Lo que pasa en el Senado de la República es un desastre. Y es que la estridencia, los adjetivos y las descalificaciones, que igual se refieren a posiciones políticas que a asuntos personales y hasta cuestionamientos de “moralidad”, se han apoderado del Congreso. En medio de la polarización política y la división que enferma al país, las Cámaras legislativas son fiel reflejo de la distorsionada visión política que impera en este sexenio. El ataque, la insidia y la descalificación, impuesta y atizada desde el mismo jefe del Estado, han permeado a los tres Poderes de la Unión y a la misma sociedad que asiste a un debate político del nível más infímo, en el que, a falta de argumentos, prevalecen los gritos y la violencia verbal.
Un buen ejemplo de ello es lo que sucedió recientemente en el Senado de la República, donde un debate trascendental para el futuro del país y de los ciudadanos, el de la militarización de la seguridad pública, se tornó en una suerte de arena romana en la que lo mismo los oficialistas que los opositores buscaban, más que parlamentar, hacerse pedazos unos a otros. La razón es lo que menos se exigía o aparecía en la tribuna senatorial a la hora de explicar por qué el Ejército tiene que continuar en las calles y a cargo de la seguridad civil hasta el 2028 o por qué no debiera hacerlo. Las descalificaciones fueron subiendo cada vez más de tono y se salieron de control sin que hubiera nadie capaz de moderarlas.
Mientras la oposición se dividía y la fracción del PRI se partía en dos, el coordinador de Morena, Ricardo Monreal, aseguraba que negoció con todos los partidos del bloque opositor, no solo con los priistas que al final defendieron la nueva redacción de la reforma al 5to. Transitorio constitucional. “Negociamos con todo el bloque; de sus 13 propuestas incluimos 11”.
Confesaba Monreal en la tribuna y eso encendía a las bancadas de oposición, donde muchos senadores no se enteraron que sus coordinadores estuvieron negociando y acordando con el gobierno y con Morena. Es decir, que los jefes del PAN, de MC y del Grupo Plural, incluidos los del PRI, ¿también negociaron en lo oscurito con Monreal y Adán Augusto? ¿Quiénes sí lo hicieron y quienes no? y ¿cuáles son las dos propuestas que hizo el bloque opositor y que no aceptaron Morena y la Presidencia?
El debate interno que desató esa confesión de Monreal hizo que se alargara el proceso de votación que se había previsto para la tarde con los votos a favor de Morena, PT y PVEM, sumados a los de 8 priistas y 3 perredistas que les darían la mayoría calificada para aprobar la reforma constitucional que tanto le importa al presidente López Obrador para garantizar la continuidad de su estrategia de consolidación de la Guardia Nacional más allá de su sexenio.
En las casi 12 horas que duró el debate en el Senado, hubo momentos penosos y mucha estridencia. La senadora panista, Lilly Téllez, subió tribuna y aunque llevaba un discurso que cuestionaba la militarización y advertía de los riesgos de darle tantas funciones y poder al Ejército, los adjetivos y descalificaciones a los morenistas, a los que comenzó saludando como “corruptos y ceros a la izquierda”, terminaron por incendiar la sesión.
La respuesta de los morenistas al discurso provocador de Lilly Téllez llegó en dos vertientes: por un lado, el aludido, Napoleón Gómez Urrutia, le contestó acusando que “el PAN y algunos de los miembros de la oposición, han convertido a este Senado, han devaluado y han degradado el nivel de los senadores. Se han convertido en provocadores profesionales, en insultar con vulgaridades, en descalificar sin ningún sostén, más que decir que la militarización se está provocando con este concepto… Basta ya de provocaciones y vulgaridades, elevemos el rango, sean senadoras de categoría no auténticos mercaderes chafas, una situación que no corresponde al Senado de la República”.
Pero la otra respuesta de Morena le termino dando la razón a Gómez Urrutia y no precisamente por la oposición, sino por una senadora de su propio partido, la campechana Rocío Abreu, quien subió a tribuna a contestarle a Lilly Téllez, pero no con argumentos o datos, sino con temas de su vida personal.
Al final, entre la estridencia, la polarización y las descalificaciones que reinaron en el debate el resultado de la operación política de Ricardo Monreal y Adán Augusto López y de la negociación que encabezaron senadores del PRI como Jorge Carlos Ramírez, la mayoría constitucional se alcanzó con 87 votos: los de Morena, el PT y PVEM, sumados a los priistas Ramírez Marín, Manuel Añorve, Mario Zamora, Claudia Anaya, Eruviel Ávila, Verónica Martínez, Ángel García Yáñez y hasta el cierre de la columna no se definía el de Beatriz Paredes. Del lado del PRD votaron a favor Miguel Ángel Mancera y Antonio García Conejo, y estaba en duda Juan Manuel Fócil. La ausencia de la senadora Ifigenia Martínez, de Morena, facilitó que se alcanzara la mayoría. Y de todo lo que quedó claro es que al Senado le falta mucho nivel y argumentos en sus debates ¿o será que también aplica aquello de que tenemos los senadores que nos merecemos?