Una vez más se acabó el Mundial de Futbol de Qatar para México. Como siempre, nos hemos convertido en los campeones del ya merito. Tenemos otra vez la corona como los reyes del ‘jugamos como nunca, pero perdimos como siempre’. La Selección Nacional vuelve convertida, también como regularmente ocurre, en la decepción nacional. Es un tema estructural histórico del futbol y del deporte nacional entero. No alcanzó el triunfo sobre Arabia Saudita y ahora todos los políticos que se subieron, oportunistas, a la ola de esperanza y el optimismo de la afición, hoy se bajan. ¡Qué huérfana es la derrota!
Los esperanzados futboleros mexicanos han quedado en silencio y vendrá la etapa de duelo de cada cuatro años.
Ese quinto partido se quedó hoy más lejos que en otras ocasiones.
Desde el Mundial de Argentina en 1978, México no se quedaba tan alejado de la gloria.
Además, con tantos minutos sin siquiera un gol, el que llegó hasta este último partido, que se ganó apenas 2-1 contra los árabes. Es un rotundo fracaso y no hay pretextos.
Por ello, no vemos el mismo entusiasmo de los oportunistas.
Algunos políticos, con clase y elegancia, se han referido a la descalificación de Qatar 2022.
Otros han pasado de la estridencia y el desmedido optimismo, al silencio grotesco, para desmarcarse.
Ya no es rentable exhibirse tan nacionalista respecto del deporte de las patadas.
El Presidente de la República, quien había pronosticado un 4-0, que sí le hubiera alcanzado a los nacionales para pasar a la fase de octavos de final, tuvo palabras de consuelo.
Fue políticamente muy correcto.
“Felicidades a la Selección, en particular por el juego de hoy que nos dio momentos de alegría y esperanza. ¡Ánimo! Como se expresó hace siglos en los Memoriales de Culhuacán: ‘En tanto que permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan’”, escribió en su cuenta de Twitter Andrés Manuel López Obrador.
Las matracas de otros, que lo mismo se han usado en mítines que en las reuniones políticas para ver los partidos, que luego presumen en fotos y en videos, han quedado calladas.
Las reflexiones vendrán.
Son imprescindibles, aunque lamentablemente luego no aporten soluciones en los mediano y largo plazos.
El problema sistémico del deporte nacional es todavía más acentuado en el futbol profesional. No hay planeación.
La continuidad no ha existido nunca. Las miserias de la Liga Mx son evidentes. Las referencias históricas en mundiales así lo muestran. Los números rojos de las selecciones en los mundiales son contundentes.
La inexistencia del quinto partido se debe a ello.
Ni siquiera, en el caso de la Selección Nacional, se trata de un tema de recursos económicos, como en otros deportes.
El futbol profesional en México es un gran negocio. Multimillonario.
Los jugadores, el cuerpo técnico y los directivos ganan muy bien. Sus ingresos son, incluso, de muy buen nivel en el concierto mundial.
Son competitivos en comparación con contextos similares de otros países. La inmediatez y el simplismo en las decisiones tienen sus consecuencias.
Cómo explicar que las fuerzas básicas mexicanas han llegado a ganar campeonatos mundiales, pero luego ese éxito y competitividad no se ven reflejados en la selección mayor.
Países como Estados Unidos, sin ninguna cultura, arraigo ni interés de su población, originalmente por el soccer, ha tenido un avance notable.
En México, los fracasos, que ya son incontables en competencias internacionales, no se convierten en lecciones y ni traen consigo correcciones.
Para el próximo Mundial de 2026, México será sede junto con Canadá y Estados Unidos.
¿Tiene el futbol profesional mexicano la posibilidad de presentar una selección con potencial competitivo?
Es muy pronto para soltar un “no” contundente. Pero las referencias históricas nos dicen eso.
México, de hecho, será cede de la inauguración.
En cuatro años, los “ratones verdes” -como peyorativamente algún comentarista llamó a los jugadores- volverán al campo.
La esperanza renacerá. El “ahora sí” se encenderá en la mirada de millones. Y todo volverá a ocurrir.
Otra vez.