Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
No te rindas… aunque el miedo muerda
Repasando la historia de algunos personajes que he creado y a propósito del nuevo año, me queda claro cómo suelo manejar el conflicto en torno a esos sueños a los que no debemos renunciar…
Hortensia, por ejemplo, es la misma persona que salió de Juchitán; empacando sus pertenencias en una caja de cartón, donde se leía: “Huevo El Calvario”. Y a pesar de trabajar como cajera en una zapatería, vive con la esperanza de actuar sobre un escenario. Ya no es el Dionisio Hugo Bsia Flores, del que se avergonzó el padre y continúa tratando de entender a toda esa gente que lanzan su odio contra aquello que sus limitadas mentes creen incorrecto.
Mi padre Miguel y Memo, cual protagonistas de una historia de amor incondicional, tampoco renunciaron a la lealtad del uno con el otro; al punto de que papá parecía la mascota de Guillermo y nuestro perrito se creía el señor de la casa. Ambos, desafiaron a conductores malvados, salvaron vidas y enfermaron juntos: sin perder la esperanza de encontrarse en el cielo de los perros o de los hombres.
Con Maurilio el ropavejero, mostré al hombre que no pudo tener hijos y sobreponiéndose al dolor, se convirtió en el maestro ambulante de todos los niños del barrio. Jamás supimos de dónde venía o cuánto caminaba; sólo lo disfrutábamos, porque tenía la cabeza llena de mundos y, sorteando sus propias desgracias, decidió no darse por vencido. Caso similar al de la taxista Aurora que se sentía olvidada, vieja, inútil… Sus días, a diferencia de los de Maurilio, eran rutinarios y los habitaba por inercia; pero la vida nos sorprende… Ella aceptó el regalito que dejaron en su vehículo y al convertirse en madre el horizonte le cambió de color.
También les conté sobre los afortunados desengaños que viviera Fabio. Cuando le dijeron: “¡tienes leucemia!”, el mundo se le vino abajo, su belleza quedó solo en fotos, el dinero en los hospitales… ¿y la gente? ¿Esos muchos que se decían amigos, los socios, los empresarios que le querían en sus filas…? ¿Dónde estuvieron? El cáncer quedó atrás y, de igual modo, lo superfluo. Supo transmutar el dolor y convertirse en ese ser solitario capaz de descubrir, día a día, los pequeños instantes maravillosos que otros nunca disfrutarán.
¿Recuerdan cuando me puse refranera? “A mí eso no me va a pasar…” ¿Y cómo es que tenemos conocimiento tal? ¿Predecimos el futuro?
Conté que, a un adorado amigo, Alex Ibsen, se le murió su hermano. Tenían tiempo de no frecuentarse y, a raíz de la definitiva ausencia, escribió algo desgarrador: “… estaba esperando que fuéramos hermanos otra vez”.
Yo leí y releí su texto y, cada vez, volvía a llorar. La frase me sonaba a bomba y la vida, así como es de sorpresiva, no tan justa y no tan llena de luz siempre, quiso que al poco tiempo murieran mis hermanas.
Les compartí que de haber intuido la dolorosa realidad que me acechaba las hubiera visto a diario y nos hubiéramos peleado menos. Pude haber sido más tolerante, más risueña y debimos platicar, por convivir más, aunque fueran sólo tarugadas… Hoy extraño los abrazos que evitaba, sin razón, e incluso que me besuqueen todo lo que les faltó. No puse mis barbas a remojar y ahora necesito esos minutos extras, ese anhelado viaje, esa sopa caliente o la incomparable lasaña; también la desaforada risa loca de Paty y la solidaridad, a prueba de balas, que siempre vistió a Rosa María.
Comienza el 2023 y sólo quiero recordarles que la vida vale cada segundo: permítanse amar y soñar todo lo posible; pues ya les dije antes que del plato a la boca, a veces, se cae la sopa. No le echen mucha crema a sus tacos y… ¡a darle que el nuevo año viene como mole de olla!