Por: Ray Zubiri
Ella se reveló también, pues venía de una familia de profesores y en esos tiempos las mujeres no tenían mucha elección, pero ella se arriesgó y abandonando la tradición familiar que señalaba que las mujeres debían dedicarse a la docencia; así renunció a la Escuela Normal de Maestros para dedicarse a alcanzar su sueño.
En este país donde se vive de lo que se puede y no de lo que se quiere, trabajar en lo que te gusta y que además que te paguen es un gran éxito de vida, que pocos lamentablemente nos podemos dar.
Este no fue el caso de Amalia, quien afortunadamente fue apoyada por su familia, en especial por su padre Lamberto Hernández, un conocido político y militar regente del Departamento del Distrito Federal, que de 1930 a 1931 mandó construir un estudio en su propia casa para que su hija recibiera clases de diferentes e importantes maestros de danza, como Luis Felipe Obregón, Amado López, Encarnación López, Nelsy Dambre e Hipólito Zybin… pa’que se den un quemón.
En 1930, estuvo en San Antonio, Texas, donde aprendió inglés y ballet, ingresó a la Escuela Nacional de Danza, la cual era dirigida por Nellie Campobello. La primera obra que ejecutó en la Escuela Nacional de Danza fue el ballet simbólico revolucionario 30-30, una pieza de las hermanas Campobello que se presentó en el Palacio de Bellas Artes.
En la década de 1950 se retiró de la Academia Mexicana de la Danza, debido a que su visión no empataba con la impulsada desde el Departamento de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). De esta manera, Hernández se enfocó en la dirección de compañías independientes; así como en la creación del Ballet Moderno de México, dirigido por la bailarina Waldeen von Falkenstein.
Tras la salida de Waldeen como su directora, en 1952, creó el Ballet Moderno de México, que comenzó a funcionar con apenas ocho bailarinas, pero para 1959, con el apoyo del coreógrafo Felipe Segura, se transformó en el Ballet Folklórico de México, que vio la luz debido a la aceptación que tuvieron sus piezas basadas en la tradición y el folclor.
En 1959, el Ballet fue invitado a participar con representación oficial en los Juegos Panamericanos de Chicago, Estados Unidos, con 50 elementos hizo una gira con el nombre de Ballet Folklórico de México.
Entre su legado se hallan más de 70 coreografías, incluidas las que hizo para las óperas La traviata, para el National Arts Center de Ottawa; y Moctezuma, para la Compañía de Ópera de Boston. Además, dejó otras piezas inconclusas.
Amalia Hernández falleció a los 83 años de edad el 4 de noviembre de 2000, trascendió porque su trabajo y obra continúan, ya que ella supo atrapar en el movimiento la cultura de una nación y llevarla al mundo a los ojos de propios y extraños.
¿Y tú estás trabajando para alcanzar tus sueños o vives trabajando duro o, como dicen los llamados Godinez, durando en el trabajando?
No se pueden perder ver a este Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández Auditorio del Complejo Cultural Universitario BUAP, este viernes 23 de septiembre, a las 20:30 horas.
La columna de esta semana ha terminado pueden ir en paz.
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