Flor Sempiterna del mal
A Baudelaire
Eres viento muerto, sin sombra,
con destino de poeta.
No pudo ni el olvido ni la miseria,
ni el dolor… olvidar tu nombre.
Y en el espacio sin distancia.
En el silencio de tus labios,
carcomida tu garganta
recibiste el cariño de tus amigos.
Delacroix, tu madre , Jane.
En los humos de «Los paraísos artificiales»
Diste otra lección, que adormeció
al polvo los augurios.
Emergiste en la noche profunda
con «Las flores del mal».
En poemas , en prosa
cual ángel torturando,
en el cristal del alba.
Teófilo agradeció tu dedicatoria
en el libro que te inmortalizó.
Pusiste sangre nueva
a la poesía… innovaste.
Desnudo de sangre, de alas,
como el viento bogas.
Recuerdo imborrable,
incrédulo de todo, en paz con Dios
partiste a la cumbre con tus cantos,
petrificado sin sol, y aves tristes
volviste los ojos al cielo;
Ahí estaba el «Paraíso Perdido»
que no tuviste en vida.
Ahora y siempre serás:
viento claro, seco.
Un coloso a distancia
que diseñó sus trajes de agonía,
desgarró el corazón.
Provocas sollozos hondos
a quien te lee y entiende,
cuando dijiste:
«Hay cierta gloria
en no ser comprendido»
Queda el seno absuelto
la lengua verdadera
el verso blanco, puro
con que inspiraste la sed de escribir
a otros tantos.
Inoculaste el veneno y partiste al paraíso
de tus sueños apurando un tinto vino.