Marcela Guadalupe Anaya Mares. Con la facilidad de quienes no necesitan batallar para inventarse historias, Marcela Guadalupe Anaya Mares refleja en sus textos la vida y los sueños que la habitan. Con espontánea sencillez y valiéndose de las herramientas que proporciona la literatura, nos invita a reflexionar en torno a temas contemporáneos.
Marcela, es licenciada en Psicología Industrial y, aprovechando la experiencia de su profesión, ha decidido explorar el mundo del arte de la mano del maestro Miguel Barroso Hernández. Desde el Taller de Escritura Creativa Miró, gana la técnica y la habilidad para crear.
¿Cuándo nos toca?
Recordaba a Misha, mi querida gata dorada de 17 años…
Era una niña y no entendía por qué se tardaba en regresar a casa a dormir. Apenas comía. Llevaba 3 días perdida y yo sufría mucho. Unos vecinos la trajeron de regreso, pero luego volvió a escapar. La encontramos en el mismo lugar, sin aliento, y mis papás decidieron llevarla a dormir con el veterinario. Él me explicó que los gatitos se escapan cuando ya quieren morir.
-Recordar a quienes amamos es lindo –dijo la muerte interrumpiendo mis pensamientos.
– No olvido cuando puse un comedero para aves en el patio y Misha se sintió una leona. Caminaba diferente y mantenía la mirada fija en los pajaritos… Saltaba y ¡zas!… se escapaban… ¿Por qué duele tanto la partida de un ser querido? –le pregunté sin asustarme, ya estaba acostumbrada a verla.
-Todo lo que nace algún día morirá –aceptó la Muerte–. Algunas personas me tienen miedo, otras me suplican que les evite el sufrimiento; pero eso no depende de mí, sino de Dios. Yo solo soy su enviado. Hace algunos años tuviste una señal divina… ¿Recuerdas cómo fue?
-¡Claro! Estaba junto a mi hija en la Ciudad de México, saliendo del Hospital Español. El día era soleado y, de repente, se abrió el cielo azul y todo se volvió blanco intenso. El ruido de los camiones y los coches cesó y un hermoso ángel, batiendo alas, apareció y extendió sus brazos hacia mí. Vi tu divina cara sonriendo y me asusté. Negué con la cabeza y te dije que no me quería ir enfrente de mi hija. Me ibas a llevar en ese momento, ¿verdad?
-No, Marcela…
-Después me sentí mal y terminé en terapia intensiva por 20 días. ¿De veras no estaba en tu lista?
-¡No! Todavía no te tocaba. Solo venía a alertarte. Y como ves, has pasado por situaciones difíciles, pero has salido bien y aquí estás.
-¡Sí, soy fuerte y le tengo mucho amor a la vida! Viviré hasta que Dios, nuestro Señor, lo permita.
-Así es Marcela, aprovecha tu vida y sé feliz –concluyó la muerte, dejando escapar esa leve sonrisa que me llena de esperanzas.