

Don demonio me conocía perfectamente y yo no sabía porque, sin preguntarme que bebida gustaba ordenó justo la que era mi preferida, lo de la chica sólo lo había pensado y de repente él me dijo con su voz cavernosa, —tienes razón es chica Playboy, sólo que aquí les cambio las orejitas y cola de conejo por unas diabólicas, pues para que haga contraste con mi espacio, si observas todo está decorado muy infernal—

 

Se me ocurrió preguntarle que cómo sabía lo que pensaba, se me quedó mirando y me dijo muy sereno, —recuerda que soy el diablo y sé todo de ti, es más sé por qué estés sentado ahí en ese lugar, vienes a preguntar cómo puedes ser inmortal—, anonadado le contesté que tenía razón que yo no quería morir y que me interesaba saber que tenía que hacer, —es muy fácil— me contestó — tendrás que firmar un contrato donde especifique claramente que estarás a mi servicio por la eternidad y hacer lo que yo te diga y ordene—, ¿y eso es todo? -le pregunté, claro, qué pensabas que tenías que hacer, pues según las malas lenguas de doble filo dicen que tiene uno que ofrecerte algún familiar muy querido para que tú hagas de él lo que quieras, —esas son habladurías sin fundamento de gente ignorante, como te darás cuenta no es tan complicado y además al firmar tu contrato te da derecho a muchas cosas más, además de vivir eternamente, como por ejemplo, riquezas y la riqueza te da todo lo que desees—

 

Me le quedé viendo fijamente y él también lo hizo y le pregunté, oiga don satanás, y cuándo se debe firmar el contrato, me respondió, si gustas de una vez, si no cuando tú decidas, entonces ¿tengo tiempo para pensarlo?, por supuesto, a fin de cuentas tú eres el que pierdes o ganas tiempo de inmortalidad, diciendo esto desapareció, y apareció la misma chica de Playboy, y me invitó muy coqueta a que la acompañara a la salida, así lo hice y me dejó donde había llegado, me abrió la puerta sonriendo coquetamente, se dio la vuelta caminó un par de pasos regresó su mirada me miró fijamente y me dijo —no lo piense tanto, puede perder o ganar mucho—…