Gabriel Sánchez Andraca
Según afirmó ayer el gobernador Miguel Barbosa Huerta, la aprobación por parte del Senado de la República, de la reforma a la ley para que el Ejercito Mexicano permanezca hasta el 2028 participando en labores de seguridad, no constituye de ninguna manera la militarización del país, por el contrario, garantiza la seguridad pública y compromete a los estados, como Puebla, a colaborar estrechamente con las fuerzas armadas para frenar la violencia y brindar seguridad a la ciudadanía.
Efectivamente, como afirmó el mandatario, no hay porque pensar que una reforma a la ley para permitir a los soldados resguardar a ciudades y pueblos contra la violencia criminal, se militarizar a México.
La militarización se realizó durante el gobierno panista de Felipe Calderón, que declaró la guerra al crimen organizado, sin un plan, una estrategia de por medio y sin modificar la Constitución General de la República, que asignaba labores específicas a las fuerzas federales, entre las que no estaba considerada su intervención en labores de auxilio a las corporaciones policiacas para garantizar la tranquilidad y la protección de los ciudadanos en general.
Durante ese gobierno panista, las fuerzas federales llegaron a abusar de su autoridad y hubo algunas arbitrariedades, que no fueron culpa de los militares, sino de las autoridades civiles de algunas partes, que intervenían en esos trabajos. Y entonces, los que ahora protestan y hablan de militarización, no hicieron ninguna crítica, ninguna condena.
AHORA LOS MILITARES TIENEN FACULTADES precisas; contribuirán a la formación de la Guardia Nacional, para hacer de esta, una corporación disciplinada, respetuosa de los derechos humanos y eficaz en sus labores de combate al crimen organizado.
Las policías estatales y municipales que existen en el país, no pueden ser confiables para estas acciones, pues carecen de la formación necesaria, del armamento, de la disciplina y carecen también de garantías laborales; en general tienen bajos sueldos, carecen de seguridad social y su capacitación en la mayoría de los casos, es mínima.
Los locales, no pueden, sin el apoyo de la Federación, realizar un trabajo tan duro y especializado como el frenar a la delincuencia que a veces da la impresión de dominar en algunas regiones del país. No somos un país que busque conflictos armados con el extranjero, ni que espere una invasión armada externa a nuestro territorio. El Ejercito, sin abdicar de la responsabilidad que tiene de proteger nuestra independencia y soberanía, puede como fuerza organizada y entrenada, contribuir a pacificar nuestro territorio combatiendo a traficantes de drogas y a quienes han venido organizando grupos que atentan contra la seguridad de la vida y patrimonio de los ciudadanos mexicanos.
MAÑANA ES 12 DE OCTUBRE, FECHA EN QUE se conmemora la llegada de los españoles a territorio americano, que ellos han insistido en llamar “descubrimiento”.
Fue un descubrimiento casual, pues se perdieron buscando a “las indias” y se toparon con América. Desde las islas caribeñas de República Dominicana y Cuba, planearon la invasión al continente y así llegó Hernán Cortés a la península de Yucatán y se inició el calvario de los pueblos originarios, que con el pretexto de cristianizarlos, fueron sometidos a la esclavitud para explotar las riquezas naturales, principalmente mineras de nuestro territorio.
Por lo que respecta a que trajeron “la verdadera religión” es otro rollo: Efectivamente el cristianismo era una religión superior a las existentes desde el punto de vista humano: predicaba el amor al prójimo, la igualdad de todos los hombres como hijos de Dios; la caridad cristiana; la responsabilidad de los padres para con sus hijos, la formación de familias cristianas, etc., pero ellos eran ajenos a todo eso: los conquistadores se consideraban católicos solo por ir a misa y cumplir con algunos ritos externos: bautizar a sus hijos y casarlos con personas de su “alcurnia” para formar una familia. Pero en la realidad, eran discriminadores raciales, esclavistas, violadores de las mujeres indígenas y padres irresponsables, que nunca o casi nunca se ocupaban de los hijos que llegaban a tener con ellas. Es decir, no cumplían con la esencia del cristianismo.
Y así estuvieron aquí y en todos los países de lo que ahora es la América Latina, durante laaargos 300 años. Y cuando fueron obligados a salir de nuestro territorio, dejaron países de analfabetos en el más espantoso atraso moral y material y en solo 200 años de Independencia, hemos podido ir superando todos los traumas que nos heredaron por la invasión y la explotación humana y material a que nos sometieron. Nunca hay que olvidar eso.